La
edición de hoy del diario ABC publica una carta abierta de Álvaro de Marichalar
y Sáenz de Tejada dirigida al príncipe Eduardo de Inglaterra, en relación a la insultante
visita de éste, con su señora, a esa
parte de nuestro territorio nacional que ningún gobernante ha sido capaz de reclamar
con verdadera firmeza, no digo ya recuperar, desde que en 1704 fuera usurpada,
contra toda ley y honor, por una coalición anglo-holandesa, al mando de un
príncipe alemán y virrey catalán, y con
unos 400 catalanes como protagonistas del asalto terrestre. Fieles a su estilo
pirata y carente de honor, los ingleses, aprovechando la ocasión, pescaron en
las aguas revueltas cuyo uso se les niega ahora a nuestros pescadores y plantaron sus duras caras y blancos traseros
en nuestro peñón para perpetuar su presencia hasta nuestros días.
Leída
con atención y curiosidad esta carta, se me revuelve el estómago por su tono
amigable, cargado de pacifismo y buenas palabras, muy en línea con el estilo
del partido UPyD en el que milita el autor, partido que muchas veces parece más
empeñado en aplicar las teorías del Mahatma Gandhi o en demostrar que el nefasto
Juan Jacobo (Rousseau) tenía razón y que todos los hombres somos buenos por
naturaleza, que en defender de verdad los intereses patrios. No quiero entrar en
una discusión sobre Rousseau o Hobbes, pero que el primero se equivocó ha
quedado demostrado de sobras a la lo largo de la historia con las sucesivas
actuaciones de los habitantes de la pérfida Albión, seres mentirosos,
interesados y carentes de honor donde los haya. Y si encima Álvaro remata su artículo,
más apropiado a ser leído por el tan actual y simpático barrendero que imita a
Bob Esponja para alegría de los niños o para ser parte de un episodio de la
serie de dibujos de la abeja Maya, que para expresar nuestro malestar antes los
insultos de los ingleses, lo remata, como digo, con el lema de
la Orden de la Jarretera “Honi soit qui mal y pense”, (“Vergüenza de aquél que
de esto piense mal”), apaga y vámonos. Vergüenza ajena siento yo al leer esta carta
de amor universal y fraternal en vez de oír el tronar de los cañones españoles que
debería retumbar a ambos lados del peñón, desde la “Catalan Bay”, también
llamada La Caleta, hasta el “Embarcadero de San Felipe” en la bahía de
Algeciras.
Mal
vamos en esta nuestra España cuando el último que le echó huevos al asunto fue Ricardo
Saénz de Ynestrillas un 6 de Diciembre de 1998 con su “asalto” (y posterior
procesamiento) al peñón acompañado por un pequeño grupo de camaradas.
Y por
mucho que nuestro avejentado y renqueante jefe del estado, el ínclito matador
de elefantes y engatusador de princesas Juanqui de Borbón, se dé un paseo en los próximos días por los
alrededores de Gibraltar, para acabar degustando unos pescaditos de la zona,
igual hasta comprados ilegalmente con la mediación de alguna de las 20.000
sociedades pirata de la colonia, o que el tan “enérgico y omnipresente” presidente
del gobierno español (Mariano Rajoy creo que se llama), suelte alguna frase
aparentando firmeza pero escondiendo sumisión, como en todas las frases que ha
soltado en sus últimas, y escasas, apariciones públicas, seguirán riéndose en
nuestro morro la Union Jack y la facha pétrea de la Reina de Inglaterra, restregándonos
por nuestra amigable y tolerante cara el lema que preside la bandera de esta
última y vergonzosa colonia Europea: Nulli Expugnabilis Hosti ( ‘Ningún Enemigo
Nos Expulsará’).
Mientras, don Álvaro
de Marichalar y los demás compinches de la abeja Maya y de Bob Esponja seguirán
llamando amigos a los ingleses y cantando alegremente la "Balada de John&Yoko" de los Beatles, en cuya letra queda dicho, in saecula saeculorum, que Gibraltar está "cerca" de España, pero no es parte de ella.