Cual Peter Pan en el país de Nunca Jamás, nos negamos a madurar y seguimos impertérritos con nuestros sueños juveniles. Sentimos en nuestro profundo interior que estamos llamados a desempeñar una tarea más alta y bastante más enriquecedora que el simple envejecer, viendo pasar las facturas, las cuotas de la hipoteca, las ligas del sempiterno Bar$a, la anual y veraniega reposición de Verano Azul, la canción del verano de Georgie Dann, los amores fallidos y la muerte de los familiares que nos preceden (en el mejor de los casos).
No queremos despertar y darnos de bruces con una realidad que hace tiempo dejó atrás cualquier atisbo de idealismo y que simplemente se mantiene en pie gracias a la maraña de intereses económicos de unos pocos y las subestructuras sociales y políticas creadas a su alrededor para mantener al antaño ciudadano libre, ahora llamado ya genéricamente en el mundo empresarial FTE (Full Time Equivalent), dominado y endeudado, por la tanto, esclavizado.
Esclavizados hasta el punto de no poder defender nuestro honor.
Dominados por la errónea o desvirtuada aplicación de las leyes de tal forma que los culpables se tornan inocentes;
- de que tengan más derechos cuatro okupas antisistema que los ciudadanos de a pie o las fuerzas del orden;
- de que reciba más prebendas cualquier “pobre” y “perseguido” inmigrante de dudoso pasado que un súbdito de su cada vez menos graciosa majestad el Rey de España con 25 años de cotización a la Seguridad Social;
- de que un voto de catalanes, vascos o gallegos tenga más peso que la opinión de los habitantes de, por ejemplo, Extremadura, tierra noble y cuna de conquistadores;
- de que los medios públicos y aquellos afines a sus intereses sectarios puedan disfrutar de ventajas fiscales, contables y legales de por vida, pudiendo estar en quiebra y seguir pagando altos sueldos a sus directivos, mientras que los medios de comunicación independientes son perseguidos hasta hacerlos desfallecer, dejando con ello el campo abierto a la manipulación absoluta por parte del poder.
¿Dónde la tradición visigoda mantenida luego por los reyes astures de poder elegir al siguiente Rey, sin que se le otorgue ese privilegio por el simple derecho de sangre?
¿Dónde habitan las Órdenes Militares a las que apuntarnos para defender nuestra fe frente a los infieles que nos invaden (y que obtienen terrenos municipales para sus mezquitas mientras nuestras iglesias son atacadas)?
¿Dónde está el glorioso ejército español con su leva obligatoria y su juramento a la Bandera, que por lo menos nos permitía sentirnos defensores de algo y de alguien durante 12 o 15 meses?
¿Y finalmente, dónde están los políticos idealistas que realmente se apuntan a un partido con vistas a darlo todo por la sociedad a la que quieren representar, incluyendo el propio sacrificio?
Fácil respuesta: ya no existen. Ninguna de las figuras antes mencionadas habita ya entre nosotros. Son recuerdos de un pasado, de otros siglos, que por desgracia no nos vieron nacer. A nosotros nos tocó el siglo XXI. Vaya mierda de siglo.