miércoles, 29 de noviembre de 2017

Si yo votara

Si yo votara,  en las próximas elecciones autonómicas catalanas (y por primera vez) tendría mis dudas. Véase la posición de la coma en la frase anterior para entender mi punto de partida. Yo no suelo votar a partidos políticos. Mejor dicho, nunca les he votado. Voté una vez, en el referéndum sobre la entrada en la OTAN del 1986, al no haber partidos por medio, y encima salí escaldado. Mejor dejarlo.

Y encima en esta ocasión ni tengo el derecho a votar. Después de 6 años fuera de mi tierra, de mi patria chica Cataluña, justamente en Mayo de este año del señor de 2017 decidí empadronarme en Madrid por razones prácticas: el acceso al servicio sanitario sin cortapisas por llevar una tarjeta sanitaria catalana (¿para cuándo la unificación, señores políticos?) y la menor carga fiscal que se me aplica en esta comunidad autónoma (¿para cuándo la igualdad de todos los españoles ante la ley y el fisco, señores políticos?)

¿A qué viene entonces este artículo? Pues la razón es que por una vez, y sin que esto sirva de precedente, de tara o de traición, creo que hay que votar. Los que me conocéis y los que opináis lo mismo que yo en la mayoría de los temas serios de la vida, os podéis hacer una idea de lo difícil que es para mí recomendar la participación en un proceso electoral, cuando desde pequeño siento una gran aversión, que no profundo asco, por los partidos políticos de nuestro país, por el sistema que se autoproclama democrático pero que en mi opinión no lo es, por el régimen político de corrupta y borbónica monarquía parlamentaria, por el a todos luces injusto sistema electoral y la intolerable Ley D'Hondt y por el maldito estado de las autonomías, que no ha hecho más que traer desgracia y ruina a nuestra patria.

Conque tengo que recular. Y lo hago sin traumas, sin sentirme traidor a mí mismo ni a los ideales que siempre he defendido. Ni renunciando, por supuesto, a mi crítica al sistema en sí, a nuestro ordenamiento jurídico y a nuestro caduco sistema político y a los impresentables ladrones, corruptos y vagos profesionales que rigen nuestros destinos en las múltiples y costosas administraciones del estado. Esa lucha es eterna: mientras quede un halo de vida en mi cuerpo seguiré al pie del cañón, maldiciendo lo malo, proponiendo mejoras y soñando con un nuevo amanecer. Faltaría.

Y encima lo tengo fácil: os recomiendo votar pero yo mismo no tengo que hacerlo. Vaya suerte la mía.

Bromas aparte,  estamos ante una encrucijada en la que, por desgracia, no vale cerrar los ojos, ni escudarse en ideales o convicciones opuestas al sistema político y electoral actual, ni tampoco votar a partidos minoritarios, abstenerse o pintar las papeletas con la cara de Homer Simpson o invalidarlas con proclamas e insultos.

El discurso (muy mío por cierto) de que el “mal menor” no me sirve, de que prefiero la “nada” a no conseguir el “todo”, en estos momentos no sirve para absolutamente ningún propósito. 

Si los partidos “constitucionalistas”, o “unionistas”, o cómo diablos los quieran llamar unos y otros, no consiguen hacerse con la mayoría en estas elecciones, la maldición del “prusés” nos perseguirá durante muchos, muchos años, con el agravante de que una parte importante de España, Cataluña, se irá económicamente al garete, que las relaciones sociales y familiares acabarán por reventar, que la violencia será el pan nuestro de cada día, y que nos volverán a gobernar iluminados, mediocres, violentos, mentirosos, revanchistas y enfermos.

Y todos sabemos lo que significa este escenario: volver a empezar, la cantinela de siempre, la historia inventada y reescrita, los imaginarios países catalanes, el España nos roba, la contraeducación como arma política, los medios públicos como altavoz de la insensatez y la mentira como leitmotiv de la vida de las mafiosas familias de la burguesía catalana que mueven los hilos y hacen bailar a las pobres marionetas abducidas.

Y tocaría de nuevo aguantar al bufón Rufián, al enfermo Fuigdemont, a la limitada Marta Rovira, al payés Tardá, a la vaga Colau, a los cobardes exconsellers, al tan poco católico Junqueras, a los argentinos infiltrados, a los sucios e inútiles miembros de la CUP, a los curas y obispos que han olvidado al Dios al que sirven y representan y que de golpe adoran al ídolo dorado del separatismo, en resumen, a la herencia de 35 años de latrocinio, mentira y manipulación de la sagrada famiglia Pujol Ferrusola y sus siervos.

Dicen hoy en la prensa que faltan unos 300.000 votos para acabar con esta pesadilla. Si yo votara, faltaría uno menos.

Votad pues, que yo no puedo, y que Dios reparta sensatez.




Habla pueblo habla
Tuyo es el mañana
Habla y no permitas
Que roben tu palabra

Habla pueblo habla
Habla sin temor
No dejes que nadie
Apague tu voz 


martes, 21 de noviembre de 2017

Los siete pecados capitales del separatismo

Cave, cave, Deus videt

(Y por ende del populismo, tendría que añadir al título. Que ambos cánceres vienen a ser lo mismo en muchos aspectos. Pero se me iba en longitud).

Hace siete años escribí un artículo que versaba sobre uno de los pecados capitales: en concreto hablaba de la soberbia, en contraposición al carisma y la humildad. Y por desgracia,  estos últimos siete años (siete como los pecados capitales) han sido tan nefastos en lo que concierne a los valores, la política y el proceder de nuestros supuestos líderes, que me veo obligado a escribir sobre todas dichas maldades de un solo mazazo. De pegar un golpe sobre la mesa como el que habría que dar de una santa vez para acabar con el destrozo paulatino de nuestra patria y de nuestra sociedad. Y no hablo de un golpecito, casi una caricia, aplicando de forma limitada y de cara a la galería el artículo 155 de la tan magnificada Constitución, tal como está haciendo el Partido Popular con el apoyo del PSOE y de Ciudadanos.  Eso de poco nos va a servir. De aquí a menos de un mes volveremos a estar igual. O peor. Con los partidos políticos luchando por los votos y las prebendas asociadas, con los separatistas y populistas embaucando a la gente y con el sufrido pueblo español languideciendo bajo el yugo  de la mentira, de la manipulación en los medios, del capital de oscura y sucia procedencia, de la corrupción y la fraudulenta venta de bancos bajo mano y de la maldita unión europea, que de unión tiene bien poco… y de europea aún menos.

Resumiendo: en vez del tan castizo y patrio “Seis toros seis” que solíamos ver en los carteles de las corridas de toros, hoy en día proscritas en gran parte de nuestra querida península, por desgracia nos toca decir: “Siete pecados siete”.

Aclaración: para todos aquellos que desconozcáis de que va todo el tema de los pecados capitales (y por qué no, también para los que sois muy pecadores), aquí tenéis un buen resumen en la Wikipedia.


Al lío.

La soberbia

Que os voy a decir que no sepáis. El comportamiento soberbio de todos los líderes separatistas (como el de los golfos y guarros populistas de Podemos, pero de esos intentaré no escribir hoy, que tengo el estómago un poco sensible) está fuera de toda duda. Salvo que mires TV3%, claro está. En ese caso seguro que los pintan a todos de modestos, humildes y buenas personas. Nada más lejos de la realidad. Pocas veces hemos asistido en la historia de España a tanta chulería, tanta prepotencia, tanto clasismo y tanto racismo como en estas últimas semanas. Fuigdemont y sus múltiples y constantes sandeces e insultos, Nuria de Gispert y su
patético “¿Por qué no vuelves a Cádiz?” dirigido a la amiga Inés, o las muertes “evitadas” por el sacrificio de la plañidera Marta Rovira, por cierto hija de alcalde franquista, aunque los medios afines la llamen la “Princesa Vigatana”. Pues vaya princesa se han buscado. Con un curriculum como “para ponerse a temblar”, como bien decía Xavier Rius hace unos días. Sin olvidar a la madre superiora Ferrusola y su "el español es la lengua de los pobres y las chachas”. Soberbia es poco.

La avaricia

“En 18 meses dejaré mi escaño para regresar a la República Catalana” dijo el bufón mayor del Reino, el  despreciable Gabriel Rufián, en diciembre de 2015. Y desde ese mismo día todos sabíamos que no iba a renunciar a sus 5.947 euros brutos al mes (más 1.823 para gastos, libres de impuestos).  Al igual que su compadre, el rural Joan Tardá, que usa la burda excusa de la anexión pendiente de Baleares y Valencia para justificar lo de “estar a la sopa boba” todo el tiempo posible.

Por no hablar de los “botiflers” traidores como Carme Forcadell, el dúo Tururull o el mayor Trapero, que con tal de seguir chupando del bote han renunciado a las primeras de cambio a sus principios y altisonantes proclamas y han jurado y perjurado a diestro y siniestro, sometiéndose a cualquier ley, norma o imposición “española” con tal de no perder sus privilegios. Como se bromea por ahí solamente les ha faltado besar la bandera de España y soltarse por bulerías.

Todos ellos fieles seguidores del paterfamilias y sus cachorros, léase Jordi Pujol, su cornuda esposa y sus vástagos ladrones. Con ellos empezó todo, como se suele decir. Y sus herederos van camino de superar todo lo malo hecho por los progenitores. Gracias a Dios ya tenemos a uno en el “resort” de Soto del Real. Pero faltan los demás. Y quedan camas. Como en la ciudad de Barcelona, donde gracias a la vaga e inútil Ada Colau la “okupación” hotelera está cayendo por momentos. Otra que se merece un artículo especial. Dadme tiempo.

La lujuria

Este pecado capital quizás sea sobre el que menos puedo hablar. Tampoco es un tema en el que me quiera meter, allá cada uno con sus vicios, enfermedades y desvíos. Pero conociendo las historias del capo Pujol, que después de engendrar siete hijos (me parece que el número siete me persigue, tendré que pillar lotería con esta terminación) se echó una amante y se fue a vivir con ella al Palau, o de la esposa despechada de su primogénito, que ni corta ni perezosa destapó el flujo de billetes de 500 € hacia Andorra, que queréis que os diga. Cuando el río suena…

La ira

¿Cuántos ataques de histeria, tanto individual como colectiva, hemos presenciado en estas últimas semanas? Las caras cargadas de odio, la baba espumosa brotando de sus bocas cual las poco mágicas fuentes de Montjuich, los aspavientos, las manos alzadas, los insultos y el menosprecio a todo lo que se les antojaba contrario a sus ideas, han sido por desgracia (y seguirán siéndolo, no lo dudéis) una constante en estas fatídicas jornadas que hemos pasado. Frente a la templanza, la paciencia, la contención o la mesura que han aplicado el resto de intervinientes en esta tragicomedia, hemos soportado patéticos ataques de rabia de muchos de los personajillos ya nombrados. Imposible listarles a todos. Bueno, sí que se podría. Bastaría con coger las listas electorales de los partidos “enfermos”, empezar por el candidato número uno y acabar con el de la cola. El clásico invitado estrella que por cuatro duros permite que impriman su nombre en la papeleta. Por ira. Y por dinero (ver avaricia, un poco más arriba).

La gula

Frente a la gula el valor cristiano es la templanza. Es decir, una moderación en la atracción de los placeres, con el dominio de la voluntad sobre los instintos. Anda. Me suena mucho. Y como no podría ser de otra manera, me vienen a la cabeza varias escenas harto vistas: el cambio físico del omnipresente Rufián desde que se mueve por Madrid cargado de euros, las recientes comidas del enfermo Fuigdemont y los 5 en Bruselas, las paellas en casa de Rahola con el “Let it be” de los Beatles a los postres o los recientes “encierros” separatistas en algunas poblaciones catalanas como Rubí, que acabaron en grandes comilonas a costa del erario público.
O casos extremos como las “supuestas” huelgas de hambre de frikis separatistas, con horarios de oficina en el caso de un “enfermo prusesista" barcelonés que dejó de comer entre las 10 y las 14 horas y las 16 y las 20, o el esperpéntico “ayuno a favor de los presos políticos” por turnos que tienen montado en una parroquia de Cornellá del Llobregat. Como ya puse en un tuit el pasado día 10 de Noviembre: ¡Qué originales y sacrificados! Si es lo que hacemos cada día en casa: desayuno, huelga, almuerzo, huelga, merienda, huelga, cena, huelga y repetimos”. 
En resumen, todos siguen comiendo a destajo. Es decir, pecando.

La envidia

Mucho podríamos hablar de este pecado capital, al que se contraponen en la fe cristiana la empatía y la amistad. Y no nos costaría mucho encontrar ejemplos en el quehacer, el hablar, el calumniar o el inventar de los actores de este maldito proceso separatista que nos tiene hasta los mismísimos a todos. Valgan como muestra las locuras de los nuevos historiadores, con Jordi Bilbeny al frente del “Institut Nova Història”, que conforme pasan los días acabarán convirtiendo cualquier personaje, invento, descubrimiento o hazaña de los últimos 20 siglos en algo auténticamente catalán. Como ha sucedido esta misma semana, en la que han descubierto en Burgos los supuestos restos de la casa del Cid Campeador, saltando rápidamente los acólitos de la manipulación de la historia afirmando que el Cid era catalán, como no. Historia “a lo bestia” como bien titulaba hace pocos días su artículo Luciano Alvarez en “El País”. O el otro loco que hace bien poco afirmó que la “civilización catalana” es la que perdurará en el tiempo frente al resto de culturas “inferiores”. Lo dicho. La envidia les corroe. Y visto lo anterior, les vuelve locos. Muy locos.

La pereza

Pereza me da volver cada día sobre el mismo tema. Y tener que hablar siempre de los mismos. Pero es que me lo ponen a huevo. La diligencia, el contrapunto al no hacer nada, ya no es solamente una virtud, cristiana o no. Es una obligación. No puedes pasarte toda la vida sin pegar ni sello, haciendo “pellas” como los diputados de ERC y PDeCAT en el congreso. Ay Rufián, que pecas más que un Fistro Pecadorrr (Ciudadanos, por cierto, ha pedido que se les retire el sueldo, pero por ahora el resto de grupos hacen oídos sordos: no vaya a ser que les empiecen a fiscalizar su trabajo y tengan que aportar algo a la sociedad, como hacemos los demás mortales). 
Y no queda ahí, si cogemos los “curriculum vitae” (el plural va así, que nadie se le ocurra corregirme con un curricula) de los protagonistas de esta maldita telenovela barata y zafia llamada el “Prusés”, llámense Pujol, Colau, Rufián, Ernest Benach, Tardá, Marta Rovira, Pisarello o Anna Gabriel, nos puede dar un espasmo a más de uno. Entre todos no llenarían ni el formulario inicial de Infojobs. Y ya no te digo cuantas ofertas de trabajo les aparecerían de forma automática. Por no hablar que les llamara algún cazatalentos, o headhunter como les gusta decir hoy en día a los cosmopaletos. 
Como mucho podrían recibir una visita de los Cazafantasmas. Y no les iría nada mal acabar enjaulados en una pequeña cajita, sin nada que comer, ni posibilidad de insultar, robar, inventar, envidiar, denigrar o copular.

Y no hablo de las ridículas jaulas instaladas en Vich para disfrute de unos y vergüenza de todos. 

Hablo de jaulas de verdad.

Que bien se lo merecen.

Por pecadores.


Cave, cave, Deus videt




miércoles, 8 de noviembre de 2017

Cuatro barras y un funeral

Me ha inspirado escribir este artículo esta viñeta tan bonita que lleva mi amigo Pumuky en su Whatsapp como foto de perfil. Dibujo emocional, con ese aire de infantil inocencia, que entra directamente al corazón. Pero que por desgracia se quedará en eso, en una ilusión más de que en la vida las cosas pueden acabar bien, cuando todos sabemos que los finales felices son más raros que un tuit de Gabriel Rufián con un mínimo de sentido. O de Alberto Garzón. O de Escolar. O de Junqueras. O de Fuigdemont. O de Iglesias. O de Bea Talegón. De cualquier miembro de esa piara de vividores que no dan un palo al agua pero se arrogan una superioridad moral e intelectual de la que, obviamente, carecen por completo.



Ver las cuatro barras de Aragón limpias de polvo y paja, tal cual nacieron bajo el reinado de Alfonso II de Aragón, y liberadas del lastre del nacionalismo que desde el Siglo XIX intenta reescribir la historia a su conveniencia, produce un cierto alivio, pero éste se desvanece en el momento en el que enciendes TV3, escuchas Catalunya Radio, asistes a cualquier escuela en Cataluña o intentas razonar con algún abducido separatista. Por desgracia, y ahí radica el mayor error de nuestros gobernantes, ya sean del PP o del PSOE: mientras no se combatan la manipulación, el adoctrinamiento y la reinterpretación de la historia obviando cualquier verdad y pruebas irrefutables, esa estrella fugaz que sigue manchando las barras de Aragón y con ello la “senyera” catalana, seguirá destrozando la sociedad, la convivencia, la verdad y la historia de nuestra patria.


De poco nos va a servir la limitada aplicación del artículo 155 si dejamos que las medios de comunicación en Cataluña, los cinco fugados en Bruselas (cada vez que oigo hablar de los cinco me vienen a la cabeza los libros de Enid Blyton, en especial el llamado “Los Cinco se escapan”) y el enfermo ex presidente Fuigdemont, campen a sus anchas, llenen de mentiras el ambiente y nos insulten a todos los españoles por activa y por pasiva.

Es hora de acciones contundentes, de que la justicia actúe de forma ágil, de que se impute de forma urgente a todos los cómplices de esta patraña, que se intervengan los medios “públicos” en Cataluña (lo de llamarlos públicos es de chiste cuando se trata de entes al servicio del poder separatista), que se depuren las responsabilidades en la STASI catalana (esos sucios y violentos mozos de cuadra), cuerpo policial nacido en 1983 con la única misión de servir y proteger a maquinadores y golpistas del tres al cuarto, que la juez haga su trabajo sin presiones y se detenga de una vez a Trapero, se le ingrese en prisión y pruebe por una vez su propia medicina.

Si no se toman las medidas oportunas, si dejamos que cuatro pandilleros bloqueen toda una región cuando no representan a nadie en número de votos, si seguimos tolerando que los profesores adoctrinen, TV3 manipule, la maldita Terribas engañe y Fuigdemont vomite su infecta bilis en el corazón de Europa, de nada servirá esta ilusionante recuperación de las cuatro barras aragonesas, de nuestra verdadera bandera (junto a castillos, leones y cadenas navarras), y la estrella que debía ser fugaz se quedará pegada cual esputo de un tísico en un emblema que nació para unir y crear una de las naciones más antiguas del mundo y permitió que el mayor Imperio de la historia aportase todo lo bueno que tiene la hispanidad, y con ello la catalanidad, al resto del planeta.

En caso contrario, todo acabará en un funeral. Un funeral por nosotros, por nuestra Cataluña, por nuestra patria España, por nuestra historia y, lo que es peor, un funeral por el futuro de las nuevas generaciones.


Y tristemente no nos quedarán nada más que las cuatro barras manchadas con el vómito, el clasismo, el racismo y el odio de los malditos separatistas y sus siniestras intenciones.