lunes, 28 de diciembre de 2009

Ya pasó la Navidad, y tantas otras cosas

Me pongo a buscar en mi blog un artículo sobre la Navidad que escribí hace un tiempo,y grande es mi sorpresa al ver que ya han pasado 4 años. Aún no tengo muy claro por qué en la vida de una persona hay épocas en las que pasa todo deprisa, muy deprisa, y en cambio en otras ocasiones pasamos por tramos en los que todo se eterniza. Supongo que se deberá, como casi todo, a nuestra propia psique, a nuestro cerebro que procesa todos y cada uno de los estímulos externos que asimilamos con nuestros 5 sentidos (¿O son más?), los mezcla y produce la foto final de cada momento de nuestra vida. Si nuestra mente está en un estado de constante búsqueda, de intranquilidad, el tiempo pasa volando y los años van cayendo cual mensajes navideños por SMS que llegan a tu móvil y que en muchos casos ya ni lees. Me imagino que en un estado de placer general, de calma, de recogimiento, el presente debe de adquirir otro valor, la dimensión temporal será tratada de otra forma por nuestras miles de neuronas conectadas por infinitos circuitos y los hechos de la vida pasarán con mayor calma y profundidad por nuestra mente. Pero por desgracia no me encuentro en dicha situación de calma, todo pasa de largo con una velocidad pasmosa, como si un viento huracanado quisiera adelantar a mi propio envejecimiento para llegar a la meta antes de tiempo. Y eso que, como la mayoría de mis lectores ya sabéis, cada año “peregrino” por alguno de los caminos que llevan a Santiago intentando aplicarme a mí mismo el ideal del caminante, el que dice que lo importante no es llegar a la meta sino el “camino” en sí. Supongo que será así, que la vida no debería basarse en una búsqueda continua y desesperada de algo, de un premio final, sino que debería ser un constante disfrutar del momento. Algo sumamente difícil. Criados desde pequeños en la eterna insatisfacción, en el consumismo, guiados por celos y envidias, poco margen damos a nuestro cerebro para que envíe las señales de calma y felicidad al resto de nuestro organismo. Cuanta sana envidia tengo de personas que son capaces de encontrar la tranquilidad y la felicidad a base de recogimiento, ya sea filosofando o dándole a la oración. Cual ermitaño o monje que disfruta de todos y cada uno de los segundos de su existencia sin que un ansia interna le lleve a querer adelantar a su propia vida por el carril de la izquierda, sin uso de intermitente y sin echar una mirada al retrovisor. Probemos pues, en este año nuevo que ya se aproxima, a disfrutar del momento, sin mirar más allá, sin hacer caso al reloj, sin soñar estúpidamente con metas inalcanzables o hechos que jamás se producirán. Intentemos vivir. Si nos dejan.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Con Peter Pan por el norte de España

Si partimos de la base que después de la maduración el siguiente estado es irremediablemente la caducidad, prefiero quedarme como estoy. Claro que el otro lado de la moneda sería decir que no aprenderé jamás, que siempre me dejo llevar por sueños infantiles e ilusiones desbordadas que en pocas ocasiones acaban convirtiéndose en realidad, pero esto ya lo tengo asumido desde hace mucho tiempo.

Viene a cuento todo esto por mi reciente viaje a tierras del norte, a las vascongadas. Me planté el viernes pasado en Irún a bote pronto, sin avisar a ninguna de las personas que pretendía visitar. Me había montado mi película yo solo, después de haber conocido a un grupo de personas muy simpáticas y entrañables durante el Camino de Santiago de este año. Sin tener suficiente con haber compartido una semana de camino, de penurias, de albergues, de risas y de llantos, mi corazón, mi mente o quizás mi cuerpo, me pedían más. No aceptaba, como niño que sigo siendo, que toda la magia pudiera desaparecer de un día al otro, con el toque de silbato del tren o la bocina del autocar que me traía de vuelta a casa. El eterno Peter Pan. Sabedor de antemano que todo podía acabar en una gran desilusión cargue el coche con unos cuantos CDs apropiados, léase unos lentos para la posible melancolía y alguno animado para no dormirme y carretera y manta. El viaje me fue de maravilla, sin contratiempos, y disfrutando de bellísimos paisajes me planté en una humilde pero céntrica pensión de Irún a las 4 de la tarde del viernes. Como estaba escrito, la chica que me había robado la tranquilidad y llevado a desafiar el aguante de los 19 años de mi coche, tenía otros planes. Ni iba a poder verla esa noche ni se mostraba muy emocionada porque hubiese aparecido por ahí. En el fondo era normal, pero cuando eres un soñador siempre te queda esa pequeña esperanza que la persona contraria sienta o piense algo similar a lo que sientes tú. Pero no me amilané. Gracias a Dios tenía algún contacto más en esta ciudad fronteriza, aparte de algún que otro paraje que quería visitar para recordar un viaje realizado con toda mi familia en el año 1976. Ha llovido bastante desde entonces, pero parece que nada ha cambiado. Aún conservo alguna fotografía amarillenta de aquel viaje, mal pegada en un álbum de fotos usando aquellas antiguas esquinas autoadhesivas que eran la último en modernidad por esa época, con un comentario escrito debajo “paisaje de camino hacia las vascongadas…”. Sorprendente que por aquel entonces, con 13 tiernos añitos que tenía, ya me dedicaba a comentar las fotos. Que poco he cambiado. Aproveché pues la tarde para visitar el propio Irún y Biarritz, en Francia, y a media tarde quedé con un amigo de Barcelona que lleva ya un tiempo viviendo en esta bonita villa guipuzcoana. Me recibieron tanto él como su novia con una simpatía arrolladora, y eso que con ella no tenía mucho “feeling” después de habernos visto un par de veces en Barcelona. En el bar de su propiedad me lo pasé de muerte, me acogieron como a uno más de la pandilla y la posterior gira de “potes” y pinchos (más de los primeros que de los sólidos), con visita sorpresa a la otra amiga del Camino que estaba trabajando en su Pub, fue digna de recordar. Gente abierta y simpática en todos lados, entorno clásico de las pequeñas ciudades, es decir, todo el mundo en la calle, todos los bares a rebosar, y un ambiente alegre y colorido que me hizo olvidar mi decepción inicial por unas horas.


Al día siguiente, con la lógica y buscada resaca, comimos en el propio Irún para luego visitar Fuenterrabia, un sitio digno de ser visitado una o mil veces por la belleza de su costa, su impresionante casco antiguo amurallado y las vistas sobre la impresionante bahía compartida con los malditos gabachos (que bonita sería Francia sin ellos); rematamos la excursión con una cervecita en el bar al lado del antiguo faro que corona el término municipal. A la vuelta conseguí ver por fin al objeto de mis sueños, y los pocos minutos que estuvimos juntos compensaron con creces el viaje y el infantil impulso que me llevó a cruzar media España sabedor que iba directamente al matadero de las ilusiones. La noche fue un calco de la anterior, tanto en lo bueno (la grata compañía que tuve en todo momento a mi lado) como en lo malo (los pocos minutos que pude ver a Laurita y Susana, las 2 chicas que había conocido en el Camino.


Volveré, eso lo tengo claro. No pienso madurar, y menos ahora que he llegado a un punto en mi vida en el que ya solamente hago aquello que de verdad deseo, sin darle vueltas al “por qué”, al “que pasará”, al “cuidado que sufrirás” o a las posibles consecuencias. Tampoco hago nada malo. Me encariño, me entrego y sigo los dictados de mi corazón. Y en el siguiente pronto que me dé incluiré Zarautz en la visita. Ahí queda la tercera “brujita” que falta por visitar. O una aldea gallega. Que hay un diablillo suelto por ahí que también hay que volver a ver.


Gracias a Pazos y Rosi por la acogida, a Lauri por el gran librito que ha montado con las fotos y a Susana por haber sido el acicate que me ha permitido conocer Irún.


sábado, 10 de octubre de 2009

Buenas noches amigos

Solamente es la traducción de una canción en alemán.., pero hago mía su letra...

Buenas noches amigos,
es hora de que me vaya
Lo que me queda por decir
No dura más que un cigarrillo
Y un último trago de pie.

Gracias por los días y las noches
Que he pasado bajo vuestro techo
Por cada vaso que bebí y cada plato que pusisteis al lado de los vuestros,
como si no hubiera nada más normal en el mundo.

Buenas noches amigos,
es hora de que me vaya
Lo que me queda por decir
No dura más que un cigarrillo
Y un último trago de pie.

Gracias por el tiempo que pasamos charlando
Por vuestra paciencia cuando existía más de una opinión
Por no preguntar nunca cuando voy o cuando vengo
Por la puerta siempre abierta en la que ahora estoy

Buenas noches amigos,
es hora de que me vaya
Lo que me queda por decir
No dura más que un cigarrillo
Y un último trago de pie.

Por la libertad que habita siempre como invitada en vuestra casa
Por no preguntar nunca lo que aporta o si vale la pena
Igual es por eso que desde fuera parece que en vuestras ventanas la luz brilla con más calor

Buenas noches amigos,
es hora de que me vaya
Lo que me queda por decir
No dura más que un cigarrillo
Y un último trago de pie.

Versión original de Reinhard Mey:

Gute Nacht Freunde, es wird Zeit für mich zu gehen.
Was ich noch zu sagen hätte, dauert eine Zigarette
und ein letztes Glas im stehen.

Für den Tag, für die Nacht unter eurem Dach habt Dank, für den Platz an eurem Tisch, für jedes Glas, das ich trank, für den Teller, den ihr mir zu den euren stellt, als sei selbstverständlicher nichts auf der Welt.


Gute Nacht Freunde, es wird Zeit für mich zu gehen.
Was ich noch zu sagen hätte, dauert eine Zigarette
und ein letztes Glas im Stehen.

Habt Dank für die Zeit, die ich mit euch ver-plaudert hab
und für eure Geduld, wenn's mehr als eine Meinung gab,
dafür, daß ihr nie fragt, wann ich komm oder geh, für die stets offene Tür, in der ich jetzt steh.

Gute Nacht Freunde, es wird Zeit für mich zu gehen.
Was ich noch zu sagen hätte, dauert eine Zigarette
und ein letztes Glas im Stehen.

Für die Freiheit, die als steter Gast bei euch wohnt, habt Dank, daß ihr nie fragt, was es bringt, ob es lohnt, vielleicht liegt es daran, daß man von draußen meint, daß in euren Fenstern das Licht wärmer scheint.

Gute Nacht Freunde, es wird Zeit für mich zu gehen.
Was ich noch zu sagen hätte, dauert eine Zigarette
und ein letztes Glas im Stehen.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Tocar el cielo

Sorprendido estaba él. Y con una felicidad en el cuerpo que hacía años que no recordaba. De golpe su vida parecía encaminarse hacia una normalidad absoluta. Estabilidad laboral, estabilidad emocional, amistades sinceras, retorno de amigos que por diversas razones habían estado fuera de la ciudad durante un tiempo, un nuevo estadio para su equipo del alma, en fin, esos detalles que hacen feliz a cualquier persona.
Los síntomas eran los mismos, los sudores, los nervios, la emoción, se repetían en un orden parecido al de otras ocasiones. Ya muy lejanas, eso sí, pero presentes en su corazón. La música volvió a cobrar su sentido original, que es acompañar a las personas en los momentos alegres o tristes, los libros de recetas para preparar alguna cena romántica volvieron a su sitio natural, que es la cocina y no un cajón perdido del armario y la guitarra que estaba abandonada en un rincón volvió a sonar con las canciones de siempre. Aparecieron los álbumes de fotos, los planes de excursiones, de viajes, de conciertos, de una vida tranquila y sosegada disfrutando de las cosas buenas que nos brinda este mundo tan duro y complejo.
Por desgracia volvió a echar las campanas al vuelo. No era la primera vez en su vida que pasaba por una situación similar y recordando anteriores experiencias intentó abstraerse un poco de la excesiva ilusión. Misión imposible. No era la primera ocasión (aunque igual si la última, por aquello de que la edad no perdona) en la que creía haber tocado el cielo, y como ser humano que siempre vuelve a tropezar en la misma piedra, se estampó contra la pared. Contra esa oscura pared que siempre aparece delante de uno cuando cree haber llegado al destino soñado.
De golpe las amistades ya no lo eran tanto, en el fondo cada uno seguía yendo a la suya, la alegre inauguración del nuevo estadio se nubló con la muerte del joven capitán del equipo, y el amor que creía haber encontrado de golpe se tornaba extraño, duro, muy diferente a lo que le habían vendido en la tienda de sus ilusiones. Igual era amor, pero tan opuesto a lo que conocía que le costaba mucho entenderlo. Y recordó un pequeño y simple poema que escribió 5 años atrás, la última vez que creyó tocar el cielo y en la que acabó a las puertas del infierno, sentado en un rincón, solo, triste y sin ganas de seguir viviendo.
Tiempo al tiempo, que todo llega,
y por cada mácula oscura
Que algún día fue una emoción
Otra vivencia penetrará
Con aire fresco y a toda vela
Para traernos una nueva ilusión
¿Era esto lo que se merecía en su vida? ¿No tenía derecho a un poquito de alegría y de paz?
¿Qué diantres tenía que hacer para dejar de sufrir, no ya para tocar el cielo sino para quedarse con un trozo, aunque fuera pequeño?
Quien lo sabe. Siguió su camino. Como siempre. Soñando. Esperando que al siguiente despertar las nubes le dejaran ver un poco de luz en lo alto. Eso no se lo quitaría nadie; soñar. Poca cosa para la mayoría de las personas que ya solo creen en los valores materiales y en el consumo sin freno de la despensa de la vida. Pero suficiente para él. ¡Qué remedio!

martes, 18 de agosto de 2009

Caminos

Después de un verano tan intenso, teniendo en cuenta que solamente me he permitido 3 días de vacaciones, la cabeza me estalla. Doy vueltas y más vueltas a las múltiples, alegres, tristes y hasta surrealistas escenas vividas estas últimas semanas y conforme pienso cada vez me encuentro más perdido. Los argumentos que usaría cualquier amigo para hacerme ver que la vida es mucho más simple de lo que parece caerán en saco roto. Uno es como es, como ha crecido y se ha formado y pocas características de las personas pueden cambiar de la noche a la mañana, menos aún cuando ya tienes una cierta edad y tu carácter se forjado de una manera determinada.
Hay personas curtidas, duras, a las que parece que nada les afecte. Viven en un mundo frío, materialista, buscando el placer inmediato, encerrándose a continuación en su castillo de piedra infranqueable a cualquier acercamiento. Difícil es encontrar el camino correcto para acceder a dicha fortaleza. Algo cerrado a cal y canto no se abre a la fuerza. Si se intenta, revienta. Pero si no lo intentas abrir, revientas tu mismo. Aquí está el quid de la cuestión.
Luego estamos los soñadores. Los que a pesar de todo seguimos teniendo fe. Fe en los amigos, en el destino, en la ilusión, en los sueños, en el amor con esa definición tan bonita de “dar sin esperar recibir”. Los que somos capaces de consolar a unos niños que están llorando la muerte de nuestro capitán (Dani Jarque DEP) explicándoles que el camino sigue, que los recuerdos perdurarán, que la vida tiene sus desgracias pero que siempre hay que mirar hacia adelante, mientras por dentro nosotros mismos estamos destrozados. Los que se sobreponen a sus propios sentimientos intentando aliviar el mal ajeno. A muchos les sonará cursi, pero no por ello deja de ser una verdad aplastante. ¿Quién no se ha sentido feliz de verdad haciendo sonreír a un niño, o a un amigo, o a un amante; quien no disfruta ayudando a una persona necesitada? (Bueno, aquí igual me paso un poco, porque también existen “bestias” en el mundo, que no sienten nada más que ganas de comer, dormir, defecar, copular y poco más. Suerte que no conozco a muchos así, ni ganas que tengo.."Mala gente que camina y va apestando la tierra...")
Caminos, como titulo este comentario, los hay muchos. Y todos tienen en común una cosa: no permiten regresar. Varias veces he comentado ya temas similares: si lo analizas bien ni pasado ni presente existen: cualquier hecho, situación, mirada, grito, palabra, cualquier sentimiento, placer, odio, malestar o alegría, tal cual sucede desaparece. Y solamente te queda la senda, abierta de par en par, para que sigas avanzando. Y ese avance, ese camino que es la vida, es imparable. De nada sirve echar la vista atrás, como bien decía nuestro poeta, y ver la senda que nunca se ha de volver a pisar. A caminar, amigos, a caminar
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas,
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan adonde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos
descansan bajo la tierra.

(Antonio Machado)

lunes, 10 de agosto de 2009

21 lágrimas

Ayer nos reunimos todos en el nuevo estadio del Real Club Deportivo Español. Por una vez la razón no era un simple y lúdico partido de fútbol, sino el homenaje a un jugador, nuestro capitán, fallecido a destiempo, en un lugar lejano, unido en el instante de su muerte a su mujer y su futuro hijo por un simple y absurdo hilo telefónico, en la plenitud de su vida, con perspectivas de futuro inmejorables y toda la gloria por conquistar.
Y ahí, en ese nuevo estadio que acabamos de estrenar, que aún nos es extraño a todos, que no conocemos, que por el momento no nos provoca emociones porque carecemos de recuerdos de momentos inolvidables vividos en él, ahí, en Cornellá-el Prat, como lo siguen llamando, o en el Nou Sarriá, como nos gustaría a muchos que se llamara, nos juntamos decenas, cientos, miles de seguidores del Español para darle el último adiós a un chico joven que por desgracia no verá crecer a su vástago ni disfrutará de todo lo bonito que la vida le deparaba.
Y ese último adiós se bañó en lágrimas. Como tiene que ser. Los seres humanos lloramos, en mayor o menor medida, y lo hacemos por dolor, por alegría o por tristeza. Ayer tocaba tristeza. Y tocaba llorar.
Existen personas de lloro fácil, que por cualquier banalidad dejan escapar unas lágrimas y que, en casos más serios, se derrumban sin contención posible echando por los ojos sus sentimientos de rabia, dolor o tristeza.
También existen personas más templadas, que han sufrido lo suficiente en su vida para no llorar a la primera ocasión, personas que sienten y sufren igual que los demás pero que no expresan sus emociones de la misma forma que las anteriores. Personas curtidas en sufrimientos, personas que han perdido a familiares, que han sufrido maltratos o que han vivido tales decepciones en la vida que el recuerdo de estas les impide llorar a rienda suelta a la primera ocasión.
Finalmente tenemos a los duros. Personas que no lloran ni llorarán jamás. Están de vuelta de todo. Han perdido la fe y la esperanza. Ya no creen en nada porque las han visto de todos los colores. El dolor y la tristeza ya no consiguen arrancarles ni una simple lágrima, quedándose atascados los sentimientos en su interior, mordiendo sus entrañas sin que nadie se percate, a veces ni ellos mismos, de lo que están sintiendo. Podemos llamarles pragmáticos, o consecuentes, o realistas, o fríos, o escépticos.
Pues ayer estaban todos ahí: los del lloro fácil, que si ya se derrumban viendo un gol en el último minuto imaginaros como estaban ayer. Los templados, que al saber que en la vida existen dramas a mansalva, lloraron lo justo y necesario que les permite su idiosincrasia. Y los duros, que paseaban entre banderas, velas, lloriqueos y abrazos sin soltar ni una sola gota. Sufrirían igual, me imagino, que los demás, pero no se les notaba.
A, se me olvidaba, también estábamos nosotros. Los que lloramos porque queremos, porque somos pericos. Los que hemos compartido tantas emociones que con ver un álbum de fotografías de algún desplazamiento ya empezamos a sentir un cosquilleo. Los que nos encontramos a ex jugadores de nuestro equipo y nos parece que hayan juntado Navidad, Reyes y nuestro cumpleaños. Los que subimos por la antigua carretera de Sarriá y giramos la vista a la izquierda al llegar a la altura de nuestro anterior campo para no llorar o maldecir a alguien. Los que oímos la palabra Leverkusen y nos cagamos en la madre de todas las madres. Los que llevamos en nuestro equipaje algún playmobil blanquiazul u otro gadget que no conseguimos perder de ninguna manera, y mira que perdemos cosas. Los que gritaremos Dani, Dani, igual que antes gritamos Guijarro, o Mauri, o Canito, o muchos otros nombres. Los que lloramos por alegría y por pena al mismo tiempo. Los que no tenemos nada que esconder. Los que odiamos al Barza y lloramos de alegría cuando pierde. Los que nos sentimos unidos desde hace años, generaciones en muchos casos, por algo tan simple como una afición deportiva. Los que amamos al Real Club Deportivo Español. Y a sus jugadores, a su historia y su bandera. Y a sus ex-jugadores fallecidos.
Y a Dani Jarque. Caigan por él las 21 lágrimas de hoy.

jueves, 16 de julio de 2009

La travesía

Desde que yo era muy pequeño, toda mi familia y yo nos embarcábamos hacia principios de Septiembre en un barco llamado “El Español”. Era un barco familiar, ni demasiado grande ni demasiado pequeño, en el cual año tras año se producía el reencuentro con muchísima gente que tenía la misma afición. Atrás quedaban los meses de soledad en tierra, adormilados por el sol y el tedio del estío, cansados de los familiares pesados, de la arena en todos las rendijas de la casa y de nuestros cuerpos, de los bocadillos pringados en la playa saturada de personas desconocidas, de las colas en los chiringuitos, de la sangría poco cargada, de las camisetas sin mangas de los lolailos de otros barcos odiados y hartos de nunca conseguir llegar a tiempo a por la pelota de Nivea que tiraban año tras año desde avionetas o helicópteros. Gracias a Dios estos meses pasaban volando, y el gran día de la travesía se solía preparar con más de un mes antelación en un encuentro entre barcos amigos, que tenían nombres históricos o mitológicos como Júpiter, San Andrés, Europa . Atracaban ese día en el protegido puerto de Sarriá estos pequeños barquitos, con sus simpáticas tripulaciones autóctonas, y junto a nuestro bajel surcaban las aguas de ese mar tan nuestro que a las pocas semanas se nos abriría de par en par para nuestra travesía anual. Se limpiaban las cubiertas, se presentaba el nuevo mascarón de proa, que junto a nuestros colores blanco y azul siempre nos deparaba alguna sorpresa, se ajustaba el aparejo, se presentaba la nueva tripulación, y al finalizar se inscribía en el cuaderno de bitácora el nombre del barquito mejor preparado y engalanado. Aún en tierra disfrutábamos de bandas y majorettes, cánticos y desfiles, y con la misma ilusión de cada año nos preparábamos para la gran travesía. El capitán de nuestro velero pronunciaba un discurso lleno de esperanza, y nos emplazaba a todos a luchar contra los elementos, unidos, para compartir un viaje lleno de aventuras y desventuras, con el común objetivo de llegar a buen puerto, sanos y salvos, y poder seguir así con nuestra tradición anual.
Nos importaba poco la velocidad de nuestra embarcación, el oleaje producido por los adelantamientos de los grandiosos buques de otras aficiones, los siniestros ataques nocturnos de las tripulaciones enemigas para secuestrar a nuestros mejores marinos o el continuo embarrancar en las diferentes playas que enfilábamos a lo largo de nuestra travesía. Siempre salíamos a flote; la unión entre la tripulación, los oficiales, el capitán y nosotros, los pasajeros, era natural, forjada en años de convivencia, de sentimientos comunes, de amor por nuestro pequeño barquito en el cual todo el mundo remaba en la misma dirección, sin protagonismos ni motines, sin intentos de imitar al resto de la flota pero si cuidando al máximo nuestro pequeño tesoro pintado de azul y blanco.Pero llegaron malos tiempos. La envidia de unos y la codicia de otros propiciaron que nuestro pequeño puerto de Sarriá, en el cual anclábamos nuestras anuales ilusiones, quedara destrozado en una tarde de tormenta tropical. Aún recuerdo los truenos que se llevaron por delante muelles, dársenas y esclusas. Boyas y balizas flotaban por el agua, y finalmente cayó el faro y con ello la ilusión de muchos, muchísimos años.
Aún riéndose de nosotros las demás aficiones desde lo alto de sus puentes de mando conseguimos rescatar a nuestro pequeño barquito, y nos lo echamos al hombro en busca de un nuevo puerto en el que anclar nuestros corazones y reparar aletas, alerones y brazolas. En estos momentos ya empezaron a producirse los primeros motines y deserciones. Amigos de toda la vida se rindieron ante la evidencia que nuestro barquito sin su puerto no era nada, que en el gran mar que teníamos por delante poco podríamos hacer. Aún así lo intentamos, encontramos un puerto nuevo, muy grande y frío para nosotros, y nos instalamos en sus tinglados para repasar nuestra querida embarcación y prepararla para los nuevos retos, aunque en nuestro interior seguíamos soñando con el pequeño y recogido puertecito de Sarria, con su calor familiar tan intenso que cada vez que lo oíamos nombrar se nos escapaba una lágrima por nuestras mejillas enrojecidas por la rabia y el dolor.
Fueron duros años de lucha contra los elementos. Año tras año y tormenta tras tormenta nuestro navío amenazaba con irse a pique, la tripulación cambiaba, los oficiales también, el capitán ya no era de la casa, de los de siempre, sino alguien desconocido que se subió por la borda en un momento de descuido, pero, a pesar de todo, resistimos. Fueron abandonando el barco muchos pasajeros de toda la vida, hartos de soñar con algo que no volvería, los oficiales se rebelaron, algunos abandonaron y cambiaron la mar por una isla solitaria en la cual contar su dinero, otros nuevos se subieron al bote para ver si podían integrarse en esta agrupación tan familiar, y poco a poco hasta el último pasajero perdió la esperanza de volver a navegar en su pequeño barquito partiendo del acogedor puertecito que durante tantos años fue nuestra casa.
Pero los milagros existen, y en una de las últimas etapas de la última travesía, cuando ya toda la madera del barco gemía como si fuera a reventar en mil pedazos, cuando ya ni las burdas podían mantener firmes los mástiles del “Español”, un vigía nos gritó desde lo alto del palo mayor: “Puerto a la vista”. Conforme avanzábamos empezamos a distinguir las letras que ondeaban a la entrada del puerto…, primero vimos que acababa en “á” y al unísono pensamos todos “mira, como Sarriá”. Sabíamos que no era nuestro pequeño puerto arrasado años atrás, pero la emoción que nos embargaba nos convertía en simples niños que creen en hadas, duendes y cuentos con final feliz. Como era de esperar, no se llamaba así, sino “Cornellà”, pero bueno, tenía un aire a lo que habíamos tenido antaño. Y de golpe nos sentimos de nuevo marinos, nos embriagó la ilusión de echarnos de nuevo a la mar, de luchar contra los elementos, de navegar en libertad, contra viento y marea, en nuestro querido “Español”, para volver a ser lo que habíamos sido siempre, una pequeña familia dispuesta a afrontar unida esta nueva travesía.

martes, 7 de julio de 2009

Una gran responsabilidad, un gran honor

Como podéis ver todos en el encabezamiento de mi discreto cuaderno de bitácora, llamado blog por culpa de la globalidad imperante, en la cual todo aquello que no se exprese en inglés parece anticuado o rancio (cuando nuestro común idioma es de los más ricos y vivos), incluyo el siguiente subtítulo “¡España ha sido, es y será, pero depende de nosotros!”. Esta frase no está ahí para hacer bonito ni para dármelas de filósofo, sino que viene a expresar un sentimiento que he compartido toda mi vida con amigos y camaradas. Hay algún otro artículo por ahí abajo en el que hago referencia a dicho sentimiento: las ganas de luchar por unos ideales, por nuestra patria común; la constancia en nuestra forma de ser, no solamente mía sino de la mayoría de mis conocidos, el concepto de la vida como una lucha persistente por defender algo mejor, por ayudar a alcanzar mayores cotas de justicia, de libertad, de gloria y de honor para esta nuestra gran patria llamada España.
Cada uno lucha a su manera. Unos en su trabajo, cumpliendo con sus obligaciones y ayudando a los demás a progresar en su vida, con su liderazgo, sus consejos y su ejemplo; otros en su vida familiar, dando amor y educación a sus hijos; algunos toreando contra viento y marea en Barcelona, como el incomparable diestro José Tomás volvió a hacer el domingo pasado en nuestra querida plaza de toros Monumental de Barcelona, y muchos otros militando en partidos políticos, agrupaciones culturales o equipos deportivos; sacrificando su tiempo libre en acciones de voluntariado, ayudando en su parroquia los domingos, o simplemente cuidando a sus familiares necesitados o prestando soporte económico a personas que realmente lo necesitan. Mil formas hay para ayudar a nuestra empresa común que se llama España, y, cómo no, otras miles de maneras existen de no hacer nada por ella. De estas segundas prefiero no hablar demasiado, acabaría insultando a los patriotas de fin de semana, a la España del fútbol y la borrachera (que muy bien conozco yo), de 20 enes folclóricos que acaban convertidos en una tira de fotos de un “feisbuc” o en un video subtitulado en el “youtube” , no, de estas no quiero hablar. Quiero simplemente nombrar a las otras maneras de querer a España, que “haberlas, haylas”. Escribir en un diario, sacrificarse como edil de un partido en un ayuntamiento de la profunda Cataluña, ser locutor en una radio perseguida y estigmatizada, cantar y editar discos patrióticos, diseñar camisetas sin otro afán que ver nuestra bandera luciendo sobre bellos cuerpos en nuestras playas o como crear este nuevo espacio digital para mantener viva una cabecera histórica como “El Alcázar”, que aunque ya tenga poco que ver con el diario fundado durante el histórico asedio al Alcázar de Toledo y el posterior periódico que se mantuvo en pie hasta 1987, y que bastantes de mis lectores jamás habrán llegado a leer, sigue siendo un nombre importante y honroso; todo esto son actos que ennoblecen, que demuestran que en España sigue habiendo corazones que laten al unísono, almas que no entienden la vida sin lucha, en definitiva, personas, seres humanos, que no estamos aquí en este mundo de paso para consumir, disfrutar, robar y menospreciar, sino que queremos dejar para la posteridad un mundo con valores, con honor, con cultura, con historia, un legado para otras generaciones que puedan disfrutar y enorgullecerse de llamarse Españoles. Como me enorgullezco yo de poder escribir mis pequeños artículos en este cuaderno y que encima aparezcan enlazados bajo una cabecera tan preciada como “El Alcázar”. Lo dicho, una gran responsabilidad, un gran honor.

martes, 23 de junio de 2009

Sexo, fútbol y redes sociales

Lleva días rondándome la cabeza esta expresión, parafraseando el título de una película (Sex, Lies and Videotape) en su momento exitosa pero que jamás conseguí ver hasta el final. Sinceramente ni me acuerdo del contenido, pero tampoco importa, el título me vale como introducción.
Con los años que llevo metido en el mundo de Internet por razones laborales he sido testigo privilegiado de la evolución tecnológica, que ha permitido convertir los laboratorios de un círculo cerrado de científicos privilegiados que eran capaces de comunicarse a distancia, en un inmenso parque de atracciones en el cual no te cobran entrada, en un gigante patio de recreo en el que tienes a tu disposición todos los juegos posibles y donde encima te permiten hablar el idioma que quieres, sin comisarios políticos persiguiéndote a la esquina en la que querías dar el primer beso a tu primera novia para obligarte a pedir un “petó” en vez de un beso.
No quiero hablar de todo aquello tan consabido del mundo de Internet, del acceso generalizado a la cultura (¿Mande?), de la libertad de ser quien quieres y no quién eres, de las facilidades que tienes para estudiar, buscar, contactar, soñar, pero también de engañar, suplantar, exagerar, ocultar o negar cualquier cosa gracias al anonimato que permiten por ejemplo las redes sociales, sino del buen uso que se le puede dar, en determinados momentos, a estas herramientas de comunicación inmediata y masiva.
Pongamos el ejemplo tan simple como puede ser un partido de fútbol de la selección española. Hace años se anunciaba en el diario, se transmitía por la primera cadena de televisión (tampoco tenías mucho más, igual podías ver al recientemente fallecido David Carradine haciendo Kung Fu en el UHF y poco más), y todos los ciudadanos de España disfrutaban del partido, que en muchos casos acababa en derrota y encima siempre era en blanco y negro. Hoy en día el proceso es muy diferente, los medios de comunicación te bombardean con el evento, la publicidad se sube al carro de los colores nacionales y las calles de los pueblos y ciudades de España se llenan de pantallas gigantes …., ay, perdón, y las calles de algunos pueblos y ciudades del estado español se llenan de pantallas para disfrutar en comunidad las victorias de nuestra selección, transmitida en alta resolución, con colores deslumbrantes, himnos pegadizos y alegría generalizada que como máximo desemboca en una historia de amor imposible o en una borrachera superable a base de descanso, espidifen y buenos alimentos.
En otros pueblos y ciudades de ese “estado” español no sucede lo mismo. Manipulada su historia por una minoría nacionalista dispuesta a renegar de sus propios orígenes españoles para mantenerse en el poder, atontados los ciudadanos con un sistema escolar que esconde la verdad, convierte leyendas en dogma, les quita su idioma y les convierte en puras marionetas adictas a la telebasura, las tetas de plástico y las pastillas del día después, los partidos de selección nacional se ocultan, se silencian. No hay pantallas, no hay plazas para compartir unos sentimientos, y si alguien lo intenta siempre aparece algún desgraciado, seguro cobrador de subvenciones del gobierno nacionalista para estudiar el complejo proceso reproductor del cabrito catalán de la Alta Ribagorça, y acaba con las ilusiones de grandes y pequeños quemando la pantalla y jodiendo la marrana.
Pero, o milagro, quedan reductos de personas normales, unas nacidas aquí y otras venidas de regiones vecinas, que se sienten tan españolas como las bellas cordobesas, las simpáticas vallisoletanas o las preciosas Aguileñas (Murcia). Y contactan a través de las redes sociales. Y localizan un punto de encuentro en el que podrán disfrutar juntas de un simple partido de fútbol. Tampoco es pedir mucho. Y lo ven. Y la selección gana. Y por unos momentos las risas, las chanzas, los cánticos y la alegría compartida de un montón de gente, conocidos por un lado y desconocidos hasta 90 minutos antes por el otro, el de las redes sociales, te hacen sentir bien, te producen sensaciones de unidad, de solidaridad, de amor a una historia, un idioma y un carácter común, te hacen andar erguido y orgulloso de ser español, de ver un partido de tu selección en tu ciudad natal, Barcelona, y de conocer a gente que vale la pena.
Que dure el sueño. Del sexo ya hablaremos otro día. O de la guitarra.

miércoles, 27 de mayo de 2009

500 años de historia (para hablar de tetas y estudiar Igualdad)

Podría encabezar este artículo con cualquier otra cifra, 1.000 años, 2.000 años o bastantes más, si quisiera hacer referencia a la evolución de las diferentes culturas y civilizaciones del planeta tierra, pero me quedo en los 500 años por conmemorarse hoy el V centenario de una de las unidades militares más antiguas del mundo, el Regimiento de Infantería Soria nº 9. No voy a entrar en detalles sobre esta unidad, existe suficiente material al alcance de cualquiera para empaparse de las hazañas del Tercio de Nápoles a lo largo de estos 500 años. (Un breve resumen lo podéis encontrar en http://www.ejercito.mde.es/organizacion/soria9/).
De lo que quería hablar es de los 500 años que han transcurrido desde entonces. No hay duda de que las civilizaciones nacen, evolucionan, llegan a su apogeo, caen después en un lento o rápido declive y acaban pereciendo. Permanecen en la memoria aquellas culturas que dejan al resto de la humanidad una herencia de logros, hazañas, descubrimientos, avances sociales y tecnológicos. Quien no conoce hoy en día algún legado de las ancestrales culturas chinas, del Japón, del mundo germánico o de la hispanidad, para no hablar de babilonios, griegos o romanos. En mayor o menor medida somos todos deudores de estas civilizaciones, nuestra vida diaria se sustenta en dichos avances sociales, médicos, culturales, tecnológicos y hasta políticos (este último punto bastante discutible).
En el caso de España, y volviendo a los 500 años del título, la aportación a la evolución de la humanidad en estos 5 siglos es impresionante. Si tomamos como inicio del Siglo de Oro el descubrimiento de América en 1492 y alargamos la influencia hispana hasta el siglo XIX, no hay ciencia o arte a la que nuestros predecesores no hayan aportado gloria eterna. La literatura, la música, la geografía, la cartografía, física o medicina, la cultura en general y cualquier ámbito de la sociedad actual, en todo el mundo y en nuestro propio país, están impregnadas de 500 años de evolución.
Pero todo llega a su fin, tal como comentaba, y después de llegar a la cima, a culminar un apoteósico avanzar por la historia, estudiando, investigando, descubriendo, formando, aprendiendo, siendo en resumen seres humanos con intelecto y alma, y no un conglomerado de células que se han unido al azar o de forma sistemática a lo largo de los siglos, llegamos a nuestros días, al siglo XXI, punto de inflexión en nuestra historia. Puede ser que existan personas que no lo vean, por desgracia bastantes, personas ciegas a las que la cultura se las trae al pairo, a las que no les puedes hablar de evolución, de herencia cultural, del orgullo de una nación o de los avances que hemos aportado a la humanidad, pero los hechos son innegables, España, gloria durante siglos, se hunde en la absoluta mediocridad. La población es inculta, la sociedad es pobre en valores morales, espirituales y en los últimos tiempos hasta económicos, y para rizar el rizo nos gobiernan analfabetos, no ya funcionales, sino completos. Gente zafia, vacía, carente de la más mínima base cultural, inhumanos, falsos, egoístas, materialistas, en fin, gentuza. Nuestros gobernantes, nuestros ministros y últimamente sobre todo nuestras ministras, están demostrando que la evolución de cualquier sociedad o cultura tiene un límite, que el declive al final llega. Pongámonos todos tetas, neguemos la evidencia, contrastada por todos los estudios científicos del mundo, de que un feto es un ser humano, estudiemos la nueva carrera de Igualdad, y seremos por fin lo que han pretendido desde un inicio, todos iguales: igual de incultos, igual de lerdos, igual de materialistas, igual de esclavos. Y ellos seguirán allí, viviendo como reyes, ajenos al destrozo que han hecho a 500 y más años de cultura hispana, que se venera y respeta allende nuestras fronteras mucho más que en nuestra propia patria.
Qué pena.

miércoles, 6 de mayo de 2009

El 5 de Mayo, nueva fiesta nacional y de guardar

No hay duda de que la Wikipedia, admirada por muchos y denostada por otros tantos, sobre todo por aquellas personas cuyo nivel cultural está por encima de la media, también tiene su utilidad en casos concretos. Una de estas opciones prácticas es poder mirar las efemérides de cualquier día. Esta enciclopedia de dominio público contiene una página para todos y cada uno de los días del año, en la que salen listados todos aquellos hechos importantes acaecidos a lo largo de la historia.

Si miramos lo sucedido el 5 de Mayo a lo largo de la historia encontramos cosas interesantes, como puede ser la muerte de Napoleón en 1821 o la promulgación de la Ley de Sufragio Universal en España en 1890, curiosas como la declaración en 1936 por parte de Mussolini de que “Etiopía es Italiana” o superfluas como el hecho del 1984, año en el que la canción Diggiloo diggiley de los hermanos Herreys, gana por Suecia la XXIX Edición de Eurovisión.

Pero después de repasar todas esas fechas echo en falta una nueva referencia, que espero la corrija alguien cuanto antes: el 5 de Mayo del 2009, día de la Libertad de las Vascongadas.

Después de 30 años de dictadura nacionalista (aquí iría bien compararlo con los famosos 40 años de franquismo que nos restriegan día y noche tanto políticos como periodistas adictos a la mentira, porque de 30 a 40 años poca distancia hay, y si quieren hablar de dictaduras, pues hablemos), decía que después de 30 años de imposición de ideas minoritarias, históricamente falsas, basadas en inventadas leyendas y en inexistentes diferencias raciales nacidas en mentes enfermas como las de Sabino Arana y sus secuaces, por fin soplan vientos nuevos en esa parte tan entrañable de nuestra patria.

Que nadie me entienda mal, no comparto ideas, ni admiro ni voto a ninguno de los partidos políticos que han conseguido mediante pactos y compromisos bajo mano echar al cancerígeno nacionalismo del PNV del poder, pero sí que estoy con los que por fin podrán respirar esos aires nuevos, ver las verdes praderas de su patria chica que tuvieron que abandonar para no ser , en el mejor de los casos, marginados por una minoría violenta apoyada por el poder , o en el peor de ellos, por desgracia muy común en los últimos 30 años, asesinados o mutilados por pistoleros a sueldo protegidos por ese asqueroso partido que se arrogaba, hasta ahora, ser la única representación posible de los habitantes de las vascongadas.

Celebremos pues, a partir de ahora cada año, el día 5 de Mayo como el día en que las provincias vascuences volvieron a ser libres, y soñemos juntos de que lo mismo suceda pronto con otras regiones de España avasalladas por intereses sectarios y en la mayoría de los casos económicos, disfrazados de amores a patrias inexistentes extraídas de la chistera de la incultura y de odios, prefabricados y manipulados, a los compatriotas de las demás regiones de España.

PNV kanpora. Feliz 5 de Mayo.

lunes, 2 de marzo de 2009

Sobre derrotas y victorias

Hay derrotas que duelen menos y victorias que dejan indiferente. Me explico. Esta semana mi equipo de fútbol del alma ha sufrido su enésima derrota en casa. De ello no me puedo alegrar, pero si con este revés hago daño al otro equipo de la ciudad, el de los suizos, pues el dolor queda en menos y se puede superar con un poco de sarcasmo y un mucho de alcohol (o viceversa).
Por otro lado tenemos las victorias, como la conseguida este domingo pasado por el Partido Popular en las elecciones gallegas (lo de las provincias vascongadas no lo puedo considerar una victoria). ¿Debería alegrarme de este triunfo? La lógica me obliga a pensar que ya va bien que gane la derecha en Galicia, que así acabaremos con la dictadura del socialismo apegado al lujo y el derroche (una contradicción en sí) y del nacionalismo inculto y vengativo que siguiendo los ejemplos de Cataluña y las Vascongadas iba en camino de conseguir convertir a toda la juventud de una región en borregos seguidores de historias inventadas y leyendas manipuladas, hablando mal un dialecto creado a toda velocidad asegurando que es “gallego” y fracasando en el resto de asignaturas de su plan de estudios.
Pero por desgracia la lógica tiene poco que ver con la política, y más si cabe en un sistema partitocrático como el nuestro, en el que el interés máximo de los políticos es cumplir con el sagrado dogma de que “si sirve a los intereses del partido me sirve a mí, y por lo tanto a España, que soy yo”.
Albergo dudas, y serias, de que esta victoria en Galicia y el posible “cambio” de tendencia en las provincias vascongadas aporten algo a las necesidades de los ciudadanos de España, y menos aún al concepto de España en sí, que seguirá en grave peligro hasta que no aparezca una oposición ya no al partido gobernante de turno, sino al sistema de “casta política” hacia el que está derivando esta apócrifa democracia. En mi opinión no hay partido alguno (de los “big players” como dirían en el mundo empresarial) que realmente quiera cambiar algo por el bien de la patria y sus ciudadanos, lo que pretende esa “unión temporal de intereses” es seguir ahí, con su parte del pastel, que no por ser en ocasiones pequeña deja de ser apetecible y que a los pocos años volverá con toda seguridad un poco mayor en tamaño y prebendas asociadas. Coma yo mi pastel, sea gobernando o ejerciendo de ¿oposición?, y que lo demás se derrumbe a mi alrededor. (O ande yo caliente y ríase la gente)
Así de contradictorios son mis sentimientos ante una derrota, la deportiva, y una victoria, la política, que sinceramente me deja frío. (Podría haber acabado con alguna expresión soez al estilo del difunto actor gallego-catalán (rip), el cual si fuera creyente a las puertas del cielo seguro que usaría el idioma Español, idioma con el que triunfó como actor y al que menospreció en público tantas veces.)

lunes, 12 de enero de 2009

Una tarde de “concierto”…

Una tarde de “concierto”…
El sábado pasado me dediqué a uno de los entretenimientos cada vez más frecuentes en mi vida, el “dolce far niente” en absoluta soledad, entendido esto como el estado de relajación, contemplativo, en el que simplemente hago aquello que me pide el cuerpo y no tengo nadie a mi lado. Como podrás imaginar, querido lector, en estos casos no siempre consigo hacer todo aquello que me gustaría, no por falta de ganas sino por la ausencia de posibilidades, pero si que me permito leer alguna cosa placentera, ver alguna película en la que ganan los buenos de verdad (aunque sea difícil encontrar alguna), y, sobre todo, repasar mi modesta colección de cedés, piratas en su mayoría, seleccionar uno y escucharlo con tranquilidad.
Estaba yo en eso el sábado pasado cuando me topé con un concierto en directo de unos conocidos, llamados “Justo y los Pecadores”. Me permito decir conocidos aunque no tenga el placer de conocer en persona a los “pecadores”, pero si que traté en otra época a Justo, el cantante, con el que compartí alguna aventura en aquellos gloriosos años 80, inolvidable década que su buena música me hizo recordar con una cercanía imposible de explicar a aquellos que no la vivieron.
De golpe me sentí trasladado a otra época, a mi juventud, a unos tiempos en los que cada día representaba una nueva aventura, a momentos en los que no soñabas con el pasado sino que disfrutabas con el presente y te ilusionaba lo que pudiera traer el futuro. Me vi a mi mismo montado en mi añorada Vespa Primavera atacando las Costas de Garraf, me vinieron a la mente grandes recuerdos del servicio militar en Córdoba, que compartí con increíbles amigos del resto de España y un radiocassette estéreo que por lo menos pesaba 3 kilos (Google mediante era exactamente el mismo que el de la imagen que adjunto); recordé grandes conciertos en el insuperable Madrid de los 80, de Alaska, de Nacha Pop, de los Nikis.., eché de menos el “Pippermint” y el “Flores de Mayo”, en resumen, me lo pase pipa. (Esta expresión sonará rara a los jóvenes, pero sinceramente la prefiero al consabido "de puta madre").
Quien me lo iba a decir que un triste sábado se convertiría por la magia de unas buenas combinaciones de Sol, Re y Do, con algún Re7 intercalado, y de unas letras muy en línea con mis recuerdos, en una gloriosa tarde de invierno.Ahora me falta tener algún día la suerte de verlos actuar en directo y agradecerles en persona los buenos ratos que me han hecho pasar.
Gracias Justo, gracias Pecadores.P.D. Como muestra un botón: elige cualquiera de las canciones que puedes escuchar aquí, aunque yo te recomendaría “Bienvenidos al Bar”. http://www.justoylospecadores.com/videos.htm