martes, 29 de junio de 2021

Variantes

Leía ayer en el suplemento dominical XL (¡Cuantos recuerdos de las épocas en las que el suplemento de los diarios en el día del Señor era grueso, interesante y objeto de peleas familiares para adueñarse de él!) un artículo sobre el número de Dunbar y las nuevas teorías acerca de cuantas relaciones personales puede gestionar el cerebro humano.  Lo de poder tener un máximo de 150 amigos al parecer no encaja con nuestra nueva sociedad hiperconectada, hiperrelacionada, ávida de cantidad y no de calidad, algo necesario por otro lado para mantener en marcha la siniestra maquinaria de la publicidad, la manipulación y la sumisión. Tampoco me lo tomé muy en serio y apliqué el sistema de lectura en diagonal apropiado para escritos de este tipo, temas mainstream, de moda, impuestos y metidos en vena por todos los medios de comunicación mundiales al unísono. Ese periodismo de copia y pega lo que yo te diga, que es lo que se lleva. Y que por lo tanto ha dejado de ser periodismo y se ha convertido en pura mercadotecnia a las órdenes de quién sabe qué organismo, lobby, multinacional o gobierno mundial en la sombra. Munición para memes, campañas publicitarias, material espurio y efímero de mercadeo para las masas de ovejas iletradas y carentes de conocimientos y por lo tanto de opinión fundada.

Tres cuartos de lo mismo está pasando con el virus chino nacido en un laboratorio para dominar el mundo, bicho artificial que está(n) mutando con mayor rapidez que las siglas de los géneros inventados por los regres dementes, acólitos de Ireno Montere y demás ignorantes que se han apuntado al chollo de las gilipolleces y sus subyacentes chiringuitos tan rentables. Y atentos, que en el caso del virus vamos por la variante delta: no nos queda nada para llegar a la omega… y más allá. Como si fuera Orión.

Por no hablar de Greta Majareta, que visto que su perorata sobre el cambio climático está empezando a cojear y dejar de ser “monetizada” convenientemente, está introduciendo variantes a su manipulado, anticientífico y ridículo discurso: ahora toca hablar de géneros inventados, de sistemas políticos fallidos (e inventar de paso “su” democracia) y de fobias inexistentes. Con tal de que un mínimo porcentaje de sus seguidores aporte una parte de sus ahorrillos al bote común de los malditos oenejetas, voy que me chuto.

Igual sea esto la razón para acabar “científicamente” (esa ciencia que citan tanto les ministres de nuestra gobierna de inútilos vividores para justificar su manifiesta incapacidad) con la teoría de los 150 amigos de Dunbar e ir a por el millón de Roberto Carlos (el cantante, también citado en el susodicho artículo del suplemento semanal).


"Yo quiero tener un millón de amigos, y así a más gente poder engañar..."