Recuerdo como si fuera ayer un incendio en la falda del Tibidabo, esa que tan bien nos canta Loquillo; tendría yo 12 o 13 años, y nuestro padre, con su manía de vivir emociones fuertes e impresionar a los demás, o quizás con una intención didáctica hacia sus hijos, algo que dudo seriamente, nos metió a todos en el coche, y enfiló la carretera de Vallvidrera para ver el fuego de cerca. Ni hace falta decir que todo acabó a gritos, en discusiones con mi madre, en lloriqueos de mi hermana, y todo por el sinsentido de arriesgar nuestras vidas por la simple diversión de vernos pasar miedo. Igual exagero un poco, pero mi padre era así, había una cierta maldad violenta en sus actos, refrendada con este episodio de mi juventud que jamás olvidaré.
Viene esto a cuento de los terribles incendios que están asolando nuestra patria, incendios como casi siempre intencionados y habituales en época estival, por mucho que los medios oficiales (que son todos gracias a las millonarias subvenciones del gobierno para manipular la realidad y dominar al electorado) se empeñen en soltar la matraca de cada día: “los peores incendios desde que hay registros” (unos registros que siempre empiezan en el punto que interesa políticamente) y culpar, como no, al inexistente cambio climático, que no es más que un cuento para no dormir inventado en Bruselas para imponer su dictatorial Agenda 2030 y acabar con cualquier rastro de libertad en Europa. Como tan acertadamente lo definió ayer en un tuit el impagable Chino de China, @unchinodechina, “Dos detenidos por los incendios...Juan Cambio y José Climático”.
La penosa actuación del gobierno, la falta de medios (hay que apoyar el cultivo inclusivo y resiliente de aguacates en cualquier país del mundo antes que dedicar dinero a la prevención del fuego), las excusas varias de los cobardes ministros, el “y tú más” entre comunidades autónomas y gobierno central, el sucio cinismo del demente dictador desde su palacio en Lanzarote con su ya conocido “si necesitan ayuda, que la pidan”, todo ello es de tamaña desvergüenza, es tan asqueroso, es tan triste, que más vale no tuitear, por el miedo a ser acusado y detenido por no seguir el discurso oficial.
Porque lo que arde no es solamente el monte, esos bosques, esos campos, que son la base de nuestra tierra, lo que arde son nuestros corazones, viendo como el fuego arrasa con todo, sin que nadie le ponga freno. El que quiera detalles, que use cualquier buscador o IA para listar los incendios y añadir los proyectos energéticos, eólicos o solares. En la mayoría de los casos, hay planes de este tipo en marcha o planificados en la zona del incendio. ¿Casualidad? ¿Causalidad? Que cada cual piense lo que quiera. Yo lo tengo claro. Por mucho que la “Ley de Montes”, la Ley 43/2003, de 21 de noviembre, de Montes (modificada por última vez en 2015 y vigente en 2025), imponga restricciones a la urbanización de los terrenos, ya sabemos que hecha la ley, hecha la trampa, y dentro de las excepciones permitidas, está el comodín de siempre: “En casos excepcionales por razones imperiosas de interés público de primer orden, aprobadas por ley (autonómica o estatal), siempre que se compensen con la recuperación de una superficie forestal equivalente. No aplica a montes catalogados (protegidos)”, es decir, que el poder político puede decidir por su cuenta si se pueden instalar molinillos asesinos o placas solares contaminantes. Y ahí entran de nuevo la Agenda 2030 y el Pacto Verde, que de verde tiene bien poco, aparecen las multinacionales, las inversiones y las tan manidas y queridas comisiones, que son el maná de tanto político corrupto del bipartidismo que se ha empeñado en acabar con España. Pensemos en los olivares de Jaén, en los embalses, en las centrales nucleares…, en el monte que se quema. Todo apunta siempre a lo mismo y a los mismos. A los enemigos del bienestar, a los enemigos del pueblo español. A los enemigos de España.
Lo que arde son nuestras almas. Lo que arde es la rabia de tener a esta ralea destrozando todo lo que tocan y no gestionan. Los que ardemos somos nosotros cuando leemos tuits de Oscar Puente o escuchamos declaraciones de ninistras de cuota y seres malvados como Marlasca o Bolaños.
Cuando lo que tendría que arder (figuradamente, señores censores) son las sedes de Ferraz y Génova y el Palacio de la Mareta, donde felizmente veranea el enfermo mental con su corte de corruptos, donde Nerón Saunez toca la lira y se toca los huevos, mientras España se hunde un poco más en el barro y la miseria que nuestros políticos, las 17 taifas y el maligno bipartidismo están repartiendo por la piel de toro.
¡Despierta España!
En estos días vemos como la Guardia Civil vuelve a detener a otro culpable de los incendios en Castilla y León. Y sus nombres que no se publican no coinciden ni con Juan Cambio ni con José Climático.
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