viernes, 9 de julio de 2021

El circo de la tristeza

Todos recordamos el show “Alegría”, uno de los espectáculos más conocidos del “Cirque du Soleil”, creado en 1984 y convertido en una multinacional del circo, montaje espectacular que como casi todo llegó con unos cuantos años de retraso a España, como en su momento el show de “Viva la Gente”, los Harlem Globetrotters, los preservativos de colores o las cadenas de comida basura como McDonalds y similares.

Ese desfase temporal entre la llegada a Europa de algo nuevo y su penetración en España se ha ido reduciendo conforme han pasado los años desde el advenimiento de nuestra ¿democracia?, aunque sinceramente tengo mis dudas si esto es positivo o negativo. Porque mucho de lo que vamos importando del mundo globalizado y uniforme como simples consumidores sumisos de breves modas y cortos relatos, bien podrían habérselo quedado. O todo.


Lo que sin duda y lamentablemente llega con inmediatez a nuestra piel de toro es todo lo maligno. Somos como un imán que atrae todos los males: la falsa, subvencionada y planificada inmigración, la vergonzosa deformación del lenguaje, la imposición de las locuras de género, la música basura, la carne artificial, las inventadas catástrofes climáticas, las infinitas variantes de los virus artificiales o la banalización del sexo y el desprecio de la familia como unidad básica y fundamental de nuestra sociedad. Por citar algunas de las plagas globales que nos acechan y que ojalá tuvieran ese desfase, esos años de carencia, que disfrutábamos años ha. Más felices, sanos y unidos viviríamos. Sin duda.

Esa Europa que cada vez tiene menos que ver con lo que fue, esa civilización occidental ahora empeñada en suicidarse ante el globalitarismo: ese maldito “ismo”, es decir, esa imposición de “su globalización”, como el feminismo, el LGTBIQ+ismo y su demente relato, el oenejetismo y su falso altruismo “Made for Instagram” o el naZionalismo con su vomitiva y supuesta superioridad cultural o racial. Todos estos “ismos” totalitarios, déspotas y retrógrados. De ahí que siempre llame “regres” a los supuestos “progres”, aunque ellos sean incapaces de entenderlo. Algo que siempre me hace recordar unos de nuestros cánticos de juventud: “Contra la derecha, revolución, contra la izquierda, educación”. Viendo a los hermanos Garzón (que poco tienen que ver con los ilustres hermanos Pinzón), lo de la falta de educación salta a la vista.

Ese (no)pensamiento único que poco bueno está aportando a la unidad política y económica llamada como la hija más bella de Agenor, rey de Tira. O quién fuera, porque del origen etimológico de la palabra “Europa” hay más versiones que del "Yesterday" de los Beatles. Que ya son versiones.  Claro que, si las influencias que llegan a nuestra patria fueran de países punteros en la defensa de los valores occidentales y cristianos, como Hungría, Polonia o Eslovenia, aún podríamos apreciar el hecho de ser parte de Europa, pero por desgracia nos es así: lo que nos llega y se nos impone son las locuras y los desvaríos de los mafiosos de Bruselas, con sus países herejes, sumisos y cómplices, encabezados por Alemania, Francia, Bélgica, Holanda y el resto de bárbaros del norte.

Ver todo este declive social, cultural, moral y espiritual, está generando una gran tristeza en aquellas personas (que las hay) que han dedicado su vida a luchar por algo más que sus propios intereses. Ciudadanos concienciados que han batallado por una sociedad culta, justa y libre, aunque con tal de que fuera culta lo demás seguiría de forma natural. De ahí que ya no haya que aprobar para pasar de curso u obtener un título. Tontos y sumisos nos quieren.

Y ahí estamos, en ese circo de la tristeza en el que somos los apesadumbrados payasos, las fieras amaestradas, los mimos sin voz ni voto. Un desgraciado espectáculo al que asisten alborozados en una de las gradas los espectadores islamistas, en la de enfrente dictadores de todos los colores, razas e ismos conocidos y ocupando el resto del aforo los felices chinitos, viendo como Occidente se desgañita en números circenses sin entrenamiento previo y sin red que les proteja. Bien separados en la grada, cada uno de estos colectivos sometido a su absolutismo local, pero unidos en el objetivo de acabar con más de 3.000 años de evolución social y cultural de Occidente y devolvernos a la Edad del Cobre, como mínimo.


Ojalá volviera a ser Zeus el que raptara a Europa. Y no toda esta banda de malnacidos.


 

¡Despierta, España! ¡Despierta, Europa!