jueves, 19 de abril de 2012

20 minutos en el presente


Alguno de mis fieles lectores igual se acuerda de un personaje digitalizado, si es que a los efectos especiales del final de la década de los 80 los podemos llamar así, llamado Max Headroom.  Se trataba de la historia de un reportero que descubría la manipulación oculta que realizaba su cadena de televisión insertando “blipverts” (frente a adverts), mini mensajes camuflados en programas o anuncios, para enviar informaciones subliminales a la audiencia. La película basada en este personaje se llamaba “20 minutos en el futuro”, de ahí el título de mi artículo.
Esta película, posteriormente convertida en serie, no trataba sobre nada nuevo sobre la faz de la tierra: el poder, sea visible u oculto, siempre se ha dedicado a la manipulación de su público, con el fin último de mantenerse en esa posición de privilegio, manejar los hilos de las marionetas a su cargo y vivir de la inocencia, estupidez, incultura y, sobre todo, del esfuerzo de los demás. No hace falta que relate a mis preparados y cultos lectores los cientos de ejemplos conocidos en la historia, los Grandes Hermanos, las estrategias propagandísticas de los sistemas dictatoriales, sobre todo los comunistas y socialistas,  las manipulaciones informativas de los grandes gobiernos sobre hechos históricos, los descuidos de los mezcladores de las televisiones públicas y privadas insertando imágenes de “enemigos” fuera de contexto en reportajes sobre  violencia, maldades o calamidades, algo muy en boga por cierto en nuestras televisiones patrias, o las últimas patrañas inventadas por lady Botox Kirchner y su adlátere (¿y no será más que eso?), el inefable neokeynesiano Axel Kicillof, para justificar el expolio de una multinacional española. Patrañas a las que por cierto los argentinos son muy aficionados: ¿quién no conoce a un argentino guapo, alto, de ojos verdes, dicharachero, pero sobre todo, mentiroso, exagerado y engatusador?
Pero lo que me ha llevado a recordar a Max Headroom y sus coloridos fondos de pantalla no han sido ni las actuaciones teatrales de la nueva Evita, ni la escenificación de arrepentimiento del Borbón que encabeza nuestro estado, actuación esta que ha calmado a las fieras en un santiamén, cuál bálsamo de fierabrás que cura todo, y que ha obrado el milagro de que donde ayer todos decían digo y se rasgaban las vestiduras pidiendo una nueva república, la renuncia del rey,  más tiros a los pies de sus nietos y sexo gratuito con su nuera, por aquello de enseñarle algún juego erótico que no haya probado en su dilatada carrera, hoy dicen Diego y se proclaman orgullosos de su Majestad, como si cuatro palabras balbuceadas solucionaran todos los problemas que nos afectan hoy en día en España y facilitaran olvidar el pasado poco glorioso del actual monarca y su familia; nada de todo esto me ha incitado a escribir esto, sino algo mucho más grave, por lo menos en mi opinión: la absoluta y constante manipulación que lleva a cabo el nacionalismo catalán  en todos los ámbitos. Me explico.
Después de más de 40 años viviendo en Barcelona, mi ciudad de nacimiento, mi patria chica y cuna de mi equipo del alma, el más que centenario Real Club Deportivo Español (esto lo detallo para aquellos tan manipulados que hasta ignoran que Catalunya es más que un Club, que aparte del Bar$a  también existen el Español, el Júpiter, el Europa, el Joventut y cientos más), ahora llevo residiendo desde hace unos meses en Madrid, España (no en otra de las 9 ciudades llamadas igual en el mundo).
Y aquí, a unos pocos cientos de kilómetros de Barcelona,  se siguen los temas políticos, el fútbol, la economía y las noticias de sociedad igual que ahí, pero con una gran diferencia: en la calle, en el día a día, existe una tolerancia absoluta hacia las opiniones de los demás, por muy diversas que sean, y, sobre todo, no se convierte absolutamente cada detalle, cada gesto, cada palabra, cada bandera, cada cántico, en un agravio, en un ataque a la identidad del otro ni en una oscura intención de acabar con algo o con alguien. Las personas no viven obsesionadas, ni todo gira en torno al Madrid, al Atlético, al Rayo o a los catalanes o vascos, ni todas las conversaciones versan sobre lo malo que es tal político, lo explotadores que son los de la región de al lado y lo poco que tenemos que ver históricamente con los vecinos del 4º1ª.
Es como haberse trasladado, por fin,  a un mundo normal, en el que existe la libertad, en el que las diferencias no se convierten en obstáculos infranqueables, en el que las aficiones y las ideas no son sinónimo de odios y venganzas, en el que puedes opinar, contradecir y discutir sin que te tachen de loco, de enfermo, de reaccionario o de fascista.
En resumen, que la obsesiva e insistente manipulación a la que se ven sometidos los ciudadanos en Barcelona, en Cataluña (y supongo que pasará tres cuartos de lo mismo en las vascongadas), y el constante goteo de “blipverts”, de pequeñas manipulaciones de la realidad que van entrando en tu subconsciente, y que al final, a base de insistencia, asumes como normales, han desparecido de golpe de mi vida. Y no ha sido por cambiar de hábitos o de ideas ni por dejar de leer la misma prensa que leía en Barcelona, no, ha sido simplemente por dejar de estar sometido al dictado del nacionalismo que impregna hasta el aire que se respira en mi tan bonita y añorada Barcelona.
Porque ayer tuve el pronto de sintonizar durante unos pocos minutos el canal por satélite de la corporación de radio y televisión catalana, y fue en ese preciso momento cuando de golpe recordé a Max Headroom y comprendí que este periodista virtual se adelantó a la realidad en más de 30 años, y que la cadena perversa para la que trabajaba, que insertaba cuñas imperceptibles en el subconsciente de los ciudadanos, no se llamaba Network 23, sino TV Three.  No doubt.

lunes, 9 de abril de 2012

España, ese gran lupanar


Lupanar,  burdel, congal, prostíbulo, casa de citas, casa de lenocinio, casa de putas, casa de trato, casa pública, quilombo, bar de camareras, night-club, sala de masajes , mancebía o simplemente “el puti”. No será por falta de palabras en nuestra querida lengua española que dejemos de nombrar ese lugar tan visitado por los españoles y tan manido en estos últimos días a raíz de la próxima irrupción del vicio importado directamente desde “Las Vegas”. Si por lo menos el origen del capital inversor viniera de “The meadows”, pero no, hasta el nombre es de proveniencia hispana. Qué le vamos a hacer. Y arriba digo  visitado por “españoles” con toda la intención del mundo.
Porque en la vida hay pocas cosas que me solivianten más que la falsa moral y la hipocresía de los españoles cuando se habla de estos temas. Igual las ayudas arbitrales al Barza (siento ser repetitivo, pero el Villarato está ahí, enquistado en nuestra sociedad al igual que el puterío), la incultura de algunas ex ministras o la desfachatez de bautistas, urdangarines o millets, podrían crispar mis ánimos en un momento dado, pero comparado con la rabia que me producen los discursos fariseos de la inmensa mayoría de mis conciudadanos cuando se habla de la prostitución, serían como un chiste malo de Eugenio (D.E.P.) (si es que tuvo chistes malos).

Los ilustres columnistas de la prensa que suelo leer, la del fondo a la derecha (la de muy al fondo y muy a la derecha), están rasgándose las vestiduras en estas últimas semanas por los artículos, vídeo-reportajes y demás comentarios críticos sobre España y su “tan conocida afición” por los mujeres que fuman, que están publicando tanto en el resto de Europa como en los “castos” EE.UU. de América. 
Pero en vez de quedarse calladitos, que es como están más guapos, estos periodistas sacan a relucir su falsa y exagerada indignación ante los insultos que los países bárbaros del Norte están vertiendo a raudales sobre nuestra casta, pudorosa, religiosa y familiar tierra patria. Desconozco lo que estará diciendo la “otra” prensa, la de la tan culta e intelectual izquierda, pero, sinceramente, y nunca mejor dicho, me la trae floja (discúlpeme el lector por esta expresión, pero no me podrá negar que viene como anillo al dedo).

Seamos serios, queridos amigos nacidos y residentes en la piel de toro. España, por suerte o por desgracia, allá cada cual con sus valores morales, ha sido, es y, salvo que caiga sobre nosotros un Armagedón milagroso y purificante, será un país en el cual la prostitución es parte intrínseca de su propia cultura y de sus raíces. 
No hace falta que hagamos un repaso a nuestra historia, nuestra literatura o cualquier otra de las bellas artes. Todos sabemos muy bien de lo que estamos hablando, desde la literatura medieval, pasando por el recientemente desaparecido Codex Calixtinus y los cuadros de nuestros más ilustres pintores hasta las letras de nuestros “hits” musicales de cualquier época, los españoles siempre hemos considerado la prostitución como parte de nuestras opciones de ocio. Desligando la parte espiritual que debería de ser consustancial a cualquier relación sexual, por lo menos en mi opinión, el sexo de pago ha sido banalizado de tal forma en nuestra cultura desde hace siglos,  que da vergüenza ajena que alguien ahora ponga el grito en el cielo porque los demás países se estén cebando con nosotros.
Y no es que lo hagan en estos precisos momentos por altos valores morales, que en estos temas poco se diferencian los nórdicos de nosotros. Las campañas mediáticas que estamos sufriendo en la actualidad se deben simple y llanamente a los celos que tienen los demás países de que, si todo sigue su cauce previsto, un empresario norteamericano desembarque en Alcorcón o en el Prado del Llobregat para montar un complejo de ocio ligado al juego, el espectáculo y, obviamente, al sexo sin amor. Ahora que escribo Prado del Llobregat en vez de Prat me doy cuenta de lo interesante que sería esta ubicación para los yanquis: un prado es una vega, por lo que podrían llamarlo sin pudor Las Vegas 2. Aunque no quiero enemistarme  con mis nuevos conciudadanos madrileños y votar en contra de los intereses de esta región, por lo que seguiré opinando que es mejor el terreno desértico de la comunidad de Madrid que estropear el área protegida de la desembocadura del río Llobregat, parque natural rico en especies y cuna de la denominación de origen del sabroso pollo de la raza Prat. Tema este último que seguro que acabaría convirtiéndose en un chiste muy fácil, el de la polla del Prat. Con perdón. Otra razón para votar por Alcorcón, aunque rime con..., mejor dejarlo.
Por otro lado, y en brava y gallarda defensa de nuestra sangre y herencia cultural, hay que dejar bien claro que los demás países no andan muy lejos en lo que se refiere al sexo de pago. Desde los mega-prostíbulos más grandes del mundo construidos en Alemania hace unos  años para saciar el hambre de amor de los hinchas futbolísticos, hasta la prostitución institucionalizada en las repúblicas bálticas o Rusia, pasando por la regulada gestión carnal holandesa o la nada discreta vida sexual a lo “bunga bunga” del ínclito presidente italiano Berlusconi, aplaudida y admirada de soslayo por la mayoría de sus conciudadanos, sabemos muy bien que en todos los países cuecen habas.  
Los únicos que igual se podrían salvar en este caso son los ingleses, dado que ellos prefieren la compañía del dios Bacco a cualquier otro placer mundano y ellas nunca han pedido dinero a cambio de favores sexuales, lo hacen directamente, por naturaleza y sin ningún tipo de pudor ni higiene; e igual los portugueses, que siempre afirmarán con rotundidad que en su país no hay mujeres de mal vivir y que tienen que desplazarse a España para ese fin. Algo comprensible teniendo en cuenta que las féminas de dicha nación lucen en su mayoría tal bigote que en el servicio militar portugués nunca tuvieron que recurrir al bromuro para calmar las ansias juveniles de sus reclutas; adorno peludo éste que, salvo desviaciones contra-natura,  acaba con la libido de cualquier hombre hecho y derecho.
En resumen, queridos periodistas, dejad de rasgaros las vestiduras ante los insultos que vengan de allende los pirineos, poneros delante del espejo, y, con toda la sinceridad del mundo, admitid que este país es un país de puteros. Y no acepto la falsa excusa de que en España hay tantas prostitutas porque es necesario saciar a los millones de turistas sexuales que nos visitan cada año con este fin: las cientos de miles de meretrices que pueblan nuestra tierra comen cada día, no solamente en época de vacaciones.

Y tampoco creo que los polígonos industriales de Madrid, Barcelona, Bilbao o Valencia sean parte del paquete turístico contratado en “Trivago” por los extranjeros que nos visitan cada año, ni que el sinfín de casitas con luces rojas de nuestras tan queridas carreteras nacionales, las que parten desde la Puerta del Sol y empiezan por la letra ene, lleven este distintivo para proclamar que “No somos puteros”.  

Más bien creo que la llevan para remarcar lo de “Nosotros primero.”


domingo, 8 de abril de 2012

España, esa larga procesión


Con la Semana Santa recién finalizada en la jornada de hoy, para los católicos creyentes el día más importante del año, la Pascua de Resurrección, acaba también un fin de semana largo de asueto, viajes y consumo para una parte de los ciudadanos de España. 
Para otros muchos, la situación económica que sufrimos (excluidos, como no, aquellos que deberían de velar por el bien de la nación, ya sea en el poder o en la oposición, por su vocación en el caso de los políticos opositores y por su promesa o juramento prestado en el caso de los gobernantes, que se libran en ambos casos de cualquier crisis sin que la mayoría alelada se inmute), esta Semana Santa habrá significado la renuncia al viaje a la costa o a la montaña, por no hablar de las añoradas salidas al extranjero que no recuperaremos en mucho tiempo, a no ser que algunos manipuladores en Cataluña o las Vascongadas den el paso definitivo y planteen su salida de la nación común (esa patria forjada por nuestros héroes, escritores, inventores y gobernantes durante muchos, mucho siglos, cuya historia tergiversan a su antojo y convierten en enemiga en sus respectivos sistemas educativos totalitarios),  y una visita a Barcelona o a Bilbao precise trámites previos, visados y hasta vacunas

Pero gracias a Dios, como bien describe mi admirado Juan Carlos Girauta hoy en ABC, una posible independencia de partes de España está muy lejos de la realidad, tanto como que los árbitros juzguen por igual al Barza que al Real Madrid o al RCD Español (esto último es mío, no de Juan Carlos, obviamente). Si en cualquiera de estas dos regiones (cantones, aldeas, taifas, nacioncillas, autonomías o como quieran llamarlas) se planteara una consulta popular “oficial” y seria sobre su destino, este acabaría siendo una unidad en lo universal, como bien definió José Antonio hace ya casi un siglo. Más aún en los tiempos de globalización que corren, en la dependencia económica que tienen unas regiones de otras y, sobre todo, en la realidad social de dichas autonomías, en las que a la mayoría seria, silenciosa, sufrida y trabajadora se la traen al pairo los mitos nacionalistas, los supuestos robos que sufren por parte del resto de España o los concursos autóctonos de arrastrar bueyes o bailar las milenarias sardanas inventadas por un jienense hace poco más de un siglo. 
Lo que le importa a la gente es el día a día, es pagar la factura del gas, es poder dar de comer a sus hijos y poder hablarles en su idioma materno. Encima, para rematar,  todos se saben y se sienten españoles, por muchas sandeces que suelten los medios afines y subvencionados con encuestas sesgadas y celebradas de tapadillo en calçotadas populares o aquelarres vascones, o por mucho ruido que hagan cuatro histéricos manipulados por los poderes ocultos y oscuros del empresariado nacionalista (y sus lacayos políticos a sueldo), elementos estos que usarían hasta las urnas con las cenizas de sus ancestros para guardar sus pingües beneficios y sus prebendas a buen recaudo ante el inexistente robo centralista.
Siendo pues imposible salir de viaje por la falta de parné, una gran parte de la ciudadanía se ha volcado, donde la lluvia lo ha permitido, en la asistencia a las procesiones de Semana Santa, tan ricas, emocionantes y variadas, que se celebran en nuestra piel de toro, de Norte a Sur y de Este a Oeste, incluyendo, claro está, Cataluña y las Vascongadas, aunque ahí las conviertan en muy suyas y diferentes a las del resto de España, otro sinsentido al tratarse de celebraciones religiosas y encima de una religión común y compartida. Pero no les demos ideas desde aquí, no vaya a ser que planteen una nueva herejía, cual Luteros del siglo XXI, y veamos a Arturito Mas o Patchi López clavar un “stick” usb en el ordenador de la Conferencia Episcopal desafiando a la unidad de la Iglesia española.  
Y tampoco nos vamos a engañar a estas alturas: la asistencia a las procesiones tiene, por desgracia, mucho más de folclore que de fe cristiana, y en tiempos de crisis y necesidad, como bien es sabido, todo el mundo recurre a las fuerzas superiores, ya sean religiosas (como nos demostró ayer hasta el dictador  “bolivariano” Hugo Chavez asistiendo a una misa por su curación), o pura superstición, como consultar a videntes, brujas o ir a echar un cartón al bingo de la esquina. Cuanta más crisis, más suben las recaudaciones de los juegos de azar y de los falsos profetas con sus tarots comprados en un “Todo a 1 eulo”. Algo comprensible, por otro lado, siguiendo el clásico dicho español “de perdidos, al río”. En esto no cambiaremos nunca, a los españoles siempre nos ha gustado seguir el refranero popular: sobre todo cuando nos hace falta.

Yo he tenido el honor de participar por primera vez de forma activa en una de estas procesiones (muchas gracias Raúl), la del Santo Entierro en Madrid, y ha sido una experiencia enriquecedora en muchos aspectos. Dejando a un lado la parte mística o religiosa, por la que participé y cuyos efectos son  tan personales que no pintan nada en este artículo, el “teatro” que se monta alrededor de una procesión tiene, por desgracia, mucho  verbena y poco de recogimiento espiritual o de acto de fe. 
Tampoco es que descubra nada nuevo, pero verlo desde dentro, con la ventaja del anonimato absoluto que te otorga el verdugo que cubre tu cabeza y te oculta ante los demás, sean conocidos o extraños, es una dimensión nueva que da mucho que pensar. Después de pasear durante casi 3 horas por el centro de Madrid, con un cirio en la mano y escuchando a centímetros de mí comentarios, conversaciones banales, risas, alguna que otra blasfemia y (menos) oraciones o peticiones, entiendo muy bien la afición de los anti-sistema  por encapucharse a las primeras de cambio, o la capucha de rigor que llevaba el verdugo en otras épocas. De golpe te encuentras fuera de la sociedad, ves y oyes sin tener que hablar ni ser reconocido. Como si fueras invisible. Es la impunidad absoluta, aunque en el caso de los nazarenos su objetivo sea bueno y, en muchos casos, sentido, y en cambio si hablamos de los anti-sistema este camuflaje se convierta en un arma maligna muy bien aprovechada. Por un lado les permite ocultarse y por otro psicológicamente les libera de tal forma que de golpe se sienten como si estuvieran por encima del bien y del mal. Así acaban reventando cafeterías y saqueando tiendas de moda. Me imagino que en el caso de los disfraces de carnaval los sentimientos  serán similares, aunque habiendo pasado tantos años desde que me puse mi último disfraz (exceptuando el traje, la camisa y la corbata de rigor del día a día), no recuerdo haberme sentido tan extraño como me sentí ayer desfilando como nazareno por el corazón de nuestra España, a la que, por muchas rogativas que lancemos al cielo, le queda una procesión muy larga por delante.
Y encima con los políticos, sobre todo los nacionalistas,  vestidos permanentemente de nazarenos, escondidos sin dar la cara ante el ciudadano, cual verdugos a punto de separar nuestra cabeza del tronco común llamado ESPAÑA.

P.D. Leer el especial del diario ABC de hoy, dedicado a elogiar nuestra patria común y a realzar los valores españoles, ha sido una gran alegría, más aún por su coincidencia con el Domingo de Resurrección, aunque da mucho que pensar¿Tanto miedo hay al nacionalismo que tengan que salir a la palestra políticos, artistas, militares y deportistas a loar la grandeza y riqueza de España? ¿O se está cociendo algo más que no sabemos y de verdad existe la posibilidad de que algún zumbado llevé adelante un intento de separación de España? 
Yo, después de disfrutar de todos y cada uno de los artículos, me he quedado con la duda rondando mi cabeza, ya liberada del verdugo negro que lucía ayer.

P.D.D. Han pasado escasas 12 horas y "La Tercera" del ABC abre con con un artículo de Javier Rupérez titulado "El desguace de la nación española". Lo escrito por mi más arriba parece un cuento de niños ante este análisis. Vamos mal, amigos, muy mal.