miércoles, 14 de junio de 2023

Todos morimos en Paracuellos

La imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia,

 que es un nombre elegante para la ignorancia.

G.K. Chesterton

 

 


Hace unos días un conocido empresario y tuitero en sus periodos de fijo discontinuo, escribía:” La realidad es que tú y yo habríamos muerto juntos en la fosa de Paracuellos”. Y no le falta razón.

 

Si tomamos los viles asesinatos de Paracuellos del Jarama (como los de Aravaca, Soto de la Aldovea y demás lugares del genocidio rojo) como culminación del sangriento proceso revolucionario y golpista del Frente Popular (la coalición Frankenstein de entonces), no hay duda de que hoy en día, si los actuales gobernantes actuaran según sus instintos, muchos inocentes acabaríamos fusilados ante una tapia y enterrados en una fosa común.

 

La izquierda, esa amalgama de vengativos, inútiles, iletrados y violentos elementos, que pocos osan llamar “extrema izquierda”, por aquello de no ser tachados de fascistas, no ha cambiado en los últimos 140 años. Ni un ápice.

 

No hay que ser muy leído para saber que la izquierda no ha respetado jamás ni a las personas, ni la democracia, ni la libertad, ni la justicia. Aquí y allá, en otras épocas y en el presente, entonces en Rusia, en los países anexionados después de la II Guerra Mundial, en China, en Camboya, en Vietnam, en Cuba, y hoy en día en Venezuela, en Cuba, en China, en Nicaragua, en Brasil, en México y hasta en Canadá, en los EE. UU. y en nuestra patria, España.

 

La izquierda, esa masa amorfa que se llena la boca con bonitas palabras y frases hechas, que alegremente se arroga portadora de valores eternos que en el fondo desprecia, como son la libertad o la igualdad; esa extrema izquierda (no hay otra) siempre ha actuado de la misma forma: utilizar las instituciones democráticas para llegar al poder, y una vez instalada, acabar con todas dichas instituciones de forma sistemática para perpetuarse en él (poder). Y en el caso de que pinten bastos, en las situaciones en las que la voluntad popular decide echarles y opta por levantarse ante la inutilidad y la maldad de todo aquel que se proclama de izquierdas, los déspotas de turno no lo aceptan. Ponen en marcha su infantil pero eficaz máquina propagandística, invierten la realidad, tachan de malos a los buenos, de muy buenos a los suyos, cuando son los depravados, manipulan, sesgan, inventan. Todo con tal de no ceder el poder, aunque sea la libre, mayoritaria y democrática decisión de todo un pueblo.

 

Y así volvemos a estar hoy en día, en pleno siglo XXI, con la izquierda derrotada luchando panza arriba y con todas las malas artes existentes, para evitar su caída y con ello la de sus cientos de miles de peones que tiene colocados en todas y cada una de las instituciones del estado, desde las instancias más altas hasta el más ínfimo e insignificante ayuntamiento.

 

Si la ley vigente permite los pactos entre partidos para lograr la mayoría, para ellos solamente es válido si la balanza cae de su lado. En caso contrario recurren a sucias maniobras, mienten sobre previas mentiras, se alían con quien haga falta, hasta con Satán, atacan sin piedad a los candidatos de la oposición, rebuscan en su pasado y en su presente para encontrar cualquier clavo al que asirse para no perder el poder.

 

Y no, que ya veo venir a los pocos lectores siniestros que pueda tener, la derecha no hace lo mismo. Por ello la extrema izquierda es incapaz de argumentar sin recurrir a hechos lejanos, a guerras civiles (que ellos iniciaron) o a dictaduras que nunca fueron tan duras como quieren vendernos (y a las que tampoco combatieron cuando tocaba); los siniestros no tienen ni un argumento que sustente sus campañas contra la oposición que les ha derrotado limpia y ampliamente en las urnas; esos recipientes que tanto les gustan cuando los pueden rellenar detrás de una cortina, pero que detestan cuando son públicos y auditables.

 

La izquierda no cree, ni ha creído jamás, en la libertad, en la igualdad o en la justicia, como ya apuntaba antes. La izquierda solamente ambiciona el poder. Y no para hacer el bien, como proclaman durante sus manipuladoras campañas electorales plagadas de mentiras: su objetivo es simplemente mandar, imponer sus ideas, que no ideales, subyugar a todo aquel que no piense igual, desmontar las instituciones democráticas, unir los diferentes poderes, colocar a sus peones en todos los puestos necesarios, arruinar el país mientras ellos se enriquecen y perpetuar así su vil dictadura.

 

Y todo ello lo perpetran con un dispendio descomunal de dinero de todos los ciudadanos, con globos de colores, bocadillos de chóped por la “feis”, Yolandas bailando y Pedros volando, lemas y logotipos chulísimos, canciones pegadizas, promesas imposibles de cumplir, regalos y prebendas, frases sin sentido pero impactantes para sus incautos y poco despiertos votantes (por no llamarles lerdos), infamias contra el contrincante, manipulación de la realidad, sabotajes, chantajes….

 

Por fas o por nefas, tienen que vencer.

 

Y cuando no consiguen sus sucios objetivos, recurren directamente a la violencia. Y atentos, que no lo ocultan: ya lo están anunciando tan panchos en sus medios, prometiendo ruido y disturbios si alguien osa quitarles sus privilegios; conspiran y amenazan. Como siempre. 

 

Y no dudemos nunca que si hiciera falta encerrarían, torturarían y asesinarían. Véase cómo funcionan hoy en día en sus feudos, las moribundas dictaduras hispanoamericanas, la opaca Corea del Norte o la abominable China. Donde encierran, torturan y asesinan día sí, día también.

 

Para acabar, un guiño lingüístico: tengamos presente que en muchos de los verbos regulares de nuestra querida lengua española, el presente y el pretérito perfecto de la primera persona en plural, coinciden.

 

Como en el verbo morir: morimos en el pasado, morimos hoy.

 

De alguna forma, todos morimos en Paracuellos.



2 comentarios:

  1. Cris cris11:09 a. m.

    Genial explicación, de los miserables izquierdosos, apestan.

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  2. Pues si, no puedo estar más de acuerdo con todo el texto.
    La Izquierda es UNA y solo UNA. Partidos y movimientos no son más que estructuras sociales y electorales creadas para acaparar los apoyos que necesitan para avanzar hacia su Proyecto común, que no es más que el mismo Comunismo soñado por sus antepasados ideológicos. Desde la Izquierda más abyecta, la de ETA y ERC, hasta la más liviana e inocente, la que llaman "socialdemocracia", coinciden en unos objetivos superiores y comunes.
    Esto debería entenderlo la Derecha, por muchas diferencias que hayan entre unos y otros, hay una serie de valores y principios que se unen en la distancia. Además, como bien se describe en el texto, sin duda acabarían todos en la misma fosa de Paracuellos.

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