Huir hacia adelante (o ¿qué salidas tenemos en la vida?)
Ernesto Martí Wetzel
Con el lento pero inexorable avance de la edad, el fracaso en la creación de una familia tradicional y estable, el tedio del trabajo rutinario, el vacío espiritual y la falta de cariño que conlleva la vida en soledad, nos quedan pocas salidas. Las difíciles y duras las intentamos evitar. Hablo aquí de creatividad, labor social, voluntariado o sacrificio. Si fuéramos consecuentes con lo que predicamos, con nuestro tan cacareado espíritu religioso, solidario y de camaradería, no hay duda de que existen opciones para no estar solo y hacer algo por nosotros mismos y por los demás. En los últimos meses, por ejemplo, he visto como 2 amigas han sido capaces de dar el salto y ponerse a ayudar, una a animales abandonados, y la otra a personas discapacitadas. Esto es digno del máximo elogio, sobre todo teniendo en cuenta que son salidas duras y difíciles.
Pero no, estas opciones las evitamos (hablo en plural por vergüenza), y en cambio elegimos aquellos caminos que de forma artificial nos dan un poco de ánimo, nos dan una supuesta felicidad. Somos hiperactivos, iniciamos mil y un proyectos diferentes, compramos cualquier libro cuyo contenido cuadre con lo que no estamos haciendo pero quisiéramos hacer, instalamos antenas parabólicas y receptores TDT para ver 99 nuevos canales y nos bajamos de Internet todos los nuevos discos que van saliendo, sabiendo de antemano que no tendremos tiempo para escucharlos ni para ver los nuevos canales. Creamos páginas web, nos apuntamos a foros de discusión, lanzamos con gran ilusión un blog tras otro, asistimos a manifestaciones un día si y otro no, salimos todos los viernes, sábados y fiestas de guardar; bebemos demasiado, comemos mal, no hacemos deporte. En resumen, hacemos todo aquello que no deberíamos y dejamos de hacer las cosas que realmente nos gustan.¿O quizás no sea así?Iniciamos proyectos porque amamos a nuestra patria y queremos arreglar las cosas desde dentro. Compramos libros sobre la historia de España, sobre las mentiras de Zapatero, sobre la otra (y verdadera) memoria histórica, porque nos gusta estar informados y poder explicar al resto de la sociedad las verdades que otros les ocultan; instalamos antenas nuevas para poder ver Telemadrid y no tener que aguantar las manipulaciones constantes de las televisiones nacionalistas. Los foros de discusión nos sirven para estar en contacto y descargar nuestra ira ante la infamia que está arruinando España; los blogs los creamos para compartir con nuestros camaradas nuestros sentimientos y deseos; de Internet nos bajamos aquello que nos interesa, dado que por televisión no suelen proyectar nada que nos atraiga lo más mínimo. A las manifestaciones asistimos porque lo hemos hecho siempre, porque creemos en la lucha, porque no queremos que nos arrebaten esa historia común tan hermosa que se llama España; los viernes, sábados y fiestas de guardar salimos, porque queremos estar al lado de esas personas que sienten como nosotros, hartos del día a día al lado de compañeros de trabajo que no son nada malos pero con los que tenemos muy poco en común. Bebemos lo que hay que beber, porque una vida sin vino y cerveza es menos vida, pero sin exagerar. Quizás en el deporte es donde fallemos más, por lo menos yo.
¿No será que en el fondo hacemos todo aquello que debemos, y encima lo que hacemos es lo que nos gusta de verdad?
Ernesto Martí Wetzel
Con el lento pero inexorable avance de la edad, el fracaso en la creación de una familia tradicional y estable, el tedio del trabajo rutinario, el vacío espiritual y la falta de cariño que conlleva la vida en soledad, nos quedan pocas salidas. Las difíciles y duras las intentamos evitar. Hablo aquí de creatividad, labor social, voluntariado o sacrificio. Si fuéramos consecuentes con lo que predicamos, con nuestro tan cacareado espíritu religioso, solidario y de camaradería, no hay duda de que existen opciones para no estar solo y hacer algo por nosotros mismos y por los demás. En los últimos meses, por ejemplo, he visto como 2 amigas han sido capaces de dar el salto y ponerse a ayudar, una a animales abandonados, y la otra a personas discapacitadas. Esto es digno del máximo elogio, sobre todo teniendo en cuenta que son salidas duras y difíciles.
Pero no, estas opciones las evitamos (hablo en plural por vergüenza), y en cambio elegimos aquellos caminos que de forma artificial nos dan un poco de ánimo, nos dan una supuesta felicidad. Somos hiperactivos, iniciamos mil y un proyectos diferentes, compramos cualquier libro cuyo contenido cuadre con lo que no estamos haciendo pero quisiéramos hacer, instalamos antenas parabólicas y receptores TDT para ver 99 nuevos canales y nos bajamos de Internet todos los nuevos discos que van saliendo, sabiendo de antemano que no tendremos tiempo para escucharlos ni para ver los nuevos canales. Creamos páginas web, nos apuntamos a foros de discusión, lanzamos con gran ilusión un blog tras otro, asistimos a manifestaciones un día si y otro no, salimos todos los viernes, sábados y fiestas de guardar; bebemos demasiado, comemos mal, no hacemos deporte. En resumen, hacemos todo aquello que no deberíamos y dejamos de hacer las cosas que realmente nos gustan.¿O quizás no sea así?Iniciamos proyectos porque amamos a nuestra patria y queremos arreglar las cosas desde dentro. Compramos libros sobre la historia de España, sobre las mentiras de Zapatero, sobre la otra (y verdadera) memoria histórica, porque nos gusta estar informados y poder explicar al resto de la sociedad las verdades que otros les ocultan; instalamos antenas nuevas para poder ver Telemadrid y no tener que aguantar las manipulaciones constantes de las televisiones nacionalistas. Los foros de discusión nos sirven para estar en contacto y descargar nuestra ira ante la infamia que está arruinando España; los blogs los creamos para compartir con nuestros camaradas nuestros sentimientos y deseos; de Internet nos bajamos aquello que nos interesa, dado que por televisión no suelen proyectar nada que nos atraiga lo más mínimo. A las manifestaciones asistimos porque lo hemos hecho siempre, porque creemos en la lucha, porque no queremos que nos arrebaten esa historia común tan hermosa que se llama España; los viernes, sábados y fiestas de guardar salimos, porque queremos estar al lado de esas personas que sienten como nosotros, hartos del día a día al lado de compañeros de trabajo que no son nada malos pero con los que tenemos muy poco en común. Bebemos lo que hay que beber, porque una vida sin vino y cerveza es menos vida, pero sin exagerar. Quizás en el deporte es donde fallemos más, por lo menos yo.
¿No será que en el fondo hacemos todo aquello que debemos, y encima lo que hacemos es lo que nos gusta de verdad?
Somos motores en una perpetua parrilla de salida. Rugiendo sin parar, gastanto gasolina en el mismo sitio. Y parece que estemos esperando que alguien o algo nos pise el embrague y nos ponga la primera.
ResponderEliminarNos hemos olvidado de que somos capaces de movernos por nosotros mismos porque no queremos hacerlo. Ha llegado un momento en el que nos falta capacidad y nos falta voluntad.
No quiero pensar que tan solo la necesidad sería capaz de despertarnos de esta modorra. Eso no es muy inteligente.
Y, a pesar de todo, soy tan pesimista como optimista.
Gracias, Ernesto.