Como podéis ver todos en el encabezamiento de mi discreto cuaderno de bitácora, llamado blog por culpa de la globalidad imperante, en la cual todo aquello que no se exprese en inglés parece anticuado o rancio (cuando nuestro común idioma es de los más ricos y vivos), incluyo el siguiente subtítulo “¡España ha sido, es y será, pero depende de nosotros!”. Esta frase no está ahí para hacer bonito ni para dármelas de filósofo, sino que viene a expresar un sentimiento que he compartido toda mi vida con amigos y camaradas. Hay algún otro artículo por ahí abajo en el que hago referencia a dicho sentimiento: las ganas de luchar por unos ideales, por nuestra patria común; la constancia en nuestra forma de ser, no solamente mía sino de la mayoría de mis conocidos, el concepto de la vida como una lucha persistente por defender algo mejor, por ayudar a alcanzar mayores cotas de justicia, de libertad, de gloria y de honor para esta nuestra gran patria llamada España.
Cada uno lucha a su manera. Unos en su trabajo, cumpliendo con sus obligaciones y ayudando a los demás a progresar en su vida, con su liderazgo, sus consejos y su ejemplo; otros en su vida familiar, dando amor y educación a sus hijos; algunos toreando contra viento y marea en Barcelona, como el incomparable diestro José Tomás volvió a hacer el domingo pasado en nuestra querida plaza de toros Monumental de Barcelona, y muchos otros militando en partidos políticos, agrupaciones culturales o equipos deportivos; sacrificando su tiempo libre en acciones de voluntariado, ayudando en su parroquia los domingos, o simplemente cuidando a sus familiares necesitados o prestando soporte económico a personas que realmente lo necesitan. Mil formas hay para ayudar a nuestra empresa común que se llama España, y, cómo no, otras miles de maneras existen de no hacer nada por ella. De estas segundas prefiero no hablar demasiado, acabaría insultando a los patriotas de fin de semana, a la España del fútbol y la borrachera (que muy bien conozco yo), de 20 enes folclóricos que acaban convertidos en una tira de fotos de un “feisbuc” o en un video subtitulado en el “youtube” , no, de estas no quiero hablar. Quiero simplemente nombrar a las otras maneras de querer a España, que “haberlas, haylas”. Escribir en un diario, sacrificarse como edil de un partido en un ayuntamiento de la profunda Cataluña, ser locutor en una radio perseguida y estigmatizada, cantar y editar discos patrióticos, diseñar camisetas sin otro afán que ver nuestra bandera luciendo sobre bellos cuerpos en nuestras playas o como crear este nuevo espacio digital para mantener viva una cabecera histórica como “El Alcázar”, que aunque ya tenga poco que ver con el diario fundado durante el histórico asedio al Alcázar de Toledo y el posterior periódico que se mantuvo en pie hasta 1987, y que bastantes de mis lectores jamás habrán llegado a leer, sigue siendo un nombre importante y honroso; todo esto son actos que ennoblecen, que demuestran que en España sigue habiendo corazones que laten al unísono, almas que no entienden la vida sin lucha, en definitiva, personas, seres humanos, que no estamos aquí en este mundo de paso para consumir, disfrutar, robar y menospreciar, sino que queremos dejar para la posteridad un mundo con valores, con honor, con cultura, con historia, un legado para otras generaciones que puedan disfrutar y enorgullecerse de llamarse Españoles. Como me enorgullezco yo de poder escribir mis pequeños artículos en este cuaderno y que encima aparezcan enlazados bajo una cabecera tan preciada como “El Alcázar”. Lo dicho, una gran responsabilidad, un gran honor.
Cada uno lucha a su manera. Unos en su trabajo, cumpliendo con sus obligaciones y ayudando a los demás a progresar en su vida, con su liderazgo, sus consejos y su ejemplo; otros en su vida familiar, dando amor y educación a sus hijos; algunos toreando contra viento y marea en Barcelona, como el incomparable diestro José Tomás volvió a hacer el domingo pasado en nuestra querida plaza de toros Monumental de Barcelona, y muchos otros militando en partidos políticos, agrupaciones culturales o equipos deportivos; sacrificando su tiempo libre en acciones de voluntariado, ayudando en su parroquia los domingos, o simplemente cuidando a sus familiares necesitados o prestando soporte económico a personas que realmente lo necesitan. Mil formas hay para ayudar a nuestra empresa común que se llama España, y, cómo no, otras miles de maneras existen de no hacer nada por ella. De estas segundas prefiero no hablar demasiado, acabaría insultando a los patriotas de fin de semana, a la España del fútbol y la borrachera (que muy bien conozco yo), de 20 enes folclóricos que acaban convertidos en una tira de fotos de un “feisbuc” o en un video subtitulado en el “youtube” , no, de estas no quiero hablar. Quiero simplemente nombrar a las otras maneras de querer a España, que “haberlas, haylas”. Escribir en un diario, sacrificarse como edil de un partido en un ayuntamiento de la profunda Cataluña, ser locutor en una radio perseguida y estigmatizada, cantar y editar discos patrióticos, diseñar camisetas sin otro afán que ver nuestra bandera luciendo sobre bellos cuerpos en nuestras playas o como crear este nuevo espacio digital para mantener viva una cabecera histórica como “El Alcázar”, que aunque ya tenga poco que ver con el diario fundado durante el histórico asedio al Alcázar de Toledo y el posterior periódico que se mantuvo en pie hasta 1987, y que bastantes de mis lectores jamás habrán llegado a leer, sigue siendo un nombre importante y honroso; todo esto son actos que ennoblecen, que demuestran que en España sigue habiendo corazones que laten al unísono, almas que no entienden la vida sin lucha, en definitiva, personas, seres humanos, que no estamos aquí en este mundo de paso para consumir, disfrutar, robar y menospreciar, sino que queremos dejar para la posteridad un mundo con valores, con honor, con cultura, con historia, un legado para otras generaciones que puedan disfrutar y enorgullecerse de llamarse Españoles. Como me enorgullezco yo de poder escribir mis pequeños artículos en este cuaderno y que encima aparezcan enlazados bajo una cabecera tan preciada como “El Alcázar”. Lo dicho, una gran responsabilidad, un gran honor.
Realmente impresiona leer tu nombre en una cabecera tan admirada y añorada. Supongo que será a la vez motivo de orgullo y satisfacción pero también de responsabilidad. Pero conociéndote se que sabrás sacarlo adelante.
ResponderEliminarReleía el otro día el tercer tomo de las memorias de Vizcaíno Casas y explicaba con sorpresa la diferente respuesta de los medios de comunicación ante dos hechos similares. El silencio absoluto ante el cierre del Alcazar, ahogado por las deudas al haber desatendido los gobiernos socialistas y de UCD la obligatoriedad de incluir publicidad institucional en toda la prensa, decisión por cierto recurrida y ganada en los juzgados, y la absoluta coincidencia de criticar los medios una decisión, esta vez si judicial, de cerrar el panfleto de los terroristas vascos, Gara. Citaba Don Fernando a Anson y a El Mundo que aún cuestionando la línea ideológica del citado medio proetarra defendían su derecho a exponerlas. Cosas veredes amigo Ernesto.