miércoles, 1 de marzo de 2017

Imbéciles



Hace poco más de un mes hablaba en mi último artículo sobre la sociedad distópica en la que por desgracia vivimos, y una amable y muy querida lectora me sugería en un comentario que escribiera en un futuro alguna cosa sobre la belleza. 
¡Ojalá pudiera dedicarme a loar la belleza de este mundo, los valores de nuestra sociedad y el magnífico estado evolutivo y nivel cultural que hemos alcanzado entre todos! 
Pero va a ser que no. 
Habrá que esperar a tiempos mejores (asumo que será una espera inútil y que dejaré este mundo bastante antes) y volver a descargar toda la rabia, impotencia y asco que me produce nuestra sociedad actual en este pequeño comentario. Lo siento María. Otra vez será.
Hablemos pues de imbéciles. De nosotros.

En estos cuarenta y pocos días transcurridos desde mi artículo anterior se ha producido tal avalancha de sucesos y comentarios insensatos, estúpidos, falsos, manipulados o inventados, que ni uno de los minúsculos copos de nieve del desprendimiento se salva de su parte de culpa, por mucho que se excuse con un “no ha sido culpa mía” o un “no sabía” de clara influencia borbónica.

Y ya que hablamos de sangre azul, vamos a por la primera bofetada que nos han dado en la frente a nosotros, los ciudadanos imbéciles: la sentencia dictada contra el cuñado del Rey y su tan olvidadiza y real esposa. Tan contentos que nos sentíamos la mayoría de ciudadanos de bien y amantes de la justicia (esa que es igual para todos) por ver procesados a Urdanga & Co., y al final van el juez y el fiscal y nos estropean la fiesta, a mayor gloria (y beneficio económico obviamente)  de los abogados defensores, con el inefable Roca i Junyent al frente. De pagafantas  hemos pasado a ser pagainfantas. Por no hablar de las risas que se habrán pegado a costa nuestra los encausados, que en vez de purgar sus delitos en las celdas de rigor seguirán disfrutando de su “dolce far niente” en algún agradable exilio portugués o suizo. Y nosotros, los imbéciles, a pagar. As usual.

La segunda afrenta a nuestra inteligencia es la feroz campaña contra el presidente de los EE.UU, el rubio Donald Trump. No me erijo aquí en defensor de esta persona, faltaría más, (teniendo en cuenta el poco respeto y cariño que siento desde pequeño por los yanquis, no creo que sea el momento de cambiar de golpe de opinión), pero lo que sí que es vergonzoso es asistir al dantesco espectáculo del llamado “establishment”, que viene a ser lo que en nuestra patria son los artistas de la ceja, los amigos de Zapatero, las compinches de Ramoncín, las sextarios de Wyoming, los inútiles admiradores de Pedro Sánchez y los recién llegados (y ya enriquecidos) populistas de Podemos y sus adláteres. Estos seres engreídos, que se arrogan ser poseedores de la verdad absoluta en todos y cada uno de los aspectos de la vida, se han lanzado cual jauría hambrienta a por un presidente elegido por la mayoría de los ciudadanos de su país, que cumple sus promesas electorales y que por lo tanto es de los pocos políticos que realmente son dignos de respeto. Por lo menos ejerce como tal: proclama sus intenciones, promete y las cumple. Como las neveras, que cuando las compras enfrían. O los coches, que cuando los adquieres arrancan, giran y frenan. Y no como los cientos de miles de politicuchos de tres al cuarto que campan a sus anchas por la piel de toro mintiendo, robando y riéndose de nosotros mientras devoran mariscos y cobran dietas por desplazamiento y alojamiento cuando tienen su pisito a escasos metros de su puesto de trabajo (y probablemente ocupado por alguna amante, cortesana o mujer de mal vivir aupada al poder por todo menos por sus méritos intelectuales). Meretriz, para afinar un poco más. O Irene.

La tercera afrenta, que no por ridícula y pequeña nos salva de ser unos completos imbéciles por tolerarla, ha sido el concurso “democrático” de remodelación de la Plaza de España de Madrid. Una más de las ya tan habituales “carmenadas” que un día de estos acabarán con nuestra paciencia y saber estar (tiempo al tiempo, que se acerca el World Pride Madrid a celebrar en Junio).

 ¡Qué Dios nos coja confesados, o mejor, armados! 

Dicen literalmente los memos de Podemos y Ahora Madrid en sus sitios web y en sus medios afines que “LA CIUDADANÍA” ha elegido el nuevo proyecto, “Welcome mother Nature”, como mejor opción para la reforma de la plaza de España de la capital del Reino. Si la “ciudadanía”, como dicen ellos, son los veinte y pocos mil votos recibidos (algo así como el 1% del  censo electoral), pues que a partir de ahora sea esa "amplia" representación ciudadana la que financie con sus impuestos las locuras de la vieja bruja y su banda de cabezas de chorlito. No le daría ni para comprarse una bolsa de chuches. O un par de pastillas alucinógenas o medio gramo de cristal.  Que, vistas las actuaciones de la alcaldesa y su equipo, debe de ser la merienda común en los salones del otrora Palacio de Comunicaciones.

Podría añadir bastantes afrentas más, cada una de ellas peor y más ridícula que la anterior, desde la petición de la exhumación del cadáver de Franco, pasando por los propietarios de pisos ocupados acusados de violencia mientras los usurpadores disfrutan de las comodidades de las viviendas sin estrenar, las gilipolleces de Piqué o de Gabriel Rufián, la desfachatez del antiguo vendedor de helados (y actualmente de mentiras)  Homs, la “carmenada” de proponer pintar los pasos de cebra con los colores del movimiento LGTB, las continuas blasfemias durante el Carnaval o la cruel y vil injustica con los encausados por el caso Blanquerna; todo ello sucesos que corroboran, por nuestra poca o nula respuesta, que somos unos imbéciles de grado máximo.

Pero me centraré en el cuarto y más reciente atropello que hemos sufrido los ciudadanos de Madrid, y por extensión todos los habitantes de España. Esa gota que colma el vaso. Como todos sabéis, un autobús, pagado por la organización no gubernamental “Hazte Oír” (prefiero evitar las siglas ONG para no confundir algo serio como “Hazte Oír” con las fantochadas de los progres pijos y sus acciones sociales y culturales,  limitadas a engañar a la inculta galería y a satisfacer su propio ego), ha estado circulando durante unas pocas horas por Madrid con un lema tan veraz, irrebatible y científico como que “Los niños tienen pene y las niñas vulva”.  Creo recordar algo de mi etapa escolar sobre los cromosomas X e Y. Creo…


¿Qué ataque hay en la frase que adorna dicho autocar? ¿Qué derechos de la humanidad han infringido los amigos de “Hazte Oír”,  como afirma la insoportable y asquerosa nulidad Rita Maestre? ¿Qué maldita locura les ha entrado a todos, incluida la cada vez más repugnante presidenta de la comunidad Cristina Cifuentes, de ceder ante el lobby “transgénero” y convertir casos aislados, enfermedades o trastornos, en la nueva base científica sobre la realidad genética del ser humano? 

¿Con qué derecho bloquean a este autobús poniéndole un cepo, atacando con ello el derecho a  la propiedad privada, la libertad de movimiento y la libertad de expresión?

Uf, me callo. Que si me embalo me ponen un cepo. O me destierran a Cádiz, que aún sería peor.

No incido pues en este tema. Es tan patético, triste, ridículo, y a la vez dañino y peligroso para nuestra sociedad y el futuro de la humanidad, que más vale volver al inicio de mi artículo y repetir con toda nuestra rabia y desesperación:

 ¡Qué Dios nos coja confesados y armados!

Si no reaccionamos, pues eso, seremos y seguiremos siendo unos imbéciles. Muy imbéciles.


Y me permito acabar con un siempre acertado y lúcido comentario sobre el particular del admirado amigo José Javier Esparza:


Orwell pensaba en Madrid: Usted puede estar de acuerdo con el mensaje del bus de Hazteoir. Está en su derecho. Usted, claro, puede estar en desacuerdo; también está en su derecho. Lo intolerable es que la fuerza pública intervenga para prohibir que ese bus circule; para reprimir lo que, al cabo, sólo es un gesto de libertad de expresión. Orwell, es bien sabido, imaginó en '1984' una Policía del Pensamiento, brazo armado del Ministerio de la Verdad, que perseguía a los disidentes de la doctrina oficial. Pues bien, henos aquí de nuevo, en '1984'. Y no es sólo la evidente querencia estalinista de Podemos y sus marcas; no, es todo el establishment político y mediático el que ha alentado el linchamiento del disidente. Poniéndole el cepo a ese autobús intentan callarnos la boca a todos. A usted, piense lo que piense, también.


1 comentario:

  1. Anónimo12:37 p. m.

    Te aplaudo...como a Javier Marías y a Pérez Reverte.
    Espero que te guste el piropo :-)
    Y el próximo seguro que puedes relatar iniciativas, ejemplos, esfuerzos, casos, etc. de "trabajadores de la luz". Anda...

    ResponderEliminar