lunes, 9 de octubre de 2017

Dame unas Ray-Ban y me harás feliz (BCN, 8 de Octubre 2017)


Una crónica del 8 de Octubre.

Como suele ser, el título de un artículo, novela, obra de teatro, estudio o ensayo intenta resumir el contenido del mismo, dar una pista sobre lo que sigue o bien buscar la sorpresa y la curiosidad del lector. Como en un eslogan publicitario o en un lema de campaña. En mi caso la inspiración ha sido doble: por un lado un final de jornada emotivo con unas gafas Ray-Ban volando por los aires en otoñal alegría delante de la Delegación de Gobierno en Barcelona con las Fuerzas de Seguridad del Estado mirando entre incredulidad y divertida complicidad y por otro lado un artículo en "El Mundo" del como siempre genial Pepe Albert de Paco sobre la manifestación de ayer, en el que por pura casualidad aparecen otras gafas Ray-Ban en un contexto similar.

Ocho de octubre de 2017, en Barcelona, Cataluña, España (no añado Europa por el nulo aprecio que tengo a esa ruin unión económica destructora de la auténtica civilización Occidental. Tema sobre el que hoy no quiero escribir para no estropear el momento).

Ocho de octubre de 2017, fecha de la que sin duda se hará pingüe uso (corrijo, ya se está haciendo) con buenas y menos buenas intenciones. Como en su momento con el “Espíritu de Ermua”, al que el Partido Popular ya quiere equipar con el 8-O, algo nada sorprendente y que acabo de ver en la prensa. Ya estamos. Es quizás lo único negativo que diré del día de ayer, pero tengo un extraño retortijo en mis entrañas de que la euforia sentimental inicial y el uso interesado de la jornada acaben en los anales de nuestra historia como otro bonito intento de salvar a España (y van tantos), impulso que a los pocos meses se diluye como cualquier juvenil amor de verano. 
Ojalá no sea así y se convierta en un amor sincero, adulto y longevo. Y no digo eterno porque bien sabemos que amores de esos existen pocos. Y menos con tantos intervinientes y tantos intereses externos.

Tras una decisión nocturna y repentina de asistir al acto de Barcelona y encontrar de milagro una plaza en autocar gracias a las redes sociales, al amigo Nacho y sobre todo a la existencia de un sorprendente grupo en Facebook creado el 3 de octubre, hace apenas 6 días, para promocionar el acto del 8-O. Grupo que a día y hora de estar escribiendo estas líneas tiene 386.148 miembros. Y en este caso no hay hackers rusos usando bots para manipular los datos, no es TV3% hablando de la asistencia a un acto de la ANC, ni son los perfiles falsos de Podemos inundando las redes con machacones mensajes hasta cansar o subyugara al personal: es decir, manipulando. 

No señores, son personas reales. Como tú y yo. Habitantes de Cataluña. Y de España. Que viene a ser lo mismo. Que ya cansa lo de hablar de catalanes por un lado y españoles por otro. Son catalanes por un lado y otros españoles por el otro. Que ser catalán es ser español. Como lo es ser gallego, extremeño, vasco o madrileño. ¿Cuesta tanto asumirlo? Y ya no digo entenderlo. Bien sabemos que hay mucho lumbreras por ahí que no tiene esta capacidad intelectual. Y no quiero nombrar a los rufianes. Todos los conocéis.

Un duro viaje nocturno, entre extraños (a excepción del amigo Nacho, más las nuevas amistades (encantado Oscar) que nacieron en la última fila del autobús, para mí el lugar tradicional en cualquier desplazamiento, mezcla de confesionario, púlpito y refugio) y con un chófer o bien cansado o bien poco preparado para un viaje nocturno, dando intermitentes bandazos y que acabó comiéndose una señal y dejar el frontal del autocar con mejor aspiración que cualquiera de los últimos coches de Fernando Alonso, la aventura culminó con una entrada festiva por la Diagonal, sonando los clásicos de cualquier evento lúdico/patrio con el añadido del Mediterráneo de Serrat. Canción y persona que a mí personalmente no me dicen mucho, y menos en este entuerto y a estas alturas, pero que tampoco voy a criticar ahora cuando está en camino de convertirse en el himno de esta nueva revuelta patria. 

Solamente falta que hagan una remasterización y saquen un doble CD con los “Mayores éxitos democráticos” para ganarse unos doblones, con perlas como “Libertad sin ira” de Jarcha, el “Habla pueblo habla” de Vino Tinto y la imprescindible y cansina “Puerta de Alcalá” de Ana y Victor. Aderezado todo con el himno del PP como Bonus Track.  Y no quiero ser malpensado. Hoy no. Mañana, Dios dirá.

Pero todo cambió. De la noche al día. De la oscuridad entre extraños al brillante sol barcelonés entre amigos, camaradas, jóvenes, menos jóvenes y también las futuras generaciones españolas en sus cochecitos acompañando a sus ilusionados padres. Como la guapa Candela y otros cientos o miles (2 o 3 decenas según TV3%) de niños y niñas de Cataluña. Y en el recuerdo todos los que nos han dejado y que hubieran disfrutado del día con y como nosotros. Hermanos, abuelos, padres, amigos y camaradas que no han podido disfrutar de una jornada inolvidable. Como Marc Bonastre, Carlos Oriente, el pequeño pero gran padre de Rocío y también el mío, fallecido hace un año y que a su manera me imbuyó el amor a España, su diversidad y sobre todo su unidad. Seguro que todos ellos hoy sonríen un poco más, allá donde estén.

Como no podía ser de otra manera partimos de la Plaza Artós de nuestro querido barrio de Sarriá, punto de encuentro y cuna del levantamiento popular contra los enemigos de Cataluña, de España y de la sensatez. Como si fuera Móstoles un día cualquiera del mes de mayo. Y como bien glosó hace unos días mi estimado Juanjo en su artículo sobre los “Héroes de la Plaza Artós. No hace falta que añada más a lo que él escribe. Claro y sobre todo real. Muy real. 

Tan real que la bajada desde la zona alta de Barcelona hasta confluir con el resto de los miles de manifestantes (de cifras ni pienso hablar, estoy por encima de trileros y manipuladores. So many steps beyond) fue de los momentos más emotivos vividos en los últimos años. Centeneras de jóvenes acompañados por algunos adultos (como yo mismo) que nos debatíamos entre el estupor, la sana envidia y el orgullo de poder formar parte de esta explosión popular por la que hemos luchado tantos y tantos años. Una reacción que nace de la verdad, de la pureza de los sentimientos, la alegría desbordante de la juventud y la cultura e inteligencia de la que por desgracia otros tantos carecen.
IN - INTE- INTELIGENCIA. Un grito que desconocía, coreado durante el precioso paseo por lo que antaño fue mi cuna, mi barrio y mi vida y que me hizo sonreír y añadirlo a mi repertorio de forma inmediata. San Juan Bosco, la Diagonal, Francesc Macía (oficialmente, aunque siempre la llamaremos Calvo Sotelo), más Diagonal, saludos a voz en grito al Grande de España y tan poco español Conde de Gódo que tan poco ha hecho y menos está haciendo por España, encuentro con más amigos en el cruce con Aribau y unificación con los millares de manifestantes en el Paseo de Gracia. Como bien dijo Nacho: “Vaya puta locura”.

Cantando sin parar los ya conocidos “En pie, si eres español”, “Catalunya es España”, “Catalanitat es hispanitat”, “Yo soy catalán, catalán y español” y el básico, necesario y legalmente exigible “Puigdemont a prisión” (¿Inane Rajoy, a qué demonios esperas?) los 4,5 km de caminata con esta columna de jóvenes luchadores por la normalidad, la sensatez, el respeto y la tan clara y mayoritaria hispanidad de Cataluña fueron eso, una bendita locura.



Por no hablar del reencuentro con tantas y tantas personas queridas. 
Como era de esperar fue imposible abrazar y besar a todos (ni a mi propia familia que andaba unida por las calles de nuestra ciudad y a la que pidiendo disculpas tengo que saludar desde aquí), ni tomar las preceptivas cervezas y recuperar en tan pocas horas los 6 años de ausencia, solamente interrumpidos por cortas y muy esporádicas visitas.

Gracias a Dios, y pese a haberme quedado con las ganas de poder reencontrarme con muchos más de mis amigos, el resto de la jornada con Alberto, Paco, Carlos, David y Rocío fue tan bonito como las impresionantes estampas de mi querida Barcelona teñida de rojo y gualda y las cuatro barras.


Y para rematar, el reencuentro (que ya relato al principio) con mi “sobrino” Manel,  puso el broche de oro a un día inolvidable. Abrazados delante de la delegación del gobierno, con las Ray-Ban volando por los aires y estrellándose en el suelo ante la incrédula, risueña y cómplice mirada de policías y Guardias Civiles que llenaban las aceras y las terrazas vecinas, la realidad superó cualquier sueño.

Estaba en Barcelona, el sol brillaba, la gente sonreía, cantaba, bailaba y gritaba “Viva España” y “Visca Catalunya”, como algunos llevamos haciendo desde hace tantos años. Pero con una gran diferencia: estaba vez estaba rodeado de miles, cientos de miles de personas. De aquí y de allá. Sobre todo de aquí. Por mucho que los adoctrinadores de siempre quieran manipular la verdad. Y usen fotografías de otros años y otros actos. Y censuren, corten y tergiversen. Me la trae al pairo. Los conozco. Son los de siempre. Los malos.

Como malos son los partidos políticos que ya están haciendo suyo este movimiento popular nacido en la mayoría de los hogares catalanes que han dicho basta al racismo y a la imposición de mentiras,  disfrazándolas de históricas y mayoritarias, con la bien engrasada maquinaria del poder del 3% y sus politizados y vendidos medios.

Para no nombrar al patético e impresentable titiritero Pablo Iglesias apareciendo por Barcelona sin que nadie le hubiera invitado. A medrar y mentir como siempre. Así le fue a su vuelta en el AVE. “Ratas a la carrera” como acertadamente se titula un tuit que muestra el vídeo en el que se ve al maldito intoxicador corriendo y escabulléndose por la estación del tren ante el acoso de la verdadera España a la que no ha conseguido engañar.

Y, por favor, no nos olvidemos de una cosa: esta manifestación no la organizaron los partidos políticos. Ni Ciudadanos, ni el PP, ni el PSC ni nadie.

Fue la sociedad civil, el pueblo español, el de Cataluña y el del resto de España, que se levantó diciendo hasta aquí hemos llegado. Como en Móstoles. Como en el Bruc.

Y que llenó las preciosas calles de la Ciudad Condal de vida e ilusión. De valor y de inteligencia. De banderas de amor y no de odio. De todo lo que no aportan los otros, los de la imposición del pensamiento único, las mentiras y los intereses ocultos cubiertos por sucias banderas de latrocinio y traición
.
Seamos pues ingenuos. Cual jóvenes enamorados. Soñemos con la alegre primavera que a inicios de otoño nos ha deparado esta jornada inolvidable, como bien la ha definido mi amigo Miguel Angel.

Mañana ya despertaremos.


P.D. Un agradecimiento especial a todos los catalanes de corazón de otras partes de España que nos acompañaron en este despertar del seny. Y de la verdad. Y a los anónimos organizadores de los intempestivos pero necesarios viajes a mí querida ciudad natal.









No hay comentarios:

Publicar un comentario