Me pongo a buscar en mi blog un artículo sobre la Navidad que escribí hace un tiempo,y grande es mi sorpresa al ver que ya han pasado 4 años. Aún no tengo muy claro por qué en la vida de una persona hay épocas en las que pasa todo deprisa, muy deprisa, y en cambio en otras ocasiones pasamos por tramos en los que todo se eterniza. Supongo que se deberá, como casi todo, a nuestra propia psique, a nuestro cerebro que procesa todos y cada uno de los estímulos externos que asimilamos con nuestros 5 sentidos (¿O son más?), los mezcla y produce la foto final de cada momento de nuestra vida. Si nuestra mente está en un estado de constante búsqueda, de intranquilidad, el tiempo pasa volando y los años van cayendo cual mensajes navideños por SMS que llegan a tu móvil y que en muchos casos ya ni lees. Me imagino que en un estado de placer general, de calma, de recogimiento, el presente debe de adquirir otro valor, la dimensión temporal será tratada de otra forma por nuestras miles de neuronas conectadas por infinitos circuitos y los hechos de la vida pasarán con mayor calma y profundidad por nuestra mente. Pero por desgracia no me encuentro en dicha situación de calma, todo pasa de largo con una velocidad pasmosa, como si un viento huracanado quisiera adelantar a mi propio envejecimiento para llegar a la meta antes de tiempo. Y eso que, como la mayoría de mis lectores ya sabéis, cada año “peregrino” por alguno de los caminos que llevan a Santiago intentando aplicarme a mí mismo el ideal del caminante, el que dice que lo importante no es llegar a la meta sino el “camino” en sí. Supongo que será así, que la vida no debería basarse en una búsqueda continua y desesperada de algo, de un premio final, sino que debería ser un constante disfrutar del momento. Algo sumamente difícil. Criados desde pequeños en la eterna insatisfacción, en el consumismo, guiados por celos y envidias, poco margen damos a nuestro cerebro para que envíe las señales de calma y felicidad al resto de nuestro organismo. Cuanta sana envidia tengo de personas que son capaces de encontrar la tranquilidad y la felicidad a base de recogimiento, ya sea filosofando o dándole a la oración. Cual ermitaño o monje que disfruta de todos y cada uno de los segundos de su existencia sin que un ansia interna le lleve a querer adelantar a su propia vida por el carril de la izquierda, sin uso de intermitente y sin echar una mirada al retrovisor. Probemos pues, en este año nuevo que ya se aproxima, a disfrutar del momento, sin mirar más allá, sin hacer caso al reloj, sin soñar estúpidamente con metas inalcanzables o hechos que jamás se producirán. Intentemos vivir. Si nos dejan.
Si véns amb mi,
ResponderEliminarno demanis un camí planer,
ni estels d'argent,
ni un demà ple de promeses, sols
un poc de sort,
i que la vida ens doni un camí ben llarg.