No nos pilla de nuevo el ataque furibundo y políticamente manipulado a la Fiesta Nacional, es decir, a los espectáculos taurinos con muerte del toro, que hemos sufrido en estos últimos tiempos en Barcelona. No ahondaré demasiado en este tema, glosado ya de mil y una maneras y por ciento y un intelectuales, comentaristas, toreros, artistas, gente de bien todos ellos, en estas semanas que han pasado desde la prohibición decretada por esa inútil institución llamada “Parlament de Catalunya”.
Desde que tengo uso de conciencia o consciencia, sinónimos según la RAE, en mi ciudad natal, en mi querida Barcelona, siempre hemos vivido enfrentados aquellos que la consideramos parte intrínseca de España y de su historia, y los otros, los que sin rigor histórico, sin contemplaciones y sin otra ambición que arañar privilegios económicos, se han dedicado a desmontar una realidad irrefutable enfrentando a Barcelona y el resto de la región con la totalidad de España.
Conseguir beneficios monetarios ha sido y es el único fin de los enemigos de mi Barcelona, de mi Cataluña, ya sea como en otras épocas escalando los peldaños del poder del anterior régimen, en sus sindicatos y demás instituciones, agrupándose en mutuas, cámaras de comercio o círculos de poder variopintos, hasta las fáciles maniobras actuales por obra y gracia del sistema “democrático” y la ley electoral española, que permite el sinsentido que las minorías locales aplasten a la mayoría natural, a la historia y a la verdad absoluta con cuatro votos obtenidos bajo siglas grandilocuentes como solidaridad, libertad, igualdad, socialismo, unidad etc., votos robados al inculto e inocente votante que no llega a más y se cree a pie juntillas cualquier cosa que un político le prometa.
He sufrido en mi propio cuerpo el estigma de ser de un equipo diferente al Barza, de haber nacido en la Zona Alta, de haberme ido voluntario al servicio militar rechazando un “excedente de cupo”, de haber militado en Falange, de haber querido ser militar o Guardia Civil, de haber sido del SEU (el nuevo, se entiende) o de haber ondeado sin complejos la bandera de España, de mi patria, en cualquier ocasión que se prestaba a ello. Y no es de ahora, son ya más de 35 años de los 47 que acabo de cumplir en los que de forma consciente he estado librando día a día, paso a paso, una batalla continua contra una forma de presentar a Barcelona y Cataluña que nada tiene que ver con el amor que siento por ella ni con su realidad histórica.
Mi Barcelona es y ha sido taurina desde siempre, y no porque mi abuelo fuera el encargado con su empresa de construcción del mantenimiento de las Plazas de Toros y cines del Sr. Balañá, sino por una tradición centenaria como ciudad cuna de las mejores estrellas de la tauromaquia.
Mi Barcelona ha tenido siempre más de un equipo de fútbol, pero la sana rivalidad deportiva nunca ha cristalizado y siempre se ha tratado de una guerra abierta entre el deporte de verdad, el del RCD Español, del Júpiter, del Europa o de la Penya (aunque sea de Badalona sirva como ejemplo), frente al interés político, y por ende económico, masón (por secreto, anticristiano y mafioso) y sectario, del FC Barcelona.
Mi Barcelona tenía en su época, por casualidad desde el año que nací, en 1963, una réplica de la carabela la Santa María de Cristóbal Colón anclada en el puerto, junto a las Golondrinas, hasta que un intento de atentado de cachorros de Terra Lliure en 1987 y un posterior y sospechoso incendio acabaran con su existencia, fuera desmantelada, vendida y trasladada a Kobe, en Japón. Ya me diréis que pinta una réplica de la carabela de Colón en esa ciudad japonesa. Aunque quien sabe, con lo insistentes que son los separatistas creando mitos, leyendas y falsas historias igual nos demuestran finalmente que Colón era Colom, antepasado del ínclito Ángel Colom, luchador infatigable por el bien de Catalunya y el favor de mancebos, a poder ser moros, e intenten recuperar la Nao, anclándola de nuevo en nuestro puerto y decorándola con mil y una señeras, sin saber que de esta forma estarían devolviéndole sus emblemas originales, los de la Corona de Aragón de nuestro gran Fernando II , que junto a Isabel permitió que España iniciara la gesta de conquistar el mundo sin derramar ni una milésima parte de la sangre que usaron otras potencias en sus devaneos por el globo.
Mi Barcelona tenía a Copito de Nieve, traído de una de nuestras últimas colonias, Guinea, país que desde que lo dejamos ha ido de mal en peor y en el cual aún hoy, basándose en los relatos de padres y abuelos, nos echan tanto de menos como yo a mi Barcelona que se nos va. Con su conversión en Floquet de Neu llegó su fin, y pocos años duró ya el pobre viendo en lo que se estaba convirtiendo su Barcelona de adopción.
Así podría seguir con mil y un historias más de nuestra querida ciudad, que poco a poco va dejando de ocupar mi corazón y abriendo paso a un ansia loca por alzar el vuelo y largarme de una santa vez…
Mi Barcelona, ¿dónde está mi Barcelona?
El problema que Barcelona sigue siendo “tu Barcelona” al igual que la de muchos que hemos nacido aquí y la queremos como tierra nuestra que es, el problema es del invento del siglo XXI llamado “tripartito” que son 4 separatista que nunca en la vida hubieran llegado a gobernar y por culpa del afán del PSOE (catalán) de querer gobernar en contra de la voluntad de los ciudadanos de esta magnífica comunidad llamada Cataluña , han utilizado su mandato para intentar separar Barcelona (Cataluña) de nuestra madre patria. No hay que levantar el vuelo de Barcelona hay que demostrar que los catalanes no es ERC y que el 70% o más de los catalanes están en contra de la independencia.
ResponderEliminarHay que luchar por lo que se quiere, Barcelona es nuestra ciudad natal y hay que luchar para que dejen de deshonrarla e intentarla apartar de nuestro país, Barcelona siempre ha sido y será pilar de España!
Interesante y emocionante entrada. Al menos tú viste en su momento una España y una Barcelona diferente, yo llevo viendo lo mismo desde hace 18 años.
ResponderEliminarUn fuerte saludo, ¡Arriba España!.
Hombre, podría estar de acuerdo contigo en algunas cosas, sobre todo en que la Fiesta Nacional ha sido prohíbida por un grupo de inútiles que desde luego sólo piensan en separar y dividir un poquito más.
ResponderEliminarA parte de eso, el fondo del asunto es que los toros es una tradición vieja y caduca que hace de un asesinato un espectáculo lamentable, y en los tiempos que corren en este mundo ya no debería permitirse, ni en Catalunya ni en ningún otro lugar del planeta. Me niego a pensar que la eso es cultura o que eso es un arte, me niego a pensar que parte de la cultura española es matar animales o maltratarlos (como se hace en los correbous). Por ese motivo me alegro de que los toros se hayan terminado en Cataluña. A ver si cunde el ejemplo sin que sean los políticos los que abanderen el movimiento, porque ellos siempre tienen intereses ocultos...
Eso sí, el día que vea abolir los correbous me creeré eso del bien de los animales, mientras no sea así estaré convencido de que lo de ahora ha sido sencillamente el siguiente paso de muchos más que están maquinando estos inútiles incultos que tenemos como gobernantes...
Barcelona ha muerto...
ResponderEliminarNo intentemos hacer de nuestra razón, la razón de los demás. Y en caso de que mi razón esté equivocada, prefiero estar de acuerdo conmigo misma. Todo sea decir, por último en lo que a frases hechas se refiere, que la tortilla tiene dos lados, y siempre uno de dora más que el otro. Cataluña no puede sesgar su España, pero también se merece vivir del esplendor que produce y dorarse para estar sabrosa en lugar de quemarse un lado y resultar incomible, para los de aquí (los de este Estado, Comunidad Autónoma, o como prefiera el público) y los de allí. Me alegro que haya opinión, pero lo duro es la falta de unidad por parte de ambos, o es que no todos desearíamos vivir en una, que una, en LA Barcelona que sabemos que puede ser y que no es. Su culpable? Ay ay, tiró la piedra, y escondió la mano.
ResponderEliminarHola
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