..y los políticos corren como galgos condenados a ser
colgados de un árbol, en busca de cobijo
ante el crudo invierno que les acecha.
De entrada me disculpo por el “engaño” en el título del artículo, que sin lugar a dudas induce a
pensar en una aportación poética. Supongo
que la melancolía ha podido conmigo al leer la entrevista a Sánchez-Dragó sobre su nuevo libro, autobiográfico, en la que
cita los últimos versos de Antonio Machado
encontrados en el bolsillo de su chaqueta tras su muerte: “Estos días azules y este sol de infancia.”

Ni un brote verde, de aquellos anunciados hace tiempo por el innombrable, hemos visto a lo largo y ancho de la piel de toro en esta casi década, mientras que “ellos” han ido recogiendo cosecha tras cosecha, en doblones contantes y sonantes, riéndose en nuestra cara y acumulando oro, que no grano, para pasar no uno, sino varios inviernos al sol que mejor brilla, el de la amplia cobertura económica a costa de los demás.
En un alocada carrera al estilo de “tonto el último” se están produciendo estos días nombramientos
irrisorios y adjudicaciones de contratas fuera de tiempo y de lugar, a fin de
arañar lo que puedan antes de abandonar el Olimpo
en el que se instalaron hace exactamente 2.775 días, un execrable (por profanado) 14 de Marzo de 2004 en el
que, manipulando el peor atentado de la historia, actuando contra toda norma jurídica
en la jornada de reflexión y engañando,
al igual que hoy, al pobre e ignorante ciudadano medio, tomaron el poder de
una España atontada y adormecida por el
bienestar creado por el anterior gobierno.
¿Cómo no van a existir indignados
viendo esta bufa comedia interpretada por los mejores actores de la
izquierda manipuladora y mentirosa?
Y no me refiero a los okupas, los perroflautas y demás especímenes que al amparo de la sociedad del bienestar protestan, sin ningún tipo de conocimiento o reflexión, contra los únicos que les pueden devolver los privilegios de los que han gozado hasta ahora, sin levantar la voz contra los verdaderos culpables de su situación, ni tampoco asumir su propia responsabilidad y decidir de una vez aportar algo a la sociedad en vez de vivir del cuento.
No, me refiero a nosotros, a los normales ciudadanos trabajadores que no tenemos que acampar en la calle, ni llevar crestas o rastas, ni vestir cuero negro, ni orinar en la calle, ni ocupar propiedades ajenas para sentirnos engañados, cuando no humillados, por el poder.
Con la nefasta gestión socialista hemos ido perdiendo toda
protección y subvención que solamente un país económicamente fuerte puede
ofrecer, y a la misma velocidad se han ido
enriqueciendo los cargos socialistas.
Socialistas que, conocedores del nivel cultural del españolito de a pie, responsables
del desaguisado en el que nos encontramos y estando aún oficialmente en el
poder, ya lanzan sus dardos envenenados
contra un futuro gobierno de derechas, como si hubieran sido ellos los descubridores
de la velocidad de los neutrinos y
ya estuviéramos en diciembre o en enero
del año que viene, aguantando la presión de la calle, de las huelgas, de
las infamias y de las manipulaciones que,
sin lugar a dudas, serán el pan nuestro
de cada día a partir del 20 de Noviembre.
Fecha esta que para muchos de nosotros ha sido siempre un
día de nostalgia, conmemoración y recuerdo
pero también de sueños y esperanza de ver una España mejor,
más grande, más justa, más libre y más sensata.
Sueño que, gane quien gane, no se cumplirá. Porque el mal seguirá presente, enquistado en una
dictadura de partidos que, por mucho que
nos prometan ahora los candidatos de la oposición, seguirá siendo la misma
estructura política que, como bien dijo aún siendo cardenal el actual Papa, otorga
rango de verdad absoluta a una mayoría de votos ( Truth is not determined by a majority vote). Y aquí radica el
error. La verdad no puede ser determinada por el voto de una mayoría inculta y alelada y que encima siempre es minoritaria frente al resto de los ciudadanos, y, sobre todo, frente a la sensatez y los conocimientos de aquellos que por méritos y preparación deberían llevar las riendas del país.