Los que me conocéis sabéis lo
poco que me gusta que la gente use palabras foráneas en vez de españolas,
cuando tenemos uno de los idiomas más ricos del mundo. Más aún cuando la
persona en cuestión no tiene ni papa de idiomas. Entiendo que en muchos casos
se trata de modas, de “imposiciones” del mundo globalizado en el que vivimos,
de la mercadotecnia, de la dictadura de las marcas o del pensamiento único.
Pero sigue sin gustarme. Ni doy likes en vez de decir que me gusta, ni siento
cringe sino alipori y tampoco tengo crushes por amores no
correspondidos.
Y, por supuesto, no customizo mi
moto, mi coche, mi casa, mi móvil, mi mochila o mi ropa. En todo caso personalizo
mis posesiones. A la antigua, con parches, con pegatinas, con elementos
decorativos, con nuevas combinaciones de colores, con remiendos o con complementos.
Por ello siempre siento pena
cuando leo la palabra customizado, ya sea para una moto, un plan de pensiones, un exótico viaje o el paquete de televisión por cable. Pero
todo esto en el fondo son minucias, modas, y al final esta palabra extranjera
se integrará en nuestro idioma español, igual que la tan similar tunear,
usada sobre todo para vehículos, aunque todos sepamos que lo que más se tunea hoy
en día son los propios cuerpos, con cirugía estética, con tatuajes o con múltiples
filtros aplicados a las fotografías que alegremente distribuimos por las redes
sociales. Engañando al mundo, eso sí. Que luego encima evitamos conocer en
persona para que no se descubra el pastel.
El verdadero problema de esta
supuesta personalización es que te están uniformando. Te hacen creer que algo
está creado o adaptado a tus necesidades, tus sentimientos, tus filias, cuando simplemente
te están categorizando, llevándote al huerto, como decimos por esta santa
tierra, haciéndote creer que vas a ser diferente, único, y en el fondo no pasas
a ser más que un elemento anónimo de un grupo específico, uno más de una masa
uniforme, inducida, guiada, manipulada y dominada. Eso sí, customizada. Olé mis
huevos. Yo soy diferente. Y una mierda.
Pasó con los hippies en los años
sesenta con sus vaqueros y la cinta floreada al pelo “be sure to wear some
flowers in your head”, con los progres y su kufiya palestina en los 70, con
las chirucas de color granate de los
separatas kumbayas catalanes de los 80, con el paso al look casual y
deportivo de los hooligans ingleses también en los 80, dejando atrás las
Martens y las Bombers, hasta llegar a la culminación de este proceso de uniformización
y dominación que sufrimos hoy en día, que ya ha dejado de lado la parte exterior,
la apariencia, el look&feel, para apropiarse de lo más importante y
personal de todo ser humano, sus sentimientos, sus conocimientos, sus ideales, sus
valores: su mente.
Y en eso están, en eso se resume
el tan cacareado movimiento “woke”, compuesto por todos los “ismos”
imaginables, desde el feminismo (en vez de la femineidad), el ecologismo
(frente a la ecología), el globalismo (frente a la globalización, de la que los
españoles somos los únicos y verdaderos precursores), los múltiples géneros frente
a la realidad biológica de los dos sexos, hasta el fascismo, que es todo
aquello que no encaja en esta “customización” de la población, urdida en
siniestros antros por malignos seres que solamente persiguen el control absoluto
de la sociedad.
Simplemente hay que ver lo que
está pasando en estos últimos meses en el Reino Unido, con la persecución de la
libertad de expresión para permitir la imposición del islamismo, en Alemania
con la implacable persecución del disidente que no quiere ser customizado por
el buenismo pro inmigración y el ecologismo antinuclear que ha traído la ruina
al país, en Francia con su perversa olimpiada anti cristiana o en España con la
ocultación de la invasión y la violencia de los bárbaros que sufrimos cada día,
sustitución racial y religiosa organizada por toda la mafia que son los
partidos políticos, marionetas de los amos de Bruselas, las ONG, los traficantes
de esclavos y hasta la Iglesia, que mira a otro lado mientras el mal se apodera
de Occidente.
O cedes a esta imposición, o irán
a por ti.
O te dejas customizar, creyendo en
tu inopia que eres libre y diferente, o acabarás barrido de la faz de la
tierra.