lunes, 19 de agosto de 2024

Customizados

 


 

“Encontrarse”, para el moderno,
quiere decir disolverse en una colectividad cualquiera.
Nicolás Gómez Dávila.

 

Los que me conocéis sabéis lo poco que me gusta que la gente use palabras foráneas en vez de españolas, cuando tenemos uno de los idiomas más ricos del mundo. Más aún cuando la persona en cuestión no tiene ni papa de idiomas. Entiendo que en muchos casos se trata de modas, de “imposiciones” del mundo globalizado en el que vivimos, de la mercadotecnia, de la dictadura de las marcas o del pensamiento único. Pero sigue sin gustarme. Ni doy likes en vez de decir que me gusta, ni siento cringe sino alipori y tampoco tengo crushes por amores no correspondidos.

Y, por supuesto, no customizo mi moto, mi coche, mi casa, mi móvil, mi mochila o mi ropa. En todo caso personalizo mis posesiones. A la antigua, con parches, con pegatinas, con elementos decorativos, con nuevas combinaciones de colores, con remiendos o con complementos.

Por ello siempre siento pena cuando leo la palabra customizado, ya sea para una moto, un plan de pensiones, un exótico viaje o el paquete de televisión por cable. Pero todo esto en el fondo son minucias, modas, y al final esta palabra extranjera se integrará en nuestro idioma español, igual que la tan similar tunear, usada sobre todo para vehículos, aunque todos sepamos que lo que más se tunea hoy en día son los propios cuerpos, con cirugía estética, con tatuajes o con múltiples filtros aplicados a las fotografías que alegremente distribuimos por las redes sociales. Engañando al mundo, eso sí. Que luego encima evitamos conocer en persona para que no se descubra el pastel.

El verdadero problema de esta supuesta personalización es que te están uniformando. Te hacen creer que algo está creado o adaptado a tus necesidades, tus sentimientos, tus filias, cuando simplemente te están categorizando, llevándote al huerto, como decimos por esta santa tierra, haciéndote creer que vas a ser diferente, único, y en el fondo no pasas a ser más que un elemento anónimo de un grupo específico, uno más de una masa uniforme, inducida, guiada, manipulada y dominada. Eso sí, customizada. Olé mis huevos. Yo soy diferente. Y una mierda.

Pasó con los hippies en los años sesenta con sus vaqueros y la cinta floreada al pelo “be sure to wear some flowers in your head”, con los progres y su kufiya palestina en los 70, con las chirucas de color  granate de los separatas kumbayas catalanes de los 80, con el paso al look casual y deportivo de los hooligans ingleses también en los 80, dejando atrás las Martens y las Bombers, hasta llegar a la culminación de este proceso de uniformización y dominación que sufrimos hoy en día, que ya ha dejado de lado la parte exterior, la apariencia, el look&feel, para apropiarse de lo más importante y personal de todo ser humano, sus sentimientos, sus conocimientos, sus ideales, sus valores: su mente.

Y en eso están, en eso se resume el tan cacareado movimiento “woke”, compuesto por todos los “ismos” imaginables, desde el feminismo (en vez de la femineidad), el ecologismo (frente a la ecología), el globalismo (frente a la globalización, de la que los españoles somos los únicos y verdaderos precursores), los múltiples géneros frente a la realidad biológica de los dos sexos, hasta el fascismo, que es todo aquello que no encaja en esta “customización” de la población, urdida en siniestros antros por malignos seres que solamente persiguen el control absoluto de la sociedad.

Simplemente hay que ver lo que está pasando en estos últimos meses en el Reino Unido, con la persecución de la libertad de expresión para permitir la imposición del islamismo, en Alemania con la implacable persecución del disidente que no quiere ser customizado por el buenismo pro inmigración y el ecologismo antinuclear que ha traído la ruina al país, en Francia con su perversa olimpiada anti cristiana o en España con la ocultación de la invasión y la violencia de los bárbaros que sufrimos cada día, sustitución racial y religiosa organizada por toda la mafia que son los partidos políticos, marionetas de los amos de Bruselas, las ONG, los traficantes de esclavos y hasta la Iglesia, que mira a otro lado mientras el mal se apodera de Occidente.

O cedes a esta imposición, o irán a por ti.

O te dejas customizar, creyendo en tu inopia que eres libre y diferente, o acabarás barrido de la faz de la tierra.

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