No hables hasta que puedas
superar al silencio.
Silencio. Absoluto
silencio. Y no es porque estemos en pleno estío. Ni porque de golpe se nos haya
acabado la batería del sonotone, esa marca de audífonos americana que consiguió
convertirse en palabra de uso común, y aceptada por la RAE, como lo son también
el velcro, el pladur, el bótox, el claxon y tantas otras.
Es un silencio intencionado,
buscado con pérfidas intenciones, que intenta ocultar la realidad y hacernos olvidar
cualquier maldad, delito o desgracia acaecidos antes de la llega del verano, aprovechando
la cobertura que brinda el tiempo de asueto de muchos ciudadanos (cada vez
menos, eso sí), un silencio que utiliza la conocida indefensión de los españoles
en periodo vacacional, más preocupados por encontrar un trozo de arena para
colocar la toalla y plantar la sombrilla, y así evitar una discusión con la
respectiva, que de estar pendientes de lo que pasa en España, en Europa o en el
resto del mundo. Como mucho dedicarán un rato a interesarse por los fichajes de
sus equipos de fútbol, leyendo el Marca, el Sport o el As en el bar de la esquina,
librándose así, de paso, del rato que media entre que la familia se despierta y
la obligada peregrinación a la playa. O al prado. O a la piscina municipal. O a
la plaza del pueblo. O al mercadillo medieval de turno, del que pocos españoles
nos salvamos en estos duros meses que son junio, julio y agosto.
Un silencio ensordecedor que
pretende borrar del área de la memoria de nuestros cerebros, barriendo tanto el
hipocampo, como la corteza prefrontal y la amígdala. Haciendo un reseteo del
disco duro, para que, acabadas las vacaciones, puedan seguir reescribiendo su
relato con unos cerebros vacíos, formateados, y listos para seguir siendo explotados
por mentirosos, corruptos, ladrones y manipuladores profesionales. Y sí, me
refiero a los de siempre, a los malignos y criminales socialistas que al mando
de un psicópata están acabando con España. Y a sus compis de la autoproclamada
oposición, los peperos, que ni son oposición ni son nada. Son uva pasa. Son
barras de pan endurecidas. Son mayonesa con salmonela. Son tomates podridos.
Son membrillos enmohecidos. No son nada, en resumen.
Un silencio ensordecedor que
solamente han interrumpido para alabar nuestras (pocas) medallas en lo peores
juegos olímpicos que se han celebrado en la historia, y que gracias a Dios ya
han acabado. Creo que sobra hacer una descripción de lo que ha sido Paris estos
días. Tira de la Biblia, Genesis 19, y tendrás el resumen de esta chabacanería woke
y sucia que han sido estas olimpiadas.
Y encima, todos sabemos que ni
uno de los mensajes de los políticos celebrando alguna medalla española ha sido
sincero. En la mayoría de los casos, me jugaría la mano izquierda, ni conocían
al deportista premiado. Ni el ministro o político titular de la cuenta de la
red social, ni el CM encargado de gestionar el perfil durante el verano. Todos
los mensajes han sido simples copia y pega de un mensaje estándar, distribuido
desde Moncloa, Ferraz o Génova, en el cual simplemente cambiaban el nombre del
premiado, el color de la medalla y el deporte en el que hubo victoria. Y a otra
cosa, mariposa, jugar al golf, a viajar por el mundo o a esconderme en algún
palacete, con todo incluido, máxima seguridad y mínimo esfuerzo. Y eso no
quiere decir que el resto del año se esfuercen mucho, nuestros tan eficientes gestores
del estado plurinacional. Pero algo hacen de septiembre a mayo. Por lo menos
aparecer de tanto en tanto por el Congreso, por la sede del ministerio o del
partido, para cobrar su jugosa nómina y a esperar a las siguientes vacaciones.
Mientras tanto, se han quedado en
el tintero todas las cosas graves e importantes que tendrían que habernos
mantenido despiertos y alerta, aunque sea verano.
¿Qué pasa con la primera dama, la
corrupta Begoña?
¿Ha fallecido ya Barrabés, ese supuesto
enfermo terminal, o sigue embolsándose contratos del estado, con el porcentaje para
la fundraiser ya descontado del reluciente talón del Banco de España?
¿Dónde anda el satánico Zapatero,
uno de los responsables del fraude en la elecciones de Venezuela (aunque este no
sea el mayor de los pecados que ha perpetrado esta rata)?
¿En qué país están Ego y Bego
veraneando a cuerpo de rey, mientras España es invadida por masas de violentos
presos liberados por Hassan y por barbaros subsaharianos?
¿Dónde está el plan de ataque de Feijóo
y su colla de Verano Azul? ¿En el chiringuito del Ayo en Nerja, comiendo
sardinas, bebiendo sangría, canturreando infantiles canciones y riéndose con
ello en nuestras caras?
¿Dónde están las protestas de
nuestro ministro de asuntos exteriores, el padre Albares, ante el genocidio de hindúes
en Bangladesh a manos de los musulmanes?
¿Dónde esta Marlaska para
explicarnos en detalle el paripé de la no detención de Puigdemont?
Del único que sabemos algo es del
primate Oscar Puente: insulta a un ciudadano en un campo de golf, se pasea con
cuatro sobrinas de buen ver (y mal vivir, me imagino) por un festival de música
y echa toda la culpa del desastre de los transportes por ferrocarril a la histórica
y puntera empresa TALGO. Con todo el morro. Y con la chorra colgando, con perdón.
Y es tan primitivo que aún no ha entendido que el verano está para explotar
el silencio. Para narcotizar las mentes. Para tapar la corrupción, el derroche,
la falta de gestión, de verdad y de ética. Para echar arena de playa sobre la
basura que han generado durante el año. Para esconder bajo sus sombrillas coloridas
todas las maldades, trapicheos, traiciones y expolios que llevan a cuestas
A disfrutar y explotar el verano
con su silencio ensordecedor.
Y todos callados. Menos el
primate. Unga, unga, unga.
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