Aunque la época ideal para estas dos
frutas tan populares en nuestro país y en todo el arco mediterráneo, sean los
meses de mayo a octubre, en España se ha obrado el milagro, y las podemos
consumir cualquier día del año. Y no hablo de nuestra inmensa agricultura,
antes líder mundial indiscutible y hoy en día en peligro de extinción por culpa
de los malditos burócratas de la Unión Europea y la sumisión e incapacidad de
nuestros gobernantes del partido único PPSOE, ni tampoco me refiero a las
importaciones de los productos tóxicos de Marruecos y demás países.
Por desgracia para todos nosotros,
para nuestro presente y nuestro futuro, estoy hablando de personas, más bien
personajes, mutados en fruta caduca, insalubre y hasta dañina. Me refiero, como bien entenderéis, a los
incapaces, traidores y ridículos dirigentes del Partido Popular.
En la huerta particular de Génova
13 de ese supuesto partido de la oposición, estas frutas antaño tan apetecibles
se han convertido en productos claramente tóxicos, imposibles de digerir,
causantes de diarreas y vómitos, y que a la larga pueden llevar a la muerte de
aquel que las consume. Será por los abonos que usan, por la falta de cuidado,
por regarlas con orines en vez de agua pura, por usar tierra seca y caduca o simplemente
por ser estéril el suelo sobre el que han sido plantadas.
Tenemos por un lado a las
sandías, verdes por fuera (con su discurso alineado con la Agenda 2030 y demás sandeces
progres), y rojas por dentro (apuntadas a todas y cada una de las sandeces que
lanzan los progres), y tenemos a los melones, en otros tiempos dulces, sabrosos
y ricos en agua, vitaminas A, B, C y E, ácido fólico, fibra, calcio, hierro y
potasio, y hoy en días más vacíos que el cerebro de Yolanda Díaz. Por algo será
que melón, usado como insulto, equivale a ser un bobo, un necio, un torpe, un
ceporro o un mendrugo (RAE dixit).
La cosecha anual de estos seres mutantes, de estos hombre-fruta del Partido Popular, ha ido empeorando cada año, con sandías tóxicas como Esteban González Pons o Borja Semper, y melones deformados como Cuca Gamarra o Elías Bendodo, hasta llegar al melón mayor, la mutación más terrible que ha sufrido nuestra tan amada fruta, el ceporro más grande que ha salido de esa huerta tan dañina de la calle Génova, el inútil, cobarde, antiespañol, sumiso y traidor Alberto Núñez Feijóo, que bien podría haberse quedado en su taifa gallega, luchando contra España desde su incultura y su flaccidez mental, abriendo el camino al tóxico nacionalismo, que intentando emular a los dementes catalanes y los cabezudos recogenueces de la ficticia nación vasca, está en un tris de acabar también con nuestra gran tierra gallega. Y con España, ya sea como falsa oposición o gobernando, aunque no veo yo a un gobierno de mutantes sandías y melones.
No voy a entrar en detalle sobre
lo sucedido con el decreto ómnibus, mutado a los pocas horas en microbús, pero
finalmente aprobado por el partido único, el PPSOE, con el ridículo absoluto
de las frutas mutantes de la estéril huerta genovesa.
¡Qué desgraciados somos los
españoles, que en vez de tener Melonis, tenemos insalubres sandías e
inútiles y tóxicos melones!
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