lunes, 9 de septiembre de 2019

Once de septiembre


El undécimo día del mes de septiembre (que no el onceavo, como suelen decir muchos de nuestros tan poco ilustres y tan iletrados presidentes, diputados, políticos, famosos, influencers y tertulianos varios) es un día histórico por multitud de sucesos, hechos, nacimientos y defunciones. Como casi todos los días del año: la historia universal conocida y documentada (la historia “registrada”) de nuestro mundo occidental (al que por desgracia le queda poco antes de sucumbir a la invasión islámica-africana planificada y ejecutada por esas fuerzas ocultas que existen pero que pocos se atreven a nombrar) abarca ya bastantes siglos, siendo quizás el siglo IV antes de Cristo el momento inicial de la puesta por escrito de hechos, personas y lugares, con la obra “Las historias” de Heródoto, por lo que sin duda en cualquier día de estos veinticinco siglos documentados sucedieron hechos lo suficientemente importantes como para pasar a la historia. Para muestra un botón: podemos tirar de la tan denostada, pero al mismo tiempo tan usada Wikipedia, elegir a voleo cualquier día del año (nuestro cumpleaños, por ejemplo), y, oh sorpresa, mira cuantas cosas pasaron ese día. Como sucede, por ejemplo, con el 11 de septiembre.

No voy a listar ahora todo lo importante que sucedió este día a lo largo de los siglos: el que tenga interés que use la red de redes para este menester, pero sí que me vais a permitir comentar unos cuantos hechos realmente relevantes acaecidos en esta fecha.

El once de septiembre del noveno año d.C., una variopinta unión de tribus germanas bajo el mando de Hermann (Arminius para los romanos), líder de los cheruscos, derrotó en el bosque de Teutoburgo, sito en el noroeste de Alemania, entre Bielefeld y Paderborn, a varias legiones, infligiendo una tan severa derrota a Roma, que consiguió cambiar la historia, frenar la expansión de las hasta entonces casi invencibles huestes del Senatus Populusque Romanus y con ello facilitar la evolución o quizás el propio nacimiento de Germania como nación. Un hecho relevante, sin duda. Un hecho histórico. 
Doce siglos más tarde, el 11 de septiembre de 1297, en el Puente de Sterling, Escocia, un (gracias a Mel Gibson) archiconocido líder llamado William Walllace, derrotó a las tropas inglesas en defensa de su país, Escocia, invadido un año antes por los siempre pesados y bárbaros ingleses y su afán de conquistar y aniquilar a otras naciones (en vez de descubrir, colonizar, civilizar, integrar y hacer crecer, esas cosas que hacía el Reino de España, cuando era imperio y era español). Fue una victoria importante, pero sin pasar a ser un hecho trascendente en la historia de Inglaterra y Escocia: un año más tarde el rey inglés Eduardo I se vengó de tamaña humillación, previo pacto con Francia para poder disponer de suficientes tropas, y aplastó a los valientes “highlanders” en otra batalla, la de Falkirk. Ingleses y escoceses siguieron dándose de palos durante siglos, estando viva, aún hoy en día, la lucha por la independencia de Escocia, aunque ya no a base de garrotazos, sino en forma de pacíficos referéndums (legales y justificados, por cierto).

Sigamos con otro hecho relevante sucedido un 11 de septiembre. En 1683 el Sacro Imperio Romano Germánico, liderado por los Habsburgo, y la Liga Santa, formada por polacos y lituanos, plantaron cara en la batalla de Kahlenberg a las tropas otomanas, en el llamado segundo asedio a Viena, asestándoles un golpe definitivo y frenando, por fin, los continuos intentos de dominio de Europa por parte de las fuerzas orientales, ergo islámicas. Un siglo antes, y gracias al Imperio Español,  ya se consiguió parar esa siempre amenazante invasión otomana en la mítica batalla de Lepanto, en la que Don Juan de Austria, Alvaró de Bazán y Alejandro Farnesio, entre otros, pararon los pies al invasor de forma aplastante, destrozando su armada y salvando así al mundo occidental. Claro que en esa época la casa real en España era la de los Habsburgo en su pleno apogeo, no como en la batalla de Kahlenberg, época en la que en nuestra patria reinaba Carlos II, último rey de dicha dinastía, y por lo tanto paso previo al definitivo declive del imperio español que se produjo por culpa de la entrada de los Borbones en nuestra historia. Con ellos perdimos nuestras posesiones, como bien cantan los Nikis, y a la decisiva batalla ya ni nos presentamos, simplemente aportamos dinero. Aunque peor fue la actuación de Francia, cuyo nefasto rey Luis XIV, en su eterna guerra con Austria, ni siquiera aportó dinero. Por algo en esa época le apodaban el “rey moro”.


O los más cercanos y terribles hechos del 11 de septiembre de año 2001, en el que terroristas islámicos atentaron con sus pilotos suicidas en Nueva York y en Washington contra el corazón del mundo occidental, dejando más de 3.000 muertos, haciéndonos ver que la amenaza del islam sigue tan vigente como en Lepanto o en Kahlenberg. 
O como hoy en día en nuestras fronteras en Ceuta y Melilla y en el Mare Nostrum, que de “Nostrum” cada vez tiene menos. Ahora está en manos de piratas, oenegés comisionistas y gobiernos colaboracionistas que traerán sin duda la derrota final y definitiva de nuestro mundo, de la Europa griega, romana, cristiana e hispana.

Si no lo evitamos, claro está.

P.D.
Anda, casi se me olvida: el 11 de septiembre de 1714, durante la Guerra de Sucesión Española, en la que se enfrentaban partidarios de los Habsburgo y de los Borbones por la corona española, la ciudad española de Barcelona, que apoyaba a los Habsburgo, capituló ante Felipe V, lo que significó la consolidación en el poder de la casa de Borbón en España, y con ello el inicio del fin del justo, civilizador y glorioso imperio español en el que no se ponía el sol.

Lo que cuenten los cuatro dementes separatistas catalanes acerca del 11 de septiembre es otra cosa. Una tergiversación de la verdad (como tantas otras) a manos del nacionalismo, para justificar sus tejemanejes, su supuesta (y a todos luces inexistente) superioridad cultural, moral y racial, y sobre todo sus jugosas comisiones. Malditos y majaretas lazis.






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