El pasado fin de semana volví a disfrutar de un clásico de
nuestro cine patrio, “Los tramposos”, película del año 1959 dirigida por Pedro
Lazaga y protagonizada, entre otros, por unos insuperables Tony Leblanc y
Antonio Ozores. Este filme relata las andanzas de dos “simpáticos” embaucadores
que se dedican a todo el amplio abanico de timos conocidos: desde el trile de
la bolita hasta el cuento de la estampita, prueban de todo para ganarse la
vida. De todo menos trabajar, claro está. Pero gracias a las sublimes interpretaciones
y al inmediato cariño y complicidad que generan en el público, el detalle de
que no intenten trabajar queda diluido, convirtiéndose la picaresca y el mal
vivir de los protagonistas en algo aceptable, y con ello imitable.
Y así seguimos, sesenta años después, rodeados de timadores.
Pero por desgracia existen grandes diferencias entre el año 1959 y nuestro
presente: la minoría que delinquía (porque de eso se trata, de delitos) en aquel
entonces se ha convertido en seis decenios casi, casi en una mayoría. Veamos.
Titulo esta entrada “vividores”, en vez de escribir directamente
timadores, o delincuentes, que es lo que debería poner. Y lo hago con
intención: como ya he escrito en infinidad de artículos, en esta nuestra España
venida a menos somos campeones en suavizar, ocultar o silenciar los malos e
ilegales comportamientos. Palabras como picaresca, o en este caso vividor, tienen
una connotación positiva, convirtiéndose por desgracia en virtud más que pecado.
Los héroes de la sociedad ya no son los médicos, los policías, los bomberos,
los dirigentes o los religiosos y misioneros; por el contrario, los ídolos, los
referentes para la juventud y hasta para una gran parte de los teóricamente adultos,
son todos aquellos personajes que consiguen triunfar sin dar un palo al agua. Y
de esta tipología de seres inmundos que no aportan nada positivo a la sociedad,
los que yo suelo llamar de “valor añadido cero patatero”, vamos sobrados en esta
piel de toro antes poblada por héroes altruistas, científicos, descubridores, artistas,
sabios dirigentes, valientes guerreros y humildes servidores del prójimo. Hoy
en día estamos rodeados de mangantes en todos y cada uno de los ámbitos
sociales. En el mundo laboral, en el ámbito religioso, en el periodismo, en el séptimo
arte (que de arte cada vez tiene menos), y, destacando por encima de todos estos
estamentos, en la política, sufrimos la triste presencia de garrapatas, defraudadores,
arribistas, ladrones, mentirosos, bocazas, incultos, iletrados y aprovechados,
en resumen, de malditos vividores.
Echemos una vista a nuestro alrededor, a los protagonistas
de las noticias, de los programas de televisión, a los que cortan el bacalao
hoy en día, a los que se llevan sueldos astronómicos frente a los miserables
jornales que siguen cobrando los verdaderos trabajadores (como por ejemplos los
miembros de la Guardia Civil y la Policía Nacional, o nuestros sacrificados y
nobles soldados): políticos corruptos, presidentes dedicados al plagio y al
buen vivir, periodistas untados al servicio de partidos políticos que solamente
sirven de trampolín para la chusma de la sociedad, clérigos y monjas a sueldo
de los dementes, racistas y malignos nacionalismos, consejeros delegados al
servicio de lobbies, catedráticos dedicados a regalar titulaciones por cuatro
reales, jueces vendidos al mejor postor, tertulianos carentes de formación,
neuronas y educación hablando hoy del medio ambiente, mañana de digitalización
y pasado de neurociencia, sin tener ni papa de ninguno de los temas sobre los
que osan opinar, o presentadores de televisión incultos e iletrados que no
saben hacer la o con un canuto.
No hace falta ni que detalle nombres y apellidos de todos y
cada uno de estos personajes, bien los conocemos todos. Pero aun así me permitiré
recordar algunos nombres, no vaya a ser que hoy me quede sin descargar mi ira
sobre la chusma que nos rodea: la falsa monja Caram, la sucia alcaldesa de
Barcelona, Ada Colau, nuestro caradura mayor, el presidente por accidente Falconetti,
Pablo Iglesias y consorte, García Ferreras, Monedero, Errejón, Ortuzar, Quim
Torra, Escobar, Alonso, Sémper, el arzobispo Planellas, Lluis Llach, Amenabar, Almodóvar, Alberto
Garzón, el traficante esclavista Oscar Camps, Feijóo, Rufían, Adri Lastre, Ximo Puig…una lista interminable.
Y paro aquí para evitar esas terribles arcadas que me producen
todos estos malditos vividores.
Y no valen argumentos como que siempre ha habido pícaros,
ladrones y mangantes. Claro que los ha habido siempre. Y los habrá. Igual que
meretrices. Y sus hijos. Es algo inevitable y bien visible. Pero lo que no es
de recibo y tenemos que combatir de alguna forma es que estos deshechos, estas
garrapatas, sean los que dirijan nuestros destinos, vivan a cuerpo de rey y se
rían en nuestra cara mientras todo se derrumba a nuestro alrededor.
Allá cada uno como los combata. Escribiendo, estudiando, trabajando
noblemente, rezando, patrullando, limpiando, ayudando al prójimo, o quizás
votando algo coherente y serio el próximo 10 de noviembre.
It’s up to you, como dirían los ingleses y los
paletos que no saben idiomas, pero utilizan cada día más expresiones foráneas,
en vez de usar y cuidar nuestro rico y precioso idioma español.
Tú mismo. Luchemos por algo superior, que vaya más allá, en latín plus ultra, o aceptemos el desastre, las penurias y la desaparición de una sociedad cuya construcción ha costado milenios.
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