martes, 3 de mayo de 2022

Dame una sonrisa

 

There is a crack, a crack in everything
That's how the light gets in

(Leonard Cohen)


Preparar una fiesta sorpresa con 5 meses de antelación es algo complicado, sin duda. Más aún en estos tiempos que corren, en los que prima la inmediatez de tal modo que un chiste o una sonrisa duran menos que los míticos “peces de hielo en un güisqui on the rocks”. Pobres pececillos, por cierto, que siempre se derriten antes de tiempo por citarlos tantas veces. Y creo que en los últimos días los he gastado de por vida de tanto nombrarlos. Así no hay quien se tome una copa en condiciones. Y si encima te cuesta 8 euros (de eso hablaremos más adelante).

Y por culpa de esta antelación en la planificación del evento, las entradas y salidas de miembros al grupo creado para su organización fueron constantes. La montaña rusa de los sentimientos que vivimos la mayoría en nuestras vidas, quedó claramente reflejada en estos constantes vaivenes: hubo más movimientos en el grupo de Whatsapp que en la cuenta corriente de un ludópata. Que ya es decir.

Al final los más pragmáticos optaron por abandonar el grupo y esperar pacientemente hasta la fecha, mientras que los más implicados y sacrificados mantuvieron el tipo hasta el final. Gracias a todos ellos por el inmenso esfuerzo, que redundó en una gran fiesta de cumpleaños. 

En especial a Mamen, Marta, Ana y Eloy, verdaderos artífices del entrañable evento. Y que merecen nuestro gran aplauso y un eterno agradecimiento. Gracias majas y majete.

La fiesta tuvo, como cualquier suceso en la vida, sus luces y sus sombras, pero aquí no estamos para hablar de sombras ni tampoco he venido a hablar de mi libro: valga lo que sigue simplemente para relatar las partes alegres, divertidas, entrañables y hasta emocionantes que vivimos el sábado 30 de abril en un local de cuyo nombre no quiero acordarme. Las partes que recuerdo yo; las fiestas son tantas y tan diversas como personas que asisten, cada uno de nosotros la vivió de otra manera, tendrá sus recuerdos y sus anécdotas, pero por desgracia o por fortuna no soy ni omnipresente, ni tengo cámaras ocultas vigilando a la parroquia (como Rosi), ni conseguí jamás instalar el sistema de vigilancia Pegasus en vuestros móviles. Ahí van pues mis recuerdos…

Nota: aunque alguno me lo haya pedido, no pienso crear un audio libro con este pequeño artículo. Que los que me lo reclamaron o son muy vagos o simplemente lo piden para putear a don Emilio. 

La víspera del día D, tuve que romper mi germana y quizás ya senil norma de acostarme pronto, y esperar a Don Alberto, que se quedaba a dormir en Rommeland 3, mi nuevo refugio estilo Cuéntame, con sus camas empotradas, sus lámparas vintage, sus estampitas de la Virgen y su inmenso espejo con marco dorado. Y como no, su duro colchón, que no solo destroza mi espalda, sino que encima acaba con mis sueños. 

Llegó el invitado a su hora, con hambre y ganas de hablar. Pues dicho y hecho, adiós a la compra semanal, adiós al Rua vieja y bienvenidas las largas y entretenidas charlas (con pocas faltas ortográficas, como remarcó Alberto). “Y a dormir ya, que la fiesta es mañana”.

Empezó el día con eso que unos llaman casualidad, otros destino y los más modernos serendipia: puse mi emisora de referencia de la radio alemana, como entenderéis una acorde a mi edad, llamada “Oldies but Goldies”, y una de las primeras canciones que sonó fue “Lola”, de los Kinks. Primeras risas, sobre todo pensando en la letra de canción: ¿no hablará de mi Lola, verdad, don Ray Davies? Por no ser suficientemente divertido y sorprendente oír está canción, al poco sonó el “American Pie” de Don McLean, canción preferida de Mamen. Si esto no es destino, que baje Dios, lo vea y lo confirme. O admita que ha sido él.

Nos reunimos varios en el nuevo local social, el Envite, mezcla de psiquiátrico, parroquia, hogar del jubilado y bar al uso, con su tele, su tragaperras, sus tapas, su viejo gruñón y el habitual de cazalla matinal leyendo el MARCA al final de la barra. Alberto se atrevió a echarle un pulso a Constan, y nos plantamos en el local de la fiesta sorpresa por el 50 cumpleaños de don R. (sigo sin acordarme del nombre del local). 
Bonito reencuentro con los grandes (de cuerpo y corazón) amigos de Barcelona, con los queridos colmenareños, con los encantadores madrileños  y con todos los demás. Corta espera, operación ocultación en el castillo, y primer desencuentro con una de las protagonistas del evento: la mujer del pijama. Intenté colgar la bandera del Mágico y me negó el permiso alegando que ellos “no se podían posicionar con ninguna opción política”. ¿Dónde está la opción política en la bandera de tu patria o en la bandera de tu equipo de fútbol? Lerda. Y la fiesta ni había empezado. Vamos mal.

Y llegó el homenajeado. Aún no tengo claro si sabía algo, lo intuía o no. O si sabía que Mamen tenía tantos hermanos. Poco hablé con él durante la fiesta. Pero bueno, puso cara de sorpresa. Y de alegría. De eso se trataba. De sacar una sonrisa. A él, a todos.

A partir de aquí, música, alegría, fiesta, fotos, entradas y salidas a la terraza, y, el exquisito catering gourmet que nos sirvieron. Lo de exquisito y gourmet obviamente con retintín: vaya timo. No he querido ni recuperar la foto de la carta que aprobamos y bien pagamos. Poco, nada bueno y servido a desgana y con malos modos. Aquí llegó el desencuentro número dos con la susodicha: estando sentados fuera unos cuantos, en amena charla al sol, salió furibunda y casi gritando nos dijo que entráramos a comer. No pude resistirme y le llamé la atención diciendo que “los clientes somos nosotros, que se calme y que ya vamos”. Y a punto estuve de preguntarle si su pijama era la toalla del baño, robada en un hotel de Benidorm.

Si no le gusta la hostelería, que monte una funeraria. O se haga podóloga.

Después de la virtual comida (ni el filete que pidió Cris por ser celíaca tenía el mínimo nivel aceptable), llegó la hora del vídeo clip creado con mimo, estilo y gracia por Ana. Buen trabajo, guapa. Gracias en nombre de todos.

El vídeo, como digo, muy bonito, una buena banda sonora, fotos emotivas y vídeos graciosos, y con una sola pega: yo salía poco. 😊 Y a los que me silbaban desde el fondo, pues ya sabéis, ¡Bufones y orgullosos, oi!, por ello aparezco tanto. Por nada más. Bufones ya los había en la Edad Media. Y las mujeres barbudas. Y bardos. Y la vieja bruja de los gatos. Y osos (esto encima sigue siendo verdad, porque uno andaba por ahí. Encima muy bien amaestrado: sabía bailar, cantaba de maravilla y en varios idiomas y nos hizo pasar ratos geniales a todos. Como siempre. Pon un oso en tu vida. Y no el de Tous.

Ante la falta de verdaderas ganas de ver el partido de fútbol (por casualidad se enfrentaban nuestros dos equipos, por lo que un empate también nos iba bien), y siguiendo nuestra tradición de vieja escuela, cantamos lo de “que no nos gusta el fútbol, que nos gusta el bar” y adelantamos la hora del concierto. Encima así lo hacíamos coincidir con la hora de la barra libre, en la que miss Pijama la Borde nos volvió a sorprender cambiando de los buenos y fríos tercios de pago a las cañas templadas de barril en vaso de plástico. Y no quiero ni preguntar si el barril era Mahou o quizás Cruzcampo, ese líquido apto para todo, limpiar, fregar, derramar..., menos para tomar. En ese bar de cuyo nombre me estoy empezando a acordar. En este momento a ella sí que la acabé por bautizar. La Vinagre del Pijama. Que ni es de Modena ni es fina lencería.

El concierto de Edu, Iván y sus amigos estuvo genial, como era de esperar. Con una lista de canciones, un setlist, que me ocultaron hasta el último día, adecuado para el público presente, y una ejecución perfecta, cantamos, bailamos y desafinamos hasta reventar (hay algún video en el que los cánticos desafinados duelen más que el maullido del gato que está triste y azul). A petición del público, y como estaba escrito, el cincuentón nos cantó varias canciones, que todos seguimos emocionados.

Sesión de fotos, emociones, abrazos, y a partir de aquí, fiesta de las de verdad: grupos aquí, grupos allá. Sombra aquí, sombra allá. Beso aquí, beso allá. Alguien dice que cantaron lo de que se besen, que se besen. Yo no me acuerdo. De lo de los cánticos. De lo del beso sí. Y creo que fueron más que uno. O quizás lo soñé.

Grandes charlas en la terraza. una con Oxi sobre música, guitarras de 12 cuerdas y el “Wieder mal ’nen Tag verschenkt” de los Onkelz (Otro día desperdiciado), muchas, largas y entretenidas con Isra (le debí de dar mucho la lata, porque estuvo malo hasta el lunes), chanzas y chistes sobre los cantantes heavies ochenteros, su outfit y sus tatuajes (comparados con la espalda de Alberto, por ejemplo), gente entrañable, un chico que llevaba un logotipo del Real Madrid muy discreto en el pecho (yo cada vez lo veía más grande), una sesión particular de cante jondo y bailes populares por parte del Oso, el detalle de Fredy en regalarme la camiseta (gracias, líder), abrazos de extraños que me tocaron más en pocos minutos que mi ex mujer en 8 años…y ver a Sabio por una vez sin libro y conversando es impagable.

Una fiesta genial, aparición de personajes curiosos (uno mezcla de Paco Clavel y el Mago Tamariz), alguien vendiendo muñecas barriguitas, amores y desamores, sonrisas y lágrimas, un romántico 😉 paseo de vuelta hasta el coche, caminata que casi vale como una etapa del Camino de Santiago, y dos días para recuperarme y poder escribir esto.

Sonrisas hubo, por lo que algunos las dieron. O las dimos. Y besos. Que también dimos. Gracias a todos por el gran rato pasado.

Y no olvidemos lo más importante: lo que nos reunió en ese lugar de cuyo nombre estoy a punto de acordarme, fue el cumpleaños de Ramiro. Muchas felicidades cincuentón. Ya casi me pillas.

 

Dame una sonrisa…

 

P.D.: Ahora me acuerdo del nombre del puto bar. Se llamaba Cadillac Solitario. Digo llamaba porque la parte de Cadillac ya ha quedado eliminada. Desde ya se llama Solitario. Porque nadie tendría que volver ahí… que nosotros somos más del Simca 1000. De nuevo una rima. Estoy sembrado.

P.D.D.: Aclaración de la cita de arriba de la canción “Anthem” de Leonard Cohen, en sus propias palabras:

“En esta vida no se hacen las cosas perfectas, ni en el matrimonio, ni en el trabajo, ni en nada, ni en el amor a Dios, ni en el amor a la familia o a la patria. La cosa es imperfecta.

Y lo que es peor, hay una grieta en todo lo que puedes unir o armar: Objetos físicos, objetos mentales, relaciones, construcciones de cualquier tipo. Pero ahí es donde entra la luz, y ahí está la resurrección y ahí está el retorno, ahí está el arrepentimiento”.

P.D.D.Por si queréis colaborar con una causa muy, pero que muy justa, aquí podeís valorar el puto bar. No por el bar, más bien por el avinagrado y desagradable trato.



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