martes, 19 de abril de 2022

Muface café

 “Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto sino un hábito”. Aristóteles

Cuando ya confundes el bar Mufasa con la mutua Muface solamente caben dos explicaciones:  o has bebido demasiado o estás obnubilado por otras razones. En mi caso quizás se junten ambos factores. Demasiado alcohol y la emoción de compartir mesa, risas y el sol de primavera con Rosario Flores, perdón, con Lola. Una primera cita a la antigua: rodeado de consejeras, alcahuetas y viejos gruñones envidiosos. Regodeándome, pero menos. Porque en este caso soy uno de los protagonistas de la fiesta. Y eso es algo nuevo, emocionante pero sumamente complejo. Como si me pidieran ahora que resolviera una compleja ecuación: después de tantos años, tantas cervezas y tanta soledad (infravalorada, como suelo decir, pero rápidamente denostada ante la sonrisa de una bella mujer. A lo Groucho: “tengo mis principios, pero si quiere los cambio”.), lo de enfrentarse a lo más bonito de la vida se vuelve complicado. Tiraremos de manual, como ya le dije a Lola. Y en este caso no es la Lola virtual del bar de Pérez-Reverte, esta vez se trata de algo real. De (bonito) cuerpo presente. ¡Qué miedo!

Un Pérez-Reverte que por cierto ha caído enteros en los últimos tiempos: su arrogancia, su mainstreaming nada encubierto y su insaciable hambre de dinero y protagonismo empiezan a cansar (en línea con el pesado cocinero Andrés, como ya dejé caer en mi anterior diatriba). Aunque sus novelas (de Reverte) sigan siendo entretenidas. Como lo son las de otros tantos autores. Ni es el primero, ni es el mejor. Aunque se lo crean él y sus escribanos que las redactan (dicen por ahí que él ya ni escribe…, pero bueno, ante tanto bulo ya ni quiero saber si es verdad o no).


Y la mesa que compartimos no es una mesa cualquiera: hablo de la terraza del bar Envite, una mezcla de bar al uso (con olor a fritanga, como dice la señora de Manel) con un centro de rehabilitación, psiquiátrico, ONG y lugar de retiro de dinosaurios varios. Lo que en cualquier pueblo sería una mezcla del hogar del jubilado, el zoo y el manicomio. Simplemente imaginad que yo soy el más normal del local 😉 para entender de que hablo. Claro, claro.

Y tampoco es algo nuevo (no lo de ser yo el más cuerdo, digo lo de un bar curioso). Hay muchos artículos míos que hablan de bares, ya que, como bien canta Jorge Ilegal (al que veremos en directo en breve), “el bar, la verdadera patria, con que puedes contar”. Los bares han sido y serán nuestro refugio patrio. En otras latitudes, las personas con problemas o aburridas se van a la montaña, se ponen a correr como si les persiguiera el mismísimo Pablo Iglesias, se encierran en un monasterio, van al psicoanalista, se hacen veganos, abrazan cualquier fe por muy ridícula que sea, echan las cartas, invocan a los espíritus con la güija o directamente se tiran de un precipicio; mientras que en España tenemos la mágica solución a todos esos males mentales: el bar.

Algo que hoy en día hasta las sacrificadas esposas aceptan con un aliviado “por lo menos no molesta en casa y gastamos menos en electricidad”. Algo ganamos todos. Que no está la vida para aguantar demasiado. Como los meses son cada vez más largos para tan poco sueldo, cualquier ahorro es bienvenido. Empecemos pues dando ejemplo y no malgastemos ni luz ni tiempo, acudamos a nuestro garito preferido y consumamos productos locales. Seguro que nuestra inversión en dichos negocios aportará bastante más (a los contertulios, a los propietarios, a los clientes y al atónito público) que desperdiciándola en una falsa ONG dedicada a traficar con seres humanos, un partido político mentiroso o un falso sindicato de aficionados al marisco y la sopa boba.

Parafraseando la cita aristotélica del inicio: “Somos lo que bebemos día a día. De modo que la dipsomanía no es un acto sino un hábito”.

Como años ha, con buen ritmo y mejor letra, nos cantaba Gabinete Caligari:

Mozo, ponga un trozo
De bayonesa y un café,
Que a la señorita la invita Monsieur

Y dos alondras nos observan
Sin gran interés
El camarero está leyendo el "As"
Con avidez

Los bares, que lugares
Tan gratos para conversar.
No hay como el calor
Del amor en un bar.

 



* La bayonesa de la letra, que lo he tenido que buscar.




 

 

 

 

 

 

 

 

 

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