lunes, 2 de enero de 2023

La última fortaleza


Somos un país de castillos, fortalezas y casas cuartel. Fruto de nuestra historia guerrera, de cientos de años de lucha contra los invasores, de conquistas y sobre todo de reconquistas, pero también prueba fehaciente de nuestras interminables luchas internas, de las taifas, de rivalidades vecinas, de nacionalismos golpistas y sanguinarias bandas terroristas. 



Algo que por otro lado no nos diferencia de las demás naciones de Europa. Por algo compartimos historia, cultura, tradiciones, dinastías, territorios, guerras en el mismo bando y guerras entre nosotros. Y antes hasta compartíamos la fe y nuestros valores cristianos, aunque por desgracia esta herencia se ha ido diluyendo en la vorágine materialista, globalista y de falsa unión que nos han impuesto paso a paso. Hasta culminar en la maligna y perniciosa Unión Europea.

Y esta falsa unión, esa dictatorial burocracia de la élite financiera centroeuropea, encabezada por Alemania, Francia, Holanda y demás países forjados y consolidados en la herejía y la envidia al desparecido imperio español; “unión” solamente dedicada a acabar con el mundo occidental tal como lo conocemos, desmontando las patrias para consolidar su pestilente reino del anticristo, de la rendición, del reemplazo de la población, de la negación de nuestras raíces cristianas, de la imposición de la cultura woke y de su maldita agenda 2030; esa dictadura disfrazada de supuesta unión entre iguales, no nos ha defendido ni nos va a defender jamás de nuestros enemigos. Ni de los externos ni de los internos. Es decir, ni de Marruecos ni de los violentos separatistas, ni de los “regres” de la chusma roja, de los socialcomunistas aliados de los narcoestados de Hispanoamérica y de las sanguinarias teocracias islamistas.

Nos toca pues salvaguardar esa última fortaleza, ese castillo de la herencia grecorromana y cristiana que con tanto acierto y sabiduría defendió hasta el final el tristemente desparecido Benedicto XVI, que en paz descanse. El último faro de luz que quedaba en Europa, “el hombre más sabio e inteligente” de Occidente” como lo definía ayer el cardenal, arzobispo emérito de Valencia, Antonio Cañizares.

Pero esta batalla se presenta muy complicada. Por mucho que patrullemos por los adarves de torre en torre, asegurándonos que los arqueros están posicionados en sus aspilleras, poco podremos hacer. Ni podemos pensar en refugiarnos en la torre del homenaje, la última trinchera ante el acoso enemigo. Porque la lucha solamente se ganará si prescindimos de la pétrea protección de los muros de nuestra fortaleza; por muchos víveres que hayamos acumulado en su interior, por mucha agua fresca que tengamos gracias al pozo de agua cristalina que salvaguardamos ante el empuje del enemigo, nuestras voces no se oirán allende las paredes de nuestro exilio interior.


Hay que salir, hay que bajar el puente levadizo y lanzar a nuestros infantes a combatir en terreno abierto, en esa batalla cultural y política que ya están llevando a cabo entidades civiles y hasta un partido político.  Pero, por desgracia, nos falta ese nexo de unión, esa alianza general entre todas esas valientes agrupaciones de luchadores, llámense Unión de Brigadas, S’ha acabat, Valents, Cataluña Suma, Foro Libertad y Alternativa, Unión 78, España Cívica, Convivencia Cívica Catalana, la nueva y esperanzadora asociación “Pie en Pared” o cualquier otra de las centenares de siglas que engloban esa resistencia que al parecer existe en nuestra sociedad, pero que por desgracia se quedan luchando al abrigo de los muros protectores de la fortaleza.

Este año nuevo que se nos presenta muy duro, será quizás la última oportunidad de romper nuestras cadenas, de plantar cara al enemigo, de hacer oír nuestras voces, y desde las calles, plazas, jardines y senderos de España empezar a luchar por la propia supervivencia de nuestra patria, y con ello de Europa y el mundo Occidental.


Una batalla que en otros países, como Italia, ya ha dejado atrás los adarves, las almenas, las torres, y las aspilleras. Países en los que la población, harta de la imposición de un nuevo orden contrario a todos nuestros valores, a la ciencia, a la historia y a nuestra herencia cultural, se ha reunido, en el patio de armas, y, armada de razón, ha bajado el puente levadizo, ha cruzado del foso abandonando la zona de confort de las redes sociales y las columnas periodísticas, y se ha desperdigado por el duro territorio que rodea la fortaleza para luchar cara a cara, casa a casa, calle a calle, pueblo a pueblo y ciudad a ciudad, contra las hordas malvadas, manipuladoras, mentirosas que nos están llevando al abismo.

Empecemos pues esta lucha: ya sea el próximo 21 de enero en la manifestación en Cibeles, ya sea en el bar de al lado de casa intentando convencer a los clientes de lo malo que nos viene y lo bueno que podemos mantener si avanzamos unidos.

Digamos adiós a la fortaleza y con alegría y valentía luchemos en los campos verdes esperanza de nuestra patria por nuestro presente y por el futuro de las nuevas generaciones.

 


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