sábado, 21 de enero de 2023

Transtornados


Si en tu suprema sabiduría, de la que no dudo al ser lector mío, te lanzas directamente a corregir el error en el título, respira profundamente, reclínate, haz un pequeño esfuerzo y lee hasta el final. Que esto ni es el Whatsapp ni un TikTok. Y si no te has dado cuenta del intencionado gazapo (un oxímoron, por cierto), tampoco pasa nada. Una palabra nueva o bien escrita al zurrón.

Empecemos pues.

Para muchos el concepto “woke” sigue siendo un misterio, algo oído pero aún desconocido para la mayoría. Como ya escribió la siempre acertada y aguda Rosa Belmonte hace un par de años, “Woke no es una sartén”. Pero es comprensible que la verdad no llegue al gran público: el 99% de los medios de comunicación son parte del movimiento, y por ello son los grandes culpables de la lenta pero insistente imposición de un nuevo orden, de tendencias e histerias variopintas, de unos nuevos “valores”, por llamarlos de alguna manera, que en el fondo no son más que sandeces y demencias varias.

Resumido en pocas frases: el movimiento “stay woke” nació hace casi un siglo como parte de la lucha contra el racismo, pero volvió a renacer en 2013 y a popularizarse globalmente a partir de 2020 con la campaña de “Black Lives Matter” por la muerte de George Floyd (un violento drogadicto justamente detenido por la policía y accidentalmente fallecido por sobredosis durante la detención), y a partir de ahí se ha utilizado (el concepto woke) para englobar cualquier tipo de reivindicación social, política, religiosa, sexual, climática y de cualquier otro tipo, por ridícula y carente de cualquier base real, lógica, científica, política o social que fuera dicha “causa”. Es decir, todos esos simplistas e infantiles relatos, exagerados, sacados de contexto y manipulados, para mayor gloria y beneficio de cuatro listillos y completa vergüenza de los millones de acólitos que en cada uno de los casos sucumben al esperpento de turno. Esas nuevas religiones, intensas pero de poca duración, como los enamoramientos veraniegos, pero sin amor ni sexo. Bueno, sexo si, que ese es lamentablemente uno de los ejes sobre el que gravita la demencia woke. Más adelante incidiré en este punto. Es decir, gilipolleces carentes de cualquier valor trascendente y real. Pero sandeces peligrosas, ya que al mismo tiempo atacan nuestros valores fundamentales, van contra nuestras estructuras sociales, nuestra economía, nuestras familias, nuestra patria, nuestra cultura…contra nuestra propia vida.

La lista de demencias convertidas en urgentes, críticas y necesarias, impuestas al resto de la sociedad mediante malvados y sobre todo interesados subterfugios, sin que nadie las haya pedido ni votado, es interminable. Algunas llevan años explotándose como lucrativo negocio, como la histeria climática, carente de toda base científica, una mentira generalizada y aceptada desde los años 70 del siglo pasado, o mejor dicho, “tragada” por la mayor parte de la sociedad occidental, que por otro lado no representa ni un 18% de la población mundial (al resto de los 8.000 millones de habitantes de la tierra ni les va ni les viene), y que encima nos ha llevado a la actual crisis energética (la guerra de Ucrania es un simple comodín usado para ocultar la realidad, una cada vez más artificial confrontación bélica mantenida y hasta alentada por todo el sucio mundo woke para seguir, detrás del triste escenario de bombas, tiros y muertes, con sus locuras varias, sus negocios, sus comisiones y sus mentiras); una mentira de tal tamaño, la de la emergencia climática, que ha traído consecuencias tan patéticas como dañinas, como la imposición del coche eléctrico (de nuevo solamente obligatorio para la sociedad occidental), cuando la suma del proceso de fabricación de las baterías y su posterior e imposible reciclaje contamina cientos de veces más que seguir usando vehículos de combustión; el paso obligado a las fuentes de energía limpias, que lo único que ha conseguido es arruinar la industria, subir los precios de forma insostenible para los ciudadanos, para que al final los gobiernos europeos hayan tenido que recular y admitir que se han equivocado, pasando a declarar de golpe a la energía nuclear como “sostenible y resiliente” y volver a la cordura (y pagar menos “multas” por usar energías contaminantes, lo que en el fondo es el quid de la cuestión). Menos en España claro, que aquí somos especialistas en hacer todo al revés. Gobierne quien gobierne. Sometidos y acomplejados ante el resto del mundo Occidental, los nefastos gobernantes de uno y otro signo de nuestra querida España siempre son los primeros, los más lanzados, los del “pues yo más”, desmontando centrales nucleares, dinamitando presas, negando trasvases o prospecciones petrolíferas y minerales.

El milenario “Spanish style”, creerse siempre el mejor, el adelantado, el más listo, el innovador, el protagonista, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro. Ese ego enfermizo y exagerado. ¿Os suena?

Pero mientras nos dormimos sobre nuestros inexistentes laureles, fanfarroneando en la barra del bar, Marruecos nos adelanta por la derecha y Francia por la izquierda. Como si la Leyenda Negra, inventada por ingleses, holandeses y demás envidiosos bárbaros del norte, siguiera presionando nuestros cerebros cual lápida eterna y tuviéramos que tragar con todo lo que nos imponen desde allende el Pirineo, y ahora también desde el lado oscuro del estrecho de Gibraltar.  Esa “losa del tiempo” que no somos capaces de superar, por muy falsa que sea.

Sigamos con los transtornos.


No daría abasto para listar todas las demencias que nos están imponiendo desde ese nuevo orden nacido en la enferma mente de personas como Soros o Schwab, un nuevo (des)orden criado con mimo en Davos, formado en universidades californianas, madurado en oscuras instituciones supranacionales de las que jamás debimos formar parte y lanzado a conquistar y destrozar lo que queda de Europa con lanchas de falsas oenegés cargadas de jóvenes sanos, iletrados y violentos por un lado y una juventud atontada por el adoctrinamiento llevado a cabo en los últimos decenios en colegios y universidades; todo ello para enriquecer a una pequeña élite que jamás sufrirá las consecuencias de todos estos desastres que estamos viviendo. Y lo más triste de todo, que lo único que desaparecerá de nuestro planeta azul es justamente Europa, la cuna de la cultura y la ciencia, mientras que el resto del mundo se repartirá jocosamente lo poco que quede de la herencia grecorromana y cristiana después de que los pérfidos acaben de pasar el rodillo, dejando nuestra civilización más plana que una pizza romana.

Pensemos solamente en las locuras que hemos vivido y oído en estos últimos y desgraciados meses: desde las estupideces de Ione Pedorra y su “protección” de los animales, imponiendo todo aquello que no tiene sentido, sin conocimiento alguno del mundo rural o animal, culminado este semana con su paranoica y demencial intención de “rebajar el ruido en las piscifactorías para no molestar a los peces”; los nuevos alimentos que nos quieren imponer mientras ellos siguen deleitándose con buena carne y mejor marisco, pasando por la impresentable ley del “Sí es sí” de la despechada cajera y los ya más de 250 afortunados delincuentes sexuales que han visto rebajadas sus penas, hasta la artificial polémica creada y apoyada por todo el mundo woke, desde el PSOE hasta el PP, y aireada con gigantescos titulares por sus serviles medios, de la tan correcta propuesta de VOX de poder ofrecer a una mujer que pretende abortar la posibilidad de oír el latido del nasciturus y verlo en una ecografía 4D, estamos sufriendo un acoso tan exagerado, que no da tiempo ni a digerir y defecar cualquiera de estas sandeces cuando ya te están metiendo otra por la boca, usando el todopoderoso embudo del pensamiento único. Y si te sales de ahí, si no transiges, tragas y callas, te conviertes en un negacionista, en un conspiranoico, en un hereje. Igual que hicieron en su momento Enrique VIII con su rabieta contra el Papa y su odio al Imperio Español, separándose de la iglesia de Roma por despecho e interés, o Lutero y Calvino, que en aras de acabar con las maldades de la iglesia católica crearon sus chiringuitos, que acabaron siendo máquinas de enriquecimiento de una minoría y de aniquilación física de todos los contrarios, de los herejes a su nuevo orden. Hoy en día todos somos hugonotes a punto de ser quemados en la hoguera si no aceptamos las nuevas normas: o comes grillos, o te pasamos por las ardientes y purificadoras brasas.


Brasa es lo que nos están dando con temas de tamaña estupidez como la identidad de género, que no es más que el fomento y la imposición oficial de enfermedades mentales, poniendo por ejemplo a los transgénero como futuro pilar de nuestra sociedad, permitiendo que simples e inocentes niños sean manipulados desde pequeños para destrozarles la mente y el cuerpo. Cuando todos sabemos que todo esto es una mentira, una invención de mentes enfermas con la única intención de acabar con el orden natural y la familia tradicional. Y ya estamos a un paso de permitir la pedofilia, como ha dejado caer la zorra que antes fue cajera, algo por otro lado nada nuevo en el lado oscuro del mundo woke, ya presente en su hoja de ruta desde los años 70, como ya he explicado en alguna otra ocasión, de manos de Cohn-Bendit, Dani el Rojo y sus correligionarios de las revueltas del 68. Si hasta el gobierno del Reino Unido, reino nada normal sexualmente y con muchos habitantes “invertidos” desde su creación, ha tenido que parar los pies al gobierno de Escocia por su pestilente ley transgénero. Algo que se por otro lado se entiende, puesto que en la “city” ya manda el integrismo islamista. Y estos bárbaros medievales si que no transigirán en los temas sexuales. Antes legalizarían la zoofilia, algo tradicional en sus países de origen.

Gentileza de Mr. Jones
Y de aquí viene lo del título “transtornos”. De lo trans. Se prestaba tanto fundir trastorno con la locura transgénero, que no me he podido resistir. Porque simple y llanamente es eso: un trastorno mental. Una demencia.

Idiotez tras idiotez. Relato tras relato. Demencia tras demencia. Transtorno tras trastorno.

Hasta la total destrucción de nuestra civilización.

Si no reaccionas.




En tus manos está. O te informas y reaccionas, o acabarás comiendo grillos vuelta y vuelta, con una prima con el pene más grande que el tuyo y rezando los domingos ante un retrato de Greta Thunberg, a la que parece que también han manipulado genéticamente (y no solo psicológicamente), visto que no le crecen los pechos ni a la de tres. Por el estrés no será, eso seguro.



P.D.

Trastorno: (aunque la RAE debería aceptar ya “transtorno”)

“El vocablo trastorno ya en romance, indica un giro a otro lado o en sentido inverso, que en cualquier obra torneada, provoca un desastre y una disfunción, y de ahí que pase a designar una perturbación en el sentido, la conciencia o la conducta de algo o alguien, que da resultados de anormalidad. Aunque a veces se aplica a la salud en general, en muchos casos designa a la enajenación mental"Fuente.

 

P.D.D.

Todo lo escrito arriba es una simplificación y solo pretende ser un resumen de lo que está pasando, del peligro de la dictadura woke. Si de verdad estás interesado y quieres saber más, obtener detalles, bibliografía, pruebas y evidencias de toda la mierda que nos quieren imponer, tienes grandes libros a tu disposición, desde el “SOMA” de Juan Carlos Girauta, pasando por el “Infodemics” de Mariona Gúmpert, “La fábrica de los niños transgénero” de Masson y Eliacheff o “Contra el totalitarismo blando” de Francisco José Contreras, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla; hay material suficiente para conocer la verdad. A pesar de la censura y la imposición del pensamiento único, aún hay voces que se alzan contra la posverdad.





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