lunes, 17 de febrero de 2025

A la Benemérita


 

Artículo 1. ° 
El honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil;
debe por consiguiente conservarlo sin mancha.
Una vez perdido no se recobra jamás.
 

Como para tantos otros españoles, la Guardia Civil ha sido un referente para mi desde muy pequeño. Puede ser por mimetismo, por imitar a mi padre, que consideraba a este cuerpo lo más sagrado y que tuvo muchos amigos pertenecientes a él, o por mi filia por todo aquello que sea militar y patriota, o por educación, tanto por parte de padre como de madre, hija de oficial alemán de alta graduación fallecido en la segunda guerra mundial.

Pero la Guardia Civil no era lo único que me gustaba de pequeño, tuve mi época en la que soñaba con ser marino, otra en la que aspiraba a ser arqueólogo, y hasta deseé ser escritor, cantante o guitarrista. Se llama infancia, se llama juventud, se llaman sueños. Y conforme pasaron los años, cada una de estas aspiraciones quedaron relegadas a infantiles o juveniles recuerdos, imponiéndose la realidad, la formación y finalmente el mundo laboral, en mi caso muy alejado de cualquier profesión con tintes aventureros o heroicos. Como a tantos de mis coetáneos, la realidad se impuso a la ilusión.

Pero de todo este baúl de los recuerdos, el amor que nunca ha desaparecido, el que ha permanecido en mi cerebro y sobre todo en mi corazón, es mi pasión, mi respeto y mi admiración por la benemérita Guardia Civil. Junto a mi amor por España, por mi patria, es quizás lo único que ha permanecido inalterable en mi ya larga vida. Porque la Guardia Civil encarna todos y cada uno de los valores en los que creo.

Hablaba el otro día con Paco, un guardia civil de los de verdad, ya no activo, pero jamás jubilado, ya que un guardia lo es para todo la vida, y comentábamos tal o cual hecho de nuestra triste actualidad, o mi última columna, ya que es uno de mis pocos lectores fieles, que lee mis artículos y encima los comenta, y me comprometí a dedicarle unas líneas al benemérito cuerpo, algo que tengo pendiente desde hace muchos años. Demasiados.

Podría detallar, comentar y desgranar uno a uno los artículos de la “Cartilla de la GuardiaCivil”, y no encontraría el lector ni uno que no comparta, que no represente los valores superiores de nuestra civilización, que no encarne la justicia, el honor, la generosidad, la valentía, la higiene, la educación, la camaradería, la fidelidad, la obediencia, la disciplina, el esfuerzo…y con todo ello nuestra fe católica, columna vertebral de nuestra historia, de nuestra herencia, de nuestra propia existencia.

¿Y por qué escribo todo esto ahora, ya en la madurez, con el siglo XXI bien entrado, y en tiempos tan poco dados a alabar a un cuerpo armado, donde cualquier valor de los enumerados anteriormente es considerado anacrónico, superado, fuera de lugar o “casposo”, como les gusta llamarlo a tantos seres descarriados, que han elegido el camino equivocado en su vida?

Pues justamente por ello, porque nuestra sociedad ha perdido todos y cada uno de los valores fundamentales que deberían regir nuestras vidas. Higiene física y psíquica, esfuerzo, obediencia, fidelidad, honor…, todo ello son atributos del ser humano que han sido extirpados de nuestro cuerpo y nuestra alma, y han sido sustituidos por todo lo malo que pueda uno imaginarse. El egoísmo, la avaricia (o cualquiera de los demás pecados capitales), la holgazanería, la violencia gratuita, la picaresca, la suciedad, la egolatría y hasta la multilatría, la superficialidad, la inmediatez, el odio, el sexo sin amor…, en resumen, el MAL en mayúsculas, un compendio de pecados y defectos que ocuparían bastante más que todos los artículos de la cartilla de los guardias.

Y si a esto añadimos la maldad de los gobiernos actuales (no solo del PSOE, sino también del anterior del PP), cómplices ambos, cuando no representantes de Satán en la tierra, que han hecho y hacen todo lo posible para denigrar, apartar, humillar, engañar, maltratar y desprestigiar a la Benemérita, pues no podía haber mejor momento para loar a este admirado cuerpo.

Si repasamos todas las acciones u omisiones protagonizadas por los sucios políticos contra la Guardia Civil, podríamos llenar toda una enciclopedia. La mayoría de estas acciones por cesiones al separatismo, al nacionalismo y al terrorismo, esos tres ismos que en esta aciaga época, desde su injusta y desproporcionada representación parlamentaria, condicionan la realidad política y la propia existencia de los alternantes gobiernos, por lo que se convierten en simple moneda de cambio para contentar a los enemigos de España, a cambio de unos contaminados votos que permiten al déspota o al inútil de turno mantenerse en el poder unos cuantos años, aprovechar su momento, enriquecerse, socavar nuestra sociedad y destruir nuestra patria. El maldito trueque de votos por maldades. Siete cabras por tu hija. Tus nueve votos por un trozo de nuestra historia, por un cacho de nuestra integridad, por una parte de nuestra alma.

Y, como en cualquier otro cuerpo, gremio o profesión, las cuatro ovejas negras, corruptas y cómplices, permitiendo la destrucción de la noble y gloriosa historia de la Guardia Civil. Incumpliendo todos los artículos de su norma de conducta. Sobre todo el artículo 1º.

La disolución de unidades especializadas y necesarias, la retirada de tierras españolas como las provincias vascongadas o Cataluña, la cesión de competencias, la no equiparación salarial, la acuciante falta de medios, el maltrato en general, que culminan en hechos tan tristes y graves como el asesinato de Guardias Civiles en Barbate, el castigo por ayudar en la DANA de Valencia, o la destitución fulminante por oponerse a un ministro del interior desquiciado, enfermo y malvado, cuyo único objetivo en la vida es hacer daño. Sobre todo a la Guardia Civil.

Encabeza este pequeño tributo el artículo 1º de la Cartilla de la Guardia Civil, y no puede haber nada mejor que cerrarlo con el último artículo del primer capítulo de dicha norma de conducta, tan apropiado, viendo lo sucedido en Valencia hace unos meses, y cuyo cumplimiento, como no, limitó, evitó y prohibió el maldito gobierno socialista.

Artículo 35: En las avenidas de los ríos, huracanes, temblores de tierra o cualesquiera otra calamidad, prestará cuantos auxilios estén a su alcance, a los que se vieren envueltos en estos males.


¡Viva la Guardia Civil!

¡Viva España!



viernes, 7 de febrero de 2025

Me repito más que el ajo

 


En una de sus siempre constructivas críticas a mis artículos, mi hermanito me remarcó ayer que “te repites más que el ajo”. Sin duda tiene razón, y mi argumento de que se trata de “mi línea editorial” solamente produjo una sonora carcajada y la sonrisa cómplice de mi sobrino (me imagino, ya que la conversación fue por WhatsApp, pero como si los viera a los dos, partiéndose el culo de lo pesado, monosabio y repetitivo que es el tío Ernie, sentados cómodamente en su trono de sabiduría y superioridad moral e intelectual. En fin, que sigo siendo la oveja negra, tonta y limitada).

Igual tendría que tomarme este comentario en serio y empezar a escribir sobre otros temas, aunque no sean de actualidad, no interesen a nadie y no me preocupen lo más mínimo. Podría por ejemplo dedicar unas líneas a la importancia de la metodología Lean Six Sigma en la gestión de proyectos, o quizás dedicar unas líneas a comentar mis últimas lecturas, como “Eso no estaba en mi libro de historia de la Primera República, de Javier Santamarta, o “Francisco de Cuéllar: Capitán de la Gran Armada”, de Manuel Cebrián, pero no soy muy dado a comentar libros, prefiero que cada uno elija sus lecturas y saque sus conclusiones. En cualquier caso puedo recomendarlos, lo que hago de ambas obras desde aquí y en este momento. Quizás sería interesante que comentara los problemas reproductivos de algún animal en peligro de extinción, o describiera los evidentes peligros que causan las ventosidades de las vacas al medio ambiente, pero sinceramente, no me siento Greta Thunberg ni creo en las sandeces de supuestos expertos, que contradicen cualquier estudio serio y carecen de la mínima base científica. O, por qué no, podría dedicar un par de artículos a explicar como malgastar el dinero sin que se note (y mira que mi sueldo es más que correcto) y tener que pedir ayuda ajena por Bizum cada dos por tres, pero eso sería demasiado autobiográfico, y tampoco tiene mucho sentido airear mis defectos. Mejor resaltar mis virtudes, si es que las tengo, algo que muchas veces pongo en duda.

Otra opción sería dejar de escribir y simplemente reenviar memes de otras personas, cortos, eso sí, no vaya a ser que los 10 segundos de atención que presta la mayoría de la gente a los mensajes y publicaciones, se esfumen y mi comentario no llegue a su destino, caiga en saco roto y se esfume como el humo.

Pero, volviendo al ajo, que se repite en el estómago por una reacción química de no sé que componente y que, según dicen los expertos, se puede evitar quitando el corazón, escaldando los ajos y no sé qué otros trucos más: a mi siempre me ha gustado que repita, y seguiré comiendo el alioli como si no hubiera un mañana. A estas alturas ni me preocupa que repita, ni mucho menos el mal aliento, ya que la persona que más se acerca a mi es el presentador de cualquier programa de televisión, desde esa triste pantalla que tengo como única compañía en esta soledad no deseada que padecemos tantos boomers a punto de jubilarnos y, acto seguido, porque encima soy gafe y palmaré a las primeras de cambio, abandonar este mundo en paz dejando descansar a los demás.

No hay que ser muy perspicaz para entender que un columnista, aficionado o profesional, bueno o malo, se dedica a retratar la realidad, a comentar las últimas noticias, que es lo que el público demanda. Escuchando la radio, no veo que los famosos locutores de las principales emisoras hablen de los problemas del oso polar para encontrar pareja, ni escucho por las noches a los comentaristas deportivos alabar las últimas jugadas de los maestros de curling nórdicos, por no hablar de los titulares de prensa matinales, que por lo que me consta normalmente no versan sobre las erupciones cutáneas de una tribu neozelandesa, ni sobre la profundidad necesaria de los pozos de agua en los países del Sahel.

Lo que si veo, oigo y leo son noticias sobre corrupción, sobre mentiras, sobre comisiones y putas, sobre leyes injustas y asaltos al poder, sobre dictaduras encubiertas, maldades de las mafias europeas y violaciones y asesinatos a manos de violentos inmigrantes por toda la geografía nacional y europea. Y se repiten, hora a hora, día a día. Como el ajo.

Viva pues el alioli. O “all i oli”, ajiaceite, ajoaceite o ajolio. Que está de muerte.

jueves, 6 de febrero de 2025

El túnel del terror rojo

 


Otra noche mas que no duermo.
Otra noche mas que se pierde.
¿Que habrá tras esa puerta verde?

La puerta verde, Los Nikis, 1986.

 

Mis tan queridos Nikis ya se preguntaban en 1986 que habría tras la puerta verde, versión inmortal de la canción original de Jim Lowe y los High Fives de 1956, y yo, ahora, casi cuarenta años después, me pregunto qué habrá al final del túnel rojo. Si es que tiene final, claro. Porque una pesadilla clásica es entrar en un túnel interminable, al igual que caer de un edifico y no llegar jamás al suelo o en el mejor de los casos estamparte cual merengue en una fiesta infantil.

Porque, si lo pensamos bien, estamos todos metidos en un túnel sin fin, un túnel excavado en las entrañas de nuestra patria, un túnel más terrorífico que el de la bruja de cualquier feria de pueblo y bastante más largo que el túnel de San Gotardo que atraviesa los Alpes. Y es un túnel de un color rojo oscuro, tanto como el alma de sus constructores, que son nada más y nada menos que los socialistas, encabezados por un tirano psicópata y su corte de lameculos, lacayos, cómplices y aduladores, Y votantes, para mayor desgracia nuestra.

Leyendo últimamente a los pocos columnistas, escritores, pensadores, historiadores y políticos que me aportan algo, entre ellos, como no, Hughes, Juan Carlos Girauta, Iván Vélez, Gabriel Albiac, Enrique García-Máiquez o Jorge Buxadé, por citar algunos, noto un cierto optimismo, como si vieran alguna luz al final de esa pesadilla que estamos viviendo en el mundo occidental en los últimos 20, 30 y hasta 40 años. Sinceramente, no comparto ese optimismo, quizás cansado ya de soñar despierto, pero si algo tienen estas personas preparadas, sabias, cultas y conocedoras del pasado y de la triste realidad actual, es que saben mucho más que yo (por eso les leo, porque para escuchar o leer sandeces no tengo tiempo, la verdad. Ni para ver telebasura, telediarios sectarios, programas soeces y bastos o escuchar supuesta música que no es más que ruido de obra con letras simples y sucias).

Volviendo al interminable túnel rojo en el que nos encontramos, los sobresaltos, las trampas, las cascadas, las curvas y los súbitos descensos que lo jalonan en forma de continuos (y supuestos) delitos de los monstruos que lo pueblan y que nos asaltan a cada curva, son incontables.

¡Ojalá hubiéramos tenido un túnel de la bruja de esta duración en nuestra infancia! Porque como bien recordamos todos, siempre se nos quedaban cortas las atracciones, ya fueran en el parque de atracciones del Tibidabo en Barcelona o en cualquier otro espacio de ocio y diversión para los pequeños (y no tan pequeños: yo volvería a montarme sin pensármelo dos veces en cualquier atracción, en la montaña rusa, en la Atalaya, en los autochoques, y disfrutaría como un enano en el salón de los espejos).

Si no es un familiar del tirano, disfrazado de director de orquesta, que nos intenta atizar en una curva con su larga y deformada batuta, un ridículo ministro de asuntos exteriores disfrazado de bedel y  convertido en un cazador de herejes al credo único de Dios Sánchez, blandiendo su espada justiciera por habernos dormido en una larga recta del túnel, una asesora del asesor del jefe de gabinete del jefe de gabinete de una histérica ministra gritando desde un foso cual posesa y en un idioma ininteligible, una vicepresidente iletrada que nos aterroriza desde el techo con sus deformes ubres caídas y su desconocimiento de la lengua española (y de cualquier otra cosa), un ministro de Justicia empeñado en acabar con la democracia a martillazos en cualquier recoveco, otro ministro aficionado a las chicas de compañía saludando desde una oscura ventana, es cualquier otro terrorífico espécimen de los componen el circo ambulante gestionado desde las cloacas de la Moncloa.

Pero la gran diferencia entre los túneles del terror o los castillos de la bruja de nuestra infancia, en los que nos adentrábamos voluntariamente (o casi), previo pago del tique preceptivo por parte de nuestros padres o abuelos, en este siniestro túnel rojo del terror nos han metido obligatoriamente, sin darnos la opción a negarnos a subir a la vagoneta, ponernos el cinturón y sufrir su interminable recorrido.

¿Tendrá algún final esta desagradable atracción de feria cutre, insegura y trasnochada?

¿Saldremos vivos de este parque de atracciones que más parece la parada de los monstruos?

Como siguen cantando los Nikis: No descansaré hasta saber que hay tras la puerta verde”.

O al final del túnel rojo oscuro por el que estamos transitando.

martes, 4 de febrero de 2025

¿Salvar a España, una quimera?

 


“Un pueblo que elige a corruptos, impostores,
ladrones y traidores no es víctima, es cómplice”.
Apócrifa.
 (atribuida sin pruebas a George Orwell)

  

Los románticos, los soñadores, los que nos autoproclamamos guerreros, los patriotas de corazón, solemos agarrarnos a bonitas frases, a la añoranza de épocas imperiales, a gloriosas batallas ganadas, al recuerdo de idealistas luchadores (muertos la mayoría en el intento), a banderas al viento y águilas volando, a himnos que hablan de grandeza, libertad y justicia, pero todo esto, por mal que nos pese, no son más que bonitos recuerdos y sueños imposibles. Un poco como aquella novia que nunca conquistamos pero con la que seguimos soñando.

Y sí, es frustrante, y mucho, pero si no ponemos los pies en la tierra y asumimos que vivimos en otra época, que las condiciones geopolíticas, sociales, culturales y económicas nos imponen un corsé imposible de desabrochar, una camisa de fuerza de la que es imposible zafarse, poco conseguiremos. Salvo acciones radicales, como abandonar la fétida Unión Europea, aunque visto el desastre del Reino Unido, igual tampoco sea la mejor opción.

Todos somos conscientes de que la dictadura de Bruselas está por encima de cualquier intento de defender las patrias, véase lo sucedido en Polonia, en Rumanía o la asfixiante presión contra la mayoría social representada por la AfD en Alemania, todo debido a la connivencia de populares y socialistas, tanto en Europa como, para desgracia nuestra y sobre todo, en España.

Si analizamos la situación en nuestra patria, es para echarse a llorar. Existe una oposición real, sin duda, y se llama VOX. Que la juventud se ha dado cuenta de toda la farsa y maldad de los partidos mayoritarios, y opta por este partido, también es verdad. Pero ¿adónde vamos con los pocos votos de los jóvenes, cuando nuestro pirámide poblacional asemeja un botijo, una peonza o la deformada figura de Cristina Almeida, aka Sofía Loren?

¿Cómo vamos a salvar nuestra patria si los dos principales partidos se reparten el poder, con sucios acuerdos detrás del escenario?

¿Cómo vamos a salvar a España si el teórico primer partido de la oposición le ríe las gracias a un tirano, y mantiene, ahí donde triunfa, todas y cada una de las demenciales leyes impuestas por Europa o por el PSOE?

Y, sobre todo, cómo vamos a salvar nuestra amada tierra si tenemos más de 16 millones de borregos que votan a uno de los dos miembros de la diabólica coalición PPSOE?

No escribo esto para desanimar a nadie, válgame, Dios, simplemente intento que todos abramos los ojos, incluyéndome a mí, y pensemos en alguna salida a esta encrucijada.

Claro que suena esperanzador, por ejemplo, que 13 fiscales se subleven contra el Fiscal general de Sánchez, pero hay otros 23 que no lo han hecho. Y nos llena de optimismo que comunicadores como Javier García Isac, Luis del Pino, José Javier Esparza y muchos otros mantengan alzada la bandera de la verdad y el sentido común, y se preocupen de verdad por el futuro de nuestra nación, pero el noventa y pico por ciento de la población ni sabe que existen. Como mucho conocerán a Carlos Herrera o Carlos Alsina, y con estos dos no vamos a ninguna parte. Por no hablar de las cadenas de televisión, encargadas de engañar, atontar y sobre todo guiar a las ovejas hacia el profundo precipicio que asoma al final del camino.

¿Hay esperanza? Quizás. Eso no se pierde nunca. Ni con las casi novias de esos dulces veranos que siguen rondando nuestras cabecitas. La irrupción de Trump, el apoyo de Elon Musk, la guerra abierta contra el cáncer woke que está dando sus primeros y esperanzadores resultados, nos llenan de ilusión, sin duda.

Pero esta evolución no es trasladable de ninguna manera a Europa, a la Unión Europea. Por lo menos a fecha de hoy. Los burócratas de Bruselas tienen todo atado y bien atado, hacen y deshacen, mienten y destrozan las economías europeas, anulan su libertad, combaten nuestras creencias, reniegan de sus raíces cristianas, abren la puerta al mal en forma de degeneraciones varias, de invasiones foráneas, de cesiones a los enemigos declarados de nuestra civilización, y tienen la sartén por el mango, controlan el parlamento europeo y legislan en contra de todos nosotros. Y sacar del poder a toda esta gentuza nos va a costar muchos años.  Muchísimos.

Y eso significa que muchos de nosotros no volveremos a ver salir el sol, ni reír la primavera. Ni a tener novia.

Lo siento, hoy me he despertado pesimista. Mañana será otro día.