El reciente fallecimiento de Jorge
Mario Bergoglio, el Papa Francisco, ha vuelto a demostrarnos el inmenso poder
de aquellos que controlan los medios de comunicación masivos. No ha habido
medio conocido, sea de nuestro país o de cualquier otro lugar del mundo, que no
se haya explayado en pésames, elogios, infantiles anécdotas o exageraciones
doctrinales. Una elegía global, pero no en tercetos bien construidos, sino basada
en simplistas eslóganes, de esos que entran tan fácilmente en las mentes woke
de la población como las gambas se deslizan por la laringe de un sindicalista. La
población mundial traga con todo, siempre y cuando controles el origen de la
información, definas el contenido y sincronices las campañas de manipulación a
nivel planetario.
El insoportable olor de esta información
sincronizada ha inundado durante esta semana todos los rincones y momentos de
nuestra vida, y de golpe quieren convertir al Papa que ha fallecido en un
héroe, en una figura histórica, en un digno sucesor de San Pedro, en un
defensor de la justicia y la igualdad, en una persona austera, trabajadora…,
hasta en una autoridad moral que dejará huella por los siglos de los siglos. Amén.
Nada nuevo, por otro lado.
Llevamos eternos decenios soportando la imposición de un relato único en cualquier
ámbito o tema. Ya sea la historia, la ciencia, la biología, la economía, el
clima, la violencia de unos u otros, todo, absolutamente todo, se redefine, se
modela, se proclama como dogma y se impone al ciudadano. Y si osas salirte del
redil, bien sabemos lo que pasa: te conviertes en un fascista, esa palabra desvirtuada
en el sucio crisol de la globalización, la sociedad multi-culti, la negación de
la biología, la destrucción de la familia tradicional, la tolerancia ante el
mal del violento islamismo frente a los ataques constantes a la fe católica.
Pensemos solamente en las diarias y bárbaras matanzas que sufren los
cristianos en África, en la quema de iglesias en Francia, en las destrucción de
cientos de cruces en España o en el esperpéntico episodio que estamos viviendo con
el Valle de los Caídos.
Pero todo esto, todo el mal que
reina en esta nuestra parte del mundo, en ese “avanzado” mundo occidental,
basado teóricamente en pilares solidos como la libertad, la igualdad y la justicia,
es un maldito cuento. Un relato bien hilado, pasado por el túrmix de los
dementes y malvados que controlan todo, metido a presión en los cada vez menos
desarrollados cerebros de los ciudadanos.
Igual que las leyes de memoria democrática,
parcial y sectaria, de los golpistas socialistas y sus aliados del Partido Popular.
No se trata de buscar el bien, o la
verdad, o la justicia. Se trata de imponer una única visión del pasado,
controlando con ello el presente y allanado el camino a un futuro en manos de autócratas,
títeres locales y supranacionales poderes que nadie ha elegido ni votado,
Pero no todo va a ser malo en
este mundo de constructos. La fuerza de las redes sociales, que han venido a sustituir
el boca a boca de toda la vida, la radio macuto de la mili, el cotilleo de las
viejas del visillo y hasta las valiosas homilías de curas honrados y valientes;
estas herramientas accesibles, inmediatas y libres (por ahora), abren la puerta
a que la verdad encuentre su camino y llegue a los ciudadanos. No a todos,
obviamente, pero si a muchos. Y sobre todo a la gente joven, que es la que va a
tener que lidiar con este cataclismo de la sociedad y empezar, sin prisas pero
sin pausas, a reconstruir todo lo que han derribado.
Empezando por negarse a aceptar
que el papa Francisco haya sido una bendición para la iglesia católica. O que
la Pasionaria se merece homenajes y estatuas. O que el Barça es un equipo de
fútbol que juega limpio, que no ha sido favorecido jamás en la historia por las
autoridades de turno. O que un hombre bien dotado puede declararse mujer para
evitar una sentencia.
Bien lo explicaron los diferentes
intervinientes en las jornadas sobre la libertad de expresión celebradas el
pasado jueves en el Congreso de los Diputados. Desde Manuel Mariscal, pasando
por Miguel Ángel Quintana Paz hasta Juan Carlos Girauta y Javier García Isac y los demás oradores, todos dejaron meridianamente claro el peligro al que
nos enfrentamos y la imperiosa necesidad de luchar conta los relatos en todos
los frentes.
Hay que recuperar la verdad. Y
para ello hay que luchar por la libertad que nos están arrebatando por la
puerta de atrás. Sin encerrarte físicamente, pero esclavizándote mentalmente
con sus degeneradas terapias de conversión masiva.
Inclinemos la balanza.
Acabemos con el relato, luchemos
por el dato, por la verdad.
Que ni Begoña es pulcra y trabajadora,
ni el Partido Popular es la oposición, ni las “furcionarias” (Javier Garcia Isac
dixit) de Ábalos tenían derecho a un puesto de trabajo en una empresa pública, ni
el Barça se merece título alguno habiendo robado y manipulado desde el nefasto
año de su fundación, ni existe una emergencia climática ni los menas son refugiados
menores que escapan de guerras o miseria.
Ni Bergoglio era austero, modesto
y una referencia moral.
Más bien lo contrario.