lunes, 7 de octubre de 2019

El futuro nos pertenece


Como bien entenderéis no he podido evitarlo y me he levantado al alba presto a escribir un poco sobre lo vivido ayer en Vistalegre, en el multitudinario acto de VOX, ese partido político que poco a poco está convenciendo a los españoles de que no todo está perdido. 
Echando una rápida mirada a las crónicas sobre el evento en los principales medios, no hay nada que me sorprenda. Desde la simpleza de “El País” hablando de los votos de los nostálgicos del franquismo (teniendo en cuenta la media de edad de los asistentes me pregunto seriamente como se puede tener nostalgia de algo que no se ha conocido), hasta las típicas crónicas de los diarios digitales, llenas de ironía y el sarcasmo: parece que todos ellos tuvieran su relato bien preparado y escrito bastante antes de la celebración del exitoso evento. Y que el mismo relato les podría servir para hablar del acto de ayer, de un partido de la selección nacional de fútbol o de la misa dominical del Valle de los Caídos. Poca imaginación, muchos clichés y sobre todo mucho miedo. Miedo a la verdad. A la realidad social. A las demandas reales de los ciudadanos.

¿Y esto que significa? Bien claro está: la izquierda, el nefasto progresismo iletrado y la prensa esclava de la mentira y dedicada a la manipulación y la tergiversación en busca de cuatro clics y cinco “likes”, se han quedado sin argumentos. Les pasa con VOX lo mismo que le pasa a un niño pequeño cuando le pillas robando chuches en una tienda: no saben que decir, se enrocan en infantiles excusas y atacan al portador de la verdad con espurios argumentos que ya no cuelan.

Es lo que tiene decir la verdad: saben muy bien los histéricos que critican a VOX, que todos y cada un de los argumentos de los oradores tienen una base irrefutable. Y esto les pone muy nerviosos, ven peligrar su falso relato, ven derrumbarse el castillo de naipes marcados en el que basan su discurso sobre la historia de España, le están viendo las orejas al lobo y no saben como remediarlo. Como el pequeño descubierto con el bolsillo lleno de dulces hurtados.

 ¡Que os han pillado, charlatanes!

¡Que la historia es una y no la podéis reescribir a vuestro antojo!

¡Que la situación actual de España, atacada por enemigos internos y externos, como bien se explicó ayer, es terrible!

¡Que el separatismo está al acecho y amenaza con acabar con una de las más grandes naciones del mundo!

¡Que el estado de las autonomías no es asumible: el coste de las múltiples administraciones que no aportan nada al ciudadano no se puede seguir aceptando!

¡Que la inmigración ilegal tolerada y hasta fomentada por el poder actual está llenando nuestros pueblos y nuestras ciudades de delincuentes juveniles, violadores y potenciales terroristas, sin que ni uno de los “migrantes” (por cierto, migrar migran las aves, los búfalos y demás animales, no las personas, por lo menos en este nuestro siglo XXI) tenga la mínima intención de integrarse o trabajar para ganarse la vida!

Y no solamente la izquierda está asustada ante la llegada de la sensatez y la verdad: la derecha de siempre, la que pacta con separatistas, nacionalistas y hasta con el diablo para mantener sus cuotas de poder, sabe muy bien que su tiempo se acaba. Que la sociedad española ya no aguanta tanto pactismo, tantas promesas sin cumplir, tanto mamoneo, tanta corrupción, tantos plagios, tantos cambios de rumbo, tantas veletas girando al viento que sopla cada mañana, sin importarles si es de levante o de poniente.

Y vuelvo a aclararlo a los que no me conocen: no soy militante de VOX ni de ningún otro partido, más aún, no he votado a ningún partido político en mi vida, y mi última participación en un proceso electoral fue el referéndum de entrada en la OTAN de marzo de 1986. Sigo fiel a mis principios y no soy capaz de meter una papeleta en una urna sin sentir que traiciono mis valores fundamentales.

Pero también tengo la capacidad intelectual, la formación y la experiencia suficientes para discernir entre el bien y el mal, entre las opciones políticas retrógradas y dañinas para nuestro presente y sobre todo nuestro futuro, para saber quien miente y quien dice la verdad, para entender que estamos ante una encrucijada que no permite ni un paso atrás. Que España y Europa, el mundo occidental, están en claro peligro de desparecer, de pasar a ser historia y dejar el campo libre a un nuevo y oscuro mundo que tenemos que evitar de cualquier forma.

Todos nosotros. Los españoles de bien. Los que madrugamos, trabajamos, pagamos impuestos, respetamos al mayor, protegemos a la familia, ayudamos al prójimo y queremos a todas las personas de bien. A las que no son de bien, pues ni agua. A esas, a las gentes mentirosas, egoístas, violentas, gandules, interesadas, sucias, manipuladoras, vengativas y envidiosas, a esas no las queremos a nuestro lado. Cuanto más lejos, mejor.

Porque el futuro nos pertenece.




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