viernes, 4 de marzo de 2022

Políticos

Empecé a tomar notas para este artículo cuando el guirigay del Partido Popular por los supuestos delitos del holograma Ayuso estaba en su punto álgido, en plena guerra de egos, con fontaneros, voceros, traidores, aduladores y conseguidores ejerciendo cada uno su papel, y mira por dónde, en dos escasas semanas dicha guerra fratricida ha pasado a mejor vida con la llegada del Frente de la Juventud del PP, lo que el estimado Javier García Isac llama el PP vintage, para poner orden, echar a los díscolos y defender su dorado y cómodo “statu quo” hasta el final.

Pero eso es el pasado: ya tenemos otras guerras sobre la mesa, la interna del sucio gobierno de Sánchez por sus reiteradas mentiras hacia un lado y hacia el otro, y la verdadera, que no es guerra sino invasión, la que están librando, sobre suelo europeo, los valientes ucranianos contra el eterno invasor rojo. Sí sí, rojo, como el vinillo de Rioja, pero en malo. Pasado, avinagrado, malo.

Nuestra realidad ya supera cualquier moda efímera, Wordle, Ramona, meme gracioso o video de TikTok con millones de reproducciones: cae la noche y ya es historia, te levantas y cualquier mención a lo que ayer fue tendencia te convierte en un ser extraño, pureta y anticuado. Si hasta el COVID parece ya una leyenda, como la buena música, los periodistas profesionales y preparados, un director deportivo decente en el RCD Español o un político honrado y honorable. Criaturas mitológicas todas ellas. Hablemos pues de estos últimos. De los políticos. Que a eso he venido.

A escribir un poco sobre esos oscuros pajarracos que viven del cuento desde que se levantan hasta que se acuestan, adulándonos, comprándonos, manipulándonos, engañándonos o traicionándonos, siempre dependiendo de la fase de su siniestra e improductiva carrera en la que estén: si tocan elecciones, si tocan depuraciones, si tocan comisiones, si tocan corrupciones, si tocan traiciones o si tocan dimisiones. Un algoritmo no demasiado complicado para los cada vez menos preparados, pero bien espabilados políticos de alta cuna y baja cama. O viceversa. Hipócritas de sol a sol.

Aunque de esas últimas, las dimisiones, pocas se vean. ¿Quién renunciaría a la “dolce vita” de un político? A sus buenos sueldos y la nula presión laboral, a una vida social completa y gratuita, con el futuro asegurado de una manera u otra, ya sea aferrándose al sillón o utilizando las múltiples puertas que, oh milagro, se les abren a los políticos profesionales de par en par: sentimentales, sexuales, laborales, giratorias, automáticas, trampillas, de carne y hueso, madera o hierro forjado, con doble candado o blindadas, con descendencia vinculante o ascendencia interesante; puertas, al fin y al cabo.

Nunca he podido con estos timadores profesionales. Y mira que llevo vinculado a la “acción” política desde mi ya lejana juventud, desde finales de los 70, pero la desconfianza sigue ahí. Quizás sea justamente por ello: por perro viejo. He visto pasar movimientos, coaliciones, partidos, escisiones; he visto pasar a jóvenes idealistas, a ancianos anclados en su guerra, a inocentes seguidores de la moda (juvenil), a incombustibles luchadores, a intelectuales, a personas santas, pero también a vividores amantes del local social y sus prerrogativas, a lerdos de todo color y pelaje, a personas tóxicas, a agentes dobles, a simples ovejas, a separadores y a separatistas. De todo hay en la viña del señor. Y por desgracia el ámbito político se presta tanto a la picaresca, el trapicheo, el birlibirloque y demás aficiones patrias, que seguiré diciendo “vade retro” ante cualquier grupo de interés del que tenga la mínima sospecha. Léase, todos. Hasta en la asociación de vecinos hay gente extraña.


 ¿Y ahora qué, me pregunto?

 ¿Ha llegado por fin el momento de la sensatez, del sentido común, del patriotismo sano y del altruismo real?

¿Estamos a tiempo de limpiar de fango todo este sistema pseudo democrático que permite gobiernos totalitarios e imposiciones de demencias colectivas gracias a los votos de golpistas y terroristas?

 ¿Serán, o seremos, capaces esta vez de empezar la casa por sus cimientos, actuar con legalidad, mantener la palabra y cumplir lo jurado ante el pueblo español?

¿Nos quitaremos de encima de una maldita vez la partitocracia del PPPSOE?

¿Antepondremos España a nuestros egoístas intereses personales, locales, regionales, de partido, hermandad, club de fútbol, cofradía o logia?

No sé yo. Como dijo Maquiavelo: “la política no tiene relación alguna con la moral”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario