Distribución del apellido "Mesonero" por provincias. |
Como
bien sabemos y nos confirma el diccionario de la Real Academia, un mesonero es
una “persona que posee o tiene a su cargo un mesón”, siendo un mesón un “establecimiento
típico, donde se sirven comidas y bebidas”.
Se trata de una palabra antigua, mencionada por primera vez en un diccionario
en 1495 (casi nada), con raíces etimológicas en la “maison” francesa y la
“mansio” latina.
Una
profesión noble y antigua (no tanto como las meretrices, pero por ahí andará),
cuyo legado no son solamente las 3.000 personas españolas que hoy en día aún
mantienen “Mesonero” como apellido, como se puede comprobar en la web del INE, sino sobre todo los otros cientos de miles de esforzados
mesoneros que en la actualidad nos siguen atendiendo y sirviendo.


Llevándolo
al mundo y el lenguaje empresarial, a la cadena de valor y a sus procesos
subyacentes, temas a los que me dedico desde hace años y que soy incapaz de dejar
de lado ni aun hablando de un tema tan mundano, las tareas de un buen mesonero
abarcan desde la selección del local y del personal, la decoración y la
limpieza de las instalaciones, la calidad de los productos, la acertada selección
de los proveedores, los precios ajustados al buen servicio y al valor real de
lo que se ofrece a los clientes, la destreza en la preparación, el buen gusto
en la presentación de los platos, la rapidez en el servicio, la variedad de la
oferta o la constancia en los sabores y las presentaciones, hasta actos y actitudes
mucho menos visibles pero igual de importantes, como el respeto a cada uno de
los clientes, el trato amable, personalizado y familiar, la confianza que
inspira, clave para que los clientes vuelvan, la buena memoria para conocer las
preferencias de los comensales y tantos otros detalles que consiguen que
optemos justamente por ese local y no por el vecino.
Un
mesonero que se precie conoce el nombre de todos y cada uno de sus clientes
habituales, está al día de sus problemas, de su situación familiar, de sus
alegrías y desengaños, y ya sea por puro interés crematístico, por instinto o
por verdadera bondad, no hay español que no aprecie ese momento en el que una
persona externa a la familia se preocupa de sus necesidades básicas. En algún
otro artículo mío ya lo decía: el mejor psicólogo para un español de verdad es
Manolo, el camarero del bar de la esquina. Sin pretensiones, sin pesados discursos
teóricos, sin caras terapias ni gilipolleces varias, te cura cualquier
ansiedad, tristeza, ardor de estómago, resfriado, mareo, antojo o descomposición
en un abrir y cerrar de ojos.
No
puede faltar una mención especial a Jesús
Espinosa, su hermano Javier y
todo el resto del encantador y profesional personal de “La Parrilla”, que al fin y al cabo son los que me han inspirado para escribir
esta pequeña reflexión.

Cuando yo me muera, tengo ya dispuesto,
en el testamento que me han de enterrar,
que me han de enterrar.
En una bodega al pie de una cuba,
con un grano de uva en el paladar,
en el paladar.