miércoles, 10 de noviembre de 2010

La década prodigiosa

Cada persona tiene su década prodigiosa, que por lógica evolutiva suele coincidir con la finalización de la pubertad, el inquietante y difícil paso a la juventud y en muchas ocasiones con el fin de la época escolar o estudiantil. Lo de escolar y estudiantil va por aquellos que consiguieron acabar el colegio y pasaron a la universidad, sin por ello olvidar a todos los demás que también tuvieron su década prodigiosa, aunque en su caso fuera en el momento de abandonar el hogar paterno y pasar al mundo laboral.

En mi caso, la década prodigiosa abarca esos maravillosos años que van desde el 1980 al 1992, más o menos. Son esos 10 o 12 años que siguen presentes en todo momento, son los años en los que fui más feliz, en los que cimenté con buena cal y arena las columnas de amistades que aún perduran, donde forjé mi manera de ser y elegí mis compañeros de viaje y el relleno de las alforjas que sigo llevando a cuestas.

Viene todo esto a cuento de un reencuentro hace unas cuantas semanas con un buen amigo del servicio militar, con el que coincidí en el lejano 1985 en la calurosa y genial Córdoba, y de unas cuantas fotos que acabo de volver a ver y que han conseguido emocionarme y valorar de nuevo todo aquello que quedó atrás.

Atrás en el tiempo pero no en el sentimiento y en el recuerdo.

Después de esa década prodigiosa que vivimos todos el presente pasa a ser una rutinaria realidad, bonita en muchos casos, triste en otros, repetitiva en la mayoría de ellos; pero carente de la emoción, la ilusión, la alegría, la frescura, de la idealización y exageración de los sentimientos, del morir por su amor o por los ideales, del soñar despierto y dormir impaciente para volver a levantarte y disfrutar de todos y cada uno de los segundos del día.

Y conforme pasa el tiempo, recurres a dicha década, a tus recuerdos, para sorber un poco del elixir de la vida que al parecer se agotó en esos 10 años maravillosos que todos hemos pasado.

Y vuelves a encontrarte con viejas amistades, que no han cambiando un ápice en su interior, aunque físicamente hayan envejecido (algo que ni notas). Y abres un álbum de fotos y lloras y ríes de emoción y felicidad recordando ese día tan especial, ese concierto de los Nikis en Madrid, esa excursión a la montaña o esa salida a la playa con toda la vida por delante, los mejores compañeros arropándote y las chicas más guapas a tu lado.

Y todo esto sucede por una simple razón: la década prodigiosa de tu vida no desaparece. Es la base, el soporte, la columna, la roca sobre la que has construido el resto de tu vida. Es la red a la que recurres cuando estás a punto de caer, la manta que te envuelve cuando tienes frío, la brillante luz que te ilumina cuando andas por el oscuro túnel de la madurez en soledad.

Qué bonito es tenerla siempre a mano, a esa década que te marcó y te permite seguir soñando cual joven aprendiz de pintor. Y que te ayuda a no olvidar todo lo bonito que te ha dado la vida y a la gente maravillosa que has conocido. Va por ti, Alejandro, estés donde estés. Y por Antonio, por Paloma, por Chus y por todos los demás que a ciencia cierta leyendo esto saben que son parte de esa década. De nuestra década prodigiosa.


3 comentarios:

  1. Erni, si sé este efecto te las mando mucho antes y muchas más. El concierto de los Nikis en Madrid, inolvidable como esos dias que pasamos en la movida madrileña, imposible de olvidar esa década prodigiosa que dices; que no se nos borre nunca de la memoria y que el pilar de aquello: ALEJANDRO siempre este en nuestro corazón.

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  2. Está y estará siempre en nuestro corazón!!

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  3. Ernesto, ya te comenté el otro día que por suerte tú relatas y describes exactamente todos mis pensamientos....y sentimientos que, más que nunca tengo en estos momentos a flor de piel....junto a vosotros he tenido la gran suerte de poder tener mi "Década prodigiosa" y Alejandro SIEMPRE en mi corazón.

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