Si fuera un borrego descerebrado de esos que hoy en día pueblan este antaño próspero, creyente, trabajador y culto continente llamado Europa, tendría que haber titulado este comentario “ante las próximas fiestas”. Porque como bien sabéis la Comisión Europea intentó ayer (por el 30 de noviembre) desterrar la palabra Navidad y obligarnos a usar en cambio algo tan genérico como “fiesta”. Suerte que el tiro les salió por la culata: ante la avalancha de lógicas protestas han retirado el folleto que contenía tamañas estupideces (¿cómo justificarían sino sus felicitaciones “oficiales” por el Ramadán, el Año Nuevo Chino, las Luminarias judías o el nacimiento de Luke Skywalker?). Aunque sea para la galería y en breve los malos vuelvan al ataque con sus demencias encaminadas a acabar con nuestra herencia cristiana e imponer su nueva cosmovisión totalitaria. De eso no nos salva ni el tato. A no ser que nos levantemos de una vez, al unísono, emulando a Polonia y Hungría, y echemos de nuestras vidas a la maldita ralea que puebla los despachos de Bruselas, Estrasburgo y demás sedes de la secta globalista.
Pero aún hay algo peor a todo
esto: nuestra propia culpa. Porque si lo analizamos con objetividad, la culpa
de la propia sociedad occidental de todo lo que está sucediendo es clara. Y
demostrable. Datos y no relatos. El buenismo, el igualitarismo, el falso progresismo
y el globalismo han ido minando poco a poco todas las bases de nuestra
sociedad, desapareciendo con ellos los valores fundamentales necesarios para
garantizar la supervivencia de una cultura avanzada: la unidad, la solidaridad,
la caridad, la fe, la laboriosidad, la fidelidad…, tantas piezas necesarias y
ya inexistentes, que al final va a ser imposible recomponer el puzle, lo que
significa un desastroso presente y un mucho peor futuro para todos nosotros.
“…Y al llegar aquí (los
inmigrantes) ¿qué ven? El caos de un mundo sin principios, sin autoridad, sin
decencia. Y hacen lo que no hacemos nosotros, naturalmente, y violentan toda
esta podredumbre nuestra. Violencia que nos subleva, pero a la que no tenemos
nada que oponer: ninguna verdad, ninguna…”.
Esto anterior es parte de un hilo en Twitter de nuestro admirado Coronel
Pakez. Léanlo si les place y lo verán todo más claro.
Somos nosotros mismos, cada uno
en su justa medida, que hemos permitido los desmanes de una burocracia europea
dedicada al bien de unos pocos a costa de la larga y fructífera historia del
mundo occidental.
Somos nosotros mismos los que
miramos a otro lado cuando los inmigrantes ilegales cometen delitos, no vaya a
ser que nos traten de racistas.
Somos nosotros mismos los que
sucumbimos ante viernes negros consumistas, martes combativos a favor del colectivo
del abecedario, miércoles del tofu en salsa y sábados de burdo y soez sexo televisado.
Somos nosotros mismo los que
toleramos que nos gobiernen mentirosos compulsivos y que tengamos parlamentarios
maleducados y altamente limitados intelectualmente como por ejemplo Rufián. Por
citar al gordito líder de la banda de despreciables garrapatas.
Somos nosotros mismos los que no
leemos, no comparamos, no analizamos, no pensamos y no protestamos.
Somos nosotros mismos los que
hemos renunciado a ser personas y hemos preferido ser ovejas en un redil bien
alto y vigilado.
Somos nosotros los que nos hemos
suicidado lenta pero inexorablemente.
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